En España aún quedan vestigios de la dictadura militar que rigió el país durante más de tres décadas. A pesar del paso del partido socialista por el Gobierno en dos ocasiones (con su correspondiente Ley de Memoria Histórica) y de los múltiples gobiernos regionales de distinto signo, basta una búsqueda en Google Maps escribiendo “Generalísimo Franco España” para ver la cantidad de calles y avenidas nombradas en recuerdo del que fuera autoproclamado Caudillo del país.
Pero no solo las vías públicas conservan la memoria de aquel régimen. Los edificios públicos, como son por ejemplo la mayoría de estadios de fútbol, también recibieron en aquel entonces nombres relacionados con el franquismo. Muchos de ellos cambiaron tras la llegada de la democracia. Pero no todos.
Es el caso del Ramón de Carranza, feudo cadista que debe su nombre al militar que fuera alcalde no electo de la ciudad durante la dictadura de Primo de Rivera y en los primeros meses de la Guerra Civil. El estadio fue construido en 1955 bajo la presidencia de José León de Carranza, hijo del homenajeado y también alcalde no electo de la ciudad.
En 2008 el Cádiz temió tener que cambiarlo por la Ley de Memoria Histórica de Zapatero, pero se mantuvo en gran parte gracias al apoyo del poder local. Lejos de ver en esas palabras un estigma que recuerda al régimen franquista, la mayor parte del cadismo y la sociedad gaditana lo entendía como un símbolo de la tradición, algo que siempre había sido así y debía seguir siendo. Lo que explica que populares y socialistas defendieran a una el mantenimiento de la denominación original del campo.
En la actualidad ni siquiera se debate un posible cambio en este aspecto. Por mucho que le pese a la chirigota de Kike Remolino, que le dedicó un pasodoble en la final del COAC 2014 (en el vídeo, a partir del 10:40), el Carranza es innegociable.
Otro estadio claramente ligado al franquismo es el de la UD Melilla. El Municipal Álvarez Claro debe su nombre a Rafael Álvarez Claro, presidente de honor del club con el que el equipo ascendió a Segunda División en la 1949/50, alcalde de la ciudad y procurador en las Cortes del régimen. Un hombre por tanto más que ligado al gobierno de la época que también ha superado los contratiempos que ponía la Ley de Memoria Histórica para su mantenimiento.
Asimismo, además de estos dos casos en que las personalidades que dan nombre a los estadios del fútbol eran personas directamente relacionadas con el régimen franquista, también hay muchos casos menos evidentes porque las personas en cuestión no estaban en contacto con el gobierno de manera tan directa, aunque sí eran afines o prestaron cierta ayuda. En este sentido se puede señalar a varios estadios más, aunque la mayoría evitaron mezclar su gestión deportiva con la política franquista. Un ejemplo no demasiado directo es el de Vicente Calderón, quien fue un empresario, como suelen decir los anglosajones, “hecho a si mismo” con simpatías por el régimen y buena relación con la administración de entonces, como demuestra la aprobación de Arias Navarro de que su estadio “sobrevolase” la M30.
Pero el de Calderón no es posiblemente el caso más flagrante de los que siguen vigentes. El más destacado posiblemente sea el que puede verse sobre las puertas del estadio del Sevilla: Ramón Sánchez-Pizjuán. Abogado de profesión y miembro del partido liberal, fue presidente del club en dos largas etapas (32-42 y 48-56) y por lo general trató de mantener deporte y política separados. Sin embargo, en la Guerra Civil la actuación del equipo no fue tan neutral. En dicho momento, la directiva del club trabajó para mantener a la mayoría de su plantilla, que no fue movilizada, y comenzó una gira por la zona sublevada que le llevó a jugar varias decenas de partidos. Aunque también toca señalar que Sánchez-Pizjuán en esta época ayudó a proteger no solo a sus jugadores sino también a algunos del Betis.
Estos cuatro son los principales ejemplos de estadios que siguen conservando nombres de la dictadura que rigió España entre 1936 y 1975, pero pueden estar seguros de que existen algunos más de menor importancia. Los anteriores son solamente los campos presentes en ligas entre Primera y Segunda División B que siguen haciendo referencia a agentes implicados en el franquismo, pero en las ligas inferiores este dato es mucho más difícil de rastrear y resulta más fácil que persista pasando desapercibido. Pero grandes o pequeños todos ellos comparten algo: un apelativo que hace referencia a personalidades de un régimen que apostó fuerte por el fútbol, pero no por los derechos de su población. Y cada año es más difícil que se dé un cambio en la denominación de estos estadios, puesto que el halo de la tradición cubre el significado de sus nombres.