El Deportivo Alavés se citó con la historia el 16 de mayo de 2001 en Dortmund. Hasta ese momento los de Mendizorroza habían sido un modesto equipo que a finales de los 90 sólo había disputado cinco temporadas en Primera División. El punto de inflexión lo marca la temporada 97/98 en la que los albiazules vuelven a la máxima categoría 42 años después, alcanzando también las semifinales de Copa del Rey después de eliminar a varios equipos de Primera como el Real Madrid o el Deportivo. Eran los primeros signos de que algo grande esperaba. En los años siguientes permanecerá en primera durante cinco campañas consecutivas, constituyendo la etapa más gloriosa del club.
La temporada siguiente, la de la vuelta a la máxima categoría, no sería sencilla y hubo que esperar hasta la última jornada para lograr la salvación. Se mantuvo el bloque de la temporada anterior y se reforzó con jugadores clave como Contra, Javi Moreno o Martin Herrera que completaron la experiencia aportada por otros como Julio Salinas y Kodro. Con esa plantilla, el equipo alcanzó la sexta plaza, su mejor clasificación en liga y a la postre el billete para la Copa de la UEFA, otro hito histórico para el club. Los acontecimientos se sucedían pero el vértigo no pudo con la calma, que se mantuvo en el club. Así, se continuó con el bloque de años anteriores, algunos como Karmona y Desio, venían de cuando el equipo estana en Segunda División al igual que el entrenador; Mané, mientras que otros llegaron para afrontar el reto europeo como Iván Alonso.
Eran un equipo humilde, pero precisamente ahí residía una de sus más importantes virtudes, en ser un equipo, un bloque unido, muy intenso y organizado durante el juego, que se encontraba más cómodo contragolpeando y que siempre encaró a sus rivales con atrevimiento. Aquella plantilla de amigos, como insisten en recordar todos los protagonistas, no estaba escasa de calidad, las incorporaciones al ataque de un hasta entonces desconocido Contra, el futbol de Jordi Cruyff o la garra de Javi Moreno distinguían su futbol.
Europa llegó como un premio al trabajo bien hecho y el equipo lo afrontó con ilusión pero con bastante normalidad en un principio. La andadura continental se inició recibiendo al modesto Gaziantepspor turco con el que empató a cero, dejando un tanto fría la ilusión inicial. En la vuelta, bien diferente, se empezó a atisbar lo que vendría, al imponerse por tres a cuatro. En las dos siguientes rondas “el glorioso” tuvo que viajar por partida doble hasta Noruega. Primero se enfrento al Lillestorm sentenciando la eliminatoria en la ida (ganando por 1-3). La vuelta no tuvo mucha historia y finalizó en empate a dos.
El siguiente rival noruego tenía más nombre, un clásico de las competiciones europeas, el Rosenborg. La eliminatoria no se puso fácil después del empate a uno en Vitoria pero los alaveses sorprendieron a los noruegos en la vuelta endosándoles un contundente 1-3. La ilusión crecía y empezaba a quedar claro que el Alavés era un equipo muy peligroso a domicilio.
En octavos de final, esperaba otro histórico del Viejo Continente: El Inter de Milán que por aquel entonces contaba con los servicios de jugadores de la talla de Vieri o Recoba. Los ‘neroazzurri’ se pusieron por delante 0-3 en Mendizorroza pero en una segunda parte memorable el Alavés empató el partido. Aún así, la eliminatoria no estaba ganada ya que el resultado favorecía a los italianos, pero al menos habían salvado el ‘match ball’ y ello suministró la confianza suficiente para que en la vuelta los alaveses dieran el golpe en la mesa y apearan a su peligroso rival de la competición tras vencer por cero a dos.
En cuartos se cruzó otro novato, el Rayo Vallecano. En esta ocasión, la eliminatoria se encarriló desde el principio ganando en Vitoria por tres a cero, ventaja que el Rayo no pudo igualar en Vallecas, donde se impuso por dos a uno.
Allí estaba el Alavés, en su primera participación, entre los cuatro mejores equipos de la competición. El adversario por una plaza en la final era el Kaiserslautern. Los alemanes tenían una buena plantilla en la que militaban Djorkaeff y Klose, competitiva para suponer, al menos, una eliminatoria igualada. Pero para esas alturas los vitorianos andaban ya desatados y con el ‘feeling’ a la competición agarrado por completo. Una Vitoria en fiesta vio como su equipo derrotaba por cinco a uno a los germanos, lo que colocaba la final en un horizonte no muy lejano. Pero como buena fiesta, nadie quería que se terminaran y se rubricó con un 1-4 en Alemania.
