Si unos colores están ligados al éxito en el ámbito futbolístico son los de la ‘canarinha’ o la ‘verde-amarela’. Con su camiseta amarilla, en ocasiones con detalles verdes, y sus calzonas azules, Brasil se ha erigido como máximo dominador del fútbol mundial con sus cinco entorchados de la Copa del Mundo de la FIFA. Que el próximo mundial, que arranca en tres días, sea en suelo brasileño, coloca a la selección de Scolari como máxima favorita para el título y así engrandecer un palmarés formado además por ocho Copas de América y cuatro Confederaciones.
Pero hubo un momento en que los colores que todos los futboleros asocian a la selección brasileña no tenían ningún significado en tierras brasileñas. Los primeros cuarenta años de la Confedercão Brasileira de Futebol (1914-1954), el combinado que representaba a los brasileños vestía de un blanco impoluto (a veces mancillado con detalles azules) y de esta guisa consiguió alzar tres Copas de América.
El origen de la CBF y de la selección brasileira tuvo lugar tras los múltiples enfrentamientos entre los conjuntos de Río de Janeiro y São Paulo y las habladurías dicen que fueron los paulistas, quienes muchos de ellos eran de ascendencia alemana (20% de población de origen germano en el estado de São Paulo) como la figura de la época, Arthur ‘el Tigre’ Friedenreich, eligieron los colores del combinado alemán para vestir a la que hoy día se conoce como la ‘canarinha’.
De esta manera, una blanca selección brasileña disputó sus primeros cuatro mundiales. En 1930, la incompatibilidad de fechas de la ‘estadual’ de São Paulo con la cita uruguaya mermó mucho al combinado brasileiro que sólo pudo contar con jugadores cariocas, lo que supuso que Yugoslavia lo apartara de las semifinales. En 1934, con Leónidas en el equipo, Brasil fue apeada por la gran España de Zamora, Quincoces, Lángara y compañía. El siguiente mundial, el de Francia 1938, con Leónidas ya consolidado en el Flamengo y como máximo referente, Brasil consiguió su primer gran éxito y anunciaba al mundo futbolístico de su existencia.
La devastación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial hacía que Brasil fuera el lugar idóneo para volver a celebrar un Campeonato del Mundo. En ese mundial la ‘torcida’ brasileña estaba con los suyos que contaban con un once plagado de figuras (Jair, Ademir, Zizinho, Bauer) y empalmaban goleada con goleada (4-0 a México, 7-1 a Suecia, 6-1 a España) hasta llegar al partido decisivo contra Uruguay. En un Maracaná a rebosar (estimaciones de 203.849 espectadores, récord histórico) a la selección anfitriona sólo le hacía falta un empate para conseguir su primer mundial, pero ya es de sobra conocida la historia del ‘Maracanazo’ en la que Uruguay sumó en desesperación a todo un pueblo.
Tras la inmensa decepción que supuso perder el mundial en tu propia casa, los directivos de la CBF dilucidaron que había que comenzar de nuevo y ese ‘reseteo’ comenzaba también por cambiar el color de la indumentaria de la selección brasileña. Se propusieron cuatro modelos: camiseta a rayas verticales verde-amarillas, calzón azul y medias blancas; camiseta verde con detalles amarillos, pantalón azul y medias amarillas; camiseta a rayas horizontales verde-amarillas, calzón blanco y medias azules; y por último, casaca amarilla con detalles verdes, calzonas azules y medias blancas.
Así el 28 de febrero de 1954 en un partido ante Chile válido para la clasificación para Suiza 54, Brasil estrenaba como nuevo vestimenta la cuarta opción: la de la camiseta amarilla con detalles verdes. Nacía así la verde-amarela que Pelé, Garrincha, Zico, Romario, Ronaldo y demás astros, se encargaron de que fuera una potencia futbolística mundial.