Nadie es ajeno al hecho de que el primer equipo en certificar su descenso a Segunda División haya sido el Real Betis Balompié. Los pésimos resultados cosechados a lo largo de la temporada lo han llevado a la debacle. No obstante, eso no es lo único que se podría destacar de esta circunstancia, sino las sensaciones. El año liguero ha sido más que irregular, como bien demuestran los resultados. El conjunto verdiblanco, siempre capaz de lo mejor y de lo peor, no estaba llamado a abandonar la categoría a principios de temporada. Su sino cambió conforme las jornadas transcurrían.
Nada hacía presagiar que el Betis acabaría ocupando el farolillo rojo de la clasificación de Primera División. Un equipo que venía de firmar una temporada, la 2012-2013, en la que obtuvo un séptimo puesto que le permitía retornar a Europa casi ocho años después. Competición en la que realizó una digna actuación y que abandonaría en octavos de final plantando cara al actual campeón, el Sevilla Fútbol Club. Sin embargo, la dirección técnica no había confeccionado una plantilla para aspirar a algo más que la permanencia en la máxima categoría. Aunque mantenía a grandes baluartes, como su gran goleador Rubén Castro, otros como Beñat, columna vertebral de la zona medular, habían abandonado la disciplina verdiblanca. Hacía falta un equipo consistente para encarar tres competiciones y muchos de los nuevos eran unos auténticos desconocidos. En cambio, con otros jugadores como Joan Verdú, que venía a suplir el vacío dejado por el jugador vasco, se generaron más expectativas.
El Betis comenzaba el curso liguero con derrota en el Bernabéu ante el nuevo Real Madrid de Ancelotti. No fue hasta la cuarta jornada cuando el equipo de la Palmera obtuvo su primera victoria, en la que se impuso al Valencia en el Benito Villamarín. Conforme los partidos se disputaban, la dinámica de irregularidad se iba asentando cada vez más. El punto de inflexión llegó con la destitución de Pepe Mel en diciembre, tras cuatro temporadas en las filas del club. Quizás demasiado temprana, quizás no del todo acertada. La Junta directiva lo veía como responsable de la delicada situación del equipo. Pero, de nuevo como pasara con Serra Ferrer hace ocho años, fue el sacrificado por la pésima actuación del club. Y, como también ocurriera hace casi una década, la confección del plantel verdiblanco para encarar competición europea generaba muchas dudas. Es posible que el Betis sea un claro ejemplo de esa tendencia filosófica que defiende la idea de que la historia es cíclica, que se repite, la idea de eterno retorno. O quizás, esa situación de irregularidad se deba a la gestión que del club se ha hecho en las últimas décadas. La cuestión es que el equipo verdiblanco no termina de encontrar su sitio. Un conjunto llamado a estar entre los grandes, por historia y afición.
Tras Mel, ni Garrido ni Calderón (una vieja gloria verdiblanca) lograron remontar la situación. El Betis parecía abocado al fracaso y, finalmente, acabaría certificando el descenso a la división de plata en la Jornada 35, donde ya dependía de terceros para mantener la categoría. El triunfo del Getafe le acabaría dando el golpe de gracia. Y así termina la historia de la temporada 2013-2014 del Real Betis Balompié en Primera. Una actuación para olvidar, pero donde hay que hacer valoración de qué camino debe tomar el equipo. El “curro Betis” debe empezar a aprender de sus errores, (y en ello tiene una gran responsabilidad todo el organigrama verdiblanco), para seguir escribiendo su historia entre los grandes.