Carlos González llegó hace tres años a la presidencia del Córdoba C.F. y su propuesta era llevar al equipo a Primera en un plazo de tres años. Muy cerca estuvo el primero, el segundo pasó factura y volvió a ser un año más. Este año era su tercero y una sola bala le quedaba para cumplir su objetivo. Pocos le creían ya, rodeado constantemente por la polémica y enfrentado con ciertos sectores del cordobesismo, parecía que su etapa en el club estaba llegando a su fin.
Esa última bala para hacer creer a aquellos cordobesistas machacados era la de devolver el abono si no se conseguía el ascenso. La medida no gustó, porque se pensaba que de no salir bien, la Segunda B estaría más cerca que la Primera División. Los pocos que creyeron que el ascenso era posible, dejaron de hacerlo a mitad de temporada cuando se cesó a Villa y se trajo a Ferrer, cuyos inicios, para más inri, dejaron mucho que desear. Con todo esto el equipo se clasificó como séptimo para disputar los play-offs en un angustioso final, pasó la primera eliminatoria ante el Murcia y se plantó en la final por el ascenso ante el principal favorito.
Tras el empate sin goles en el Arcángel, llegó el día. El día para creer, el día de la ilusión, el día para soñar, pero ni el mejor sueño podía imaginar tanta felicidad. Faltaba minuto y medio para que todo diera a su fin, Las Palmas a Primera y el Córdoba un año más a sufrir en la Segunda División. Todo normal, era lo más lógico, pero en el banquillo estaba un tal Chapi Ferrer y con éste, tras una temporada donde se temía por descender, algo épico tenía que pasar. Algo que ni el mejor guionista podía imaginar, más de película que de la realidad. Y entre tanto llegó Uli, un mexicano cedido por el equipo de Mou, para hacer lo imposible, levantar a toda una ciudad que ya estaba derrotada, y que hizo cambiar las lágrimas de rabia por las lágrimas más bonitas del mundo, unas lágrimas de emoción que nadie podía parar.
Y es que más de cuatro décadas se ha tenido que esperar en la ciudad califal para disfrutar de nuevo de la máxima categoría. Ni más ni menos que 42 años fuera de la élite, pero llegó. Llegó para una ciudad que llevaba muchísimo tiempo demandando esa Primera División, llegó para esos seguidores que llevan toda una vida detrás de su Córdoba C.F, y ven en él una parte de ellos. Ahora ya tienen ese deseado ascenso, y por fin podrán pasear su nombre por la élite del fútbol español. Mucha falta le hacía este ascenso a Córdoba y al club, que le dará otra dimensión, y ahora todos aquellos cordobeses que reclamaban un equipo de Primera ya no tendrán excusa para engancharse al club de su ciudad.