Es entonces cuando llegamos a ese 16 de mayo de 2001, en el Westfalenstadion de Dortmund, el rival era de entidad, el Liverpool. Había dejado por el camino a equipos como la Roma, el Oporto y el Barcelona y tenía en su plantilla a jugadores como Owen (ganador del Balón de Oro ese año), Hyypia o un joven Gerrard. Por tanto la final se preveía complicada aunque el recorrido en la competición invitaba al optimismo. La ilusión de los aficionados, contenida a duras penas durante los días previos, estalló por las calles de la ciudad alemana, donde los vitorianos organizaron una fiesta por todo lo alto y se hicieron notar, a pesar de su inferioridad numérica.
Todo el mundo esperaba con ansias el sonido del pitido inicial pero la ilusión se enfrió a los cuatro minutos con el primer gol ‘red’ obra de Babbel y se congeló casi por completo a los dieciséis, con el segundo de Gerrard. El sueño se tornaba pesadilla. En ese momento Mané decidió reorganizar el equipo quitando a uno de los tres centrales con los que había iniciado el encuentro y dar entrada a otro delantero; Iván Alonso. El retoque tuvo fruto inmediato, pues cinco minutos después, el charrúa anotó el primer tanto del equipo y restauraba la ilusión, pero el futbol estaba por ser caprichoso y antes del descanso el Liverpool se apuntó el tercero, tarea de McAllister , desde los once metros.
En el descanso los veteranos Desio y Karmona tomaron las riendas y motivaron a sus compañeros que salieron con todos los ánimos recuperados, con el convencimiento de que no había nada que perder y con unas ganas desmesuradas de revertir la situación. En el 48 Javi Moreno cabeceó a las redes un centro de Contra (su segundo pase de gol de la noche) y en el 51 volvió a anotar, esta vez de tiro libre desde la frontal y tras golpear en semifallo. La Ilusión estaba plenamente restablecida, la afición enloquecía y lo más importante: el partido empezaba de nuevo, sin embargo estaba roto y el Liverpool era un equipo peligroso. Mané lo leyó de este modo e intentó reconstruir el equipo reforzando el centro del campo, por ello en el 65 Javi Moreno dejó su sitio a Pablo, un centrocampista. No obstante el cambio no restaba calidad a su contendiente que continuaba siendo una amenaza constante, amenaza que se materializó de nuevo en la figura de Robbie Fowler que con una maniobra acorde a su categoría colocó el esférico en las mallas albiazules, era el minuto 75 y no quedaba mucho tiempo para la reacción. Aún así estaban en el partido, el mismo que había estado perdido en la primera parte. El Alavés lo intentaba, hubo un posible penalti no pitado en el área inglés y el colegiado señalo córner. Era una de las últimas oportunidades porque corría el minuto 89. Pablo pateó perfecto y Jordi Cruyff remató solo en el área pequeña. El sueño seguía vivo, pero la prorroga no iba a ser fácil; con las tres sustituciones agotadas desde muy pronto, habiendo remado a contracorriente durante buena parte del encuentro, a lo que se sumó la expulsión de Magno a los nueve minutos de la prorroga.
Los vitorianos aguantaron con garra hasta que apenas faltaban tres minutos, cuando Karmona salió al cruce y cortó en falta la entrada de Smicer en el área, nueva expulsión y falta peligrosa. El balón cerrado fue al área pequeña, justo donde no esperaba ningún atacante ‘red’ pero Geli no pudo ver la situación, saltó y peinó el balón lejos del alcance de Herrera que salía para atajarlo. Fue el tanto definitivo, pues estaba en vigor la discutida regla del gol de oro.
El gol en propia puerta de Geli truncó el sueño en el que durante meses estuvo Vitoria, los focos iluminaron a otros, que corrían por el terreno de juego buscando un protagonista al que abrazar, mientras los albiazules quedaron vacíos sobre el césped, no había posibilidad de réplica, lo que dio un desenlace todavía más trágico a un partido épico, dramático por momentos y que a la postre ha sido considerado el mejor de la historia de la competición.
De esa manera finalizó la primera experiencia europea del Alavés, en la que se ganó el cariño de muchos aficionados al fútbol. Después, volvería a Europa pero no logró pasar de segunda ronda, la época dorada del club había quedado atrás. Desde entonces trabaja para retornar a la élite y ha pasado por momentos de graves dificultades, que han hecho que muchas de las principales batallas las haya librado en el terreno extradeportivo.