Hace ya tiempo que el fútbol se convirtió en un negocio donde este deporte en sí es un producto de mercado y los equipos, la inmensa mayoría convertidos en empresas, agentes de dicho mercado. Así en el mundo del fútbol salvo las sensaciones de una hinchada, el sabor de una victoria, y la euforia tras conseguir un título, todo está tasado y tiene su precio correspondiente.
Con estas normas de juego cualquier archimillonario puede comprar el paquete mayoritario de acciones de un club y hacerse amo y señor de su destino. Ejemplos hay muchos, sobre todo en la Premier League donde exóticos benefactores han puesto sus manos en los hilos de varios clubes como es el caso de Abramovich y el de Al-Nahyan. Pero el Chelsea y el Manchester City tienen suerte porque sus propietarios tienen el objetivo de hacer grandes a sus equipos sin injerir ni tocar los valores tradicionales del club, como también ocurre en el París Saint-Germain de Al Thani o en el Fulham de Shahid Khan.
Otros equipos no han tenido la misma suerte y han caído en las garras de excéntricos millonarios que han querido hacer del club que han adquirido su coto privado. Uno de estos clubes está muy de boga tras la destitución de su técnico Malky Mackay. Es el caso del Cardiff City cuyo propietario, el multimillonario malayo Vincent Tan, ha ninguneado 114 años de historia y por capricho propio ha cambiado el escudo del club y los colores de la indumentaria del equipo pasando de azul a rojo. Así de rápido y de sencillo el magnate asiático impone su voluntad y deja sin sentido el apelativo de blue birds con el que era conocido el equipo y destruye los colores con los que se sentían identificados miles de cardiffian.
Pero si suena rocambolesca la historia de los enrojecidos blue birds por obra y gracia de Vincent Tan, la de Bulat Chagaev no se queda corta. Chagaev, oligarca checheno que hizo fortuna con los hidrocarburos, se hizo con el control del Neuchatel Xamax por 1,2 millones de francos suizos para su ‘divertimento’ como quien juega al antiguo PC Fútbol. Eso era lo que destilaba el exótico ‘benefactor’ ya que quería controlar el club a su antojo con constantes injerencias en la labor técnica intentando incluso imponer alineaciones algo que el técnico Joaquín Caparrós no consintió e hizo las maletas dejando su lugar a Víctor Muñoz. Sin embargo la anécdota más flagrante no ha sido confirmada, y es que según la prensa helvética, el magnate ruso bajó al vestuario con sus guardaespaldas armados para abroncar a la plantilla tras una derrota. El resultado final era previsible, el histórico club suizo que fuera fundado por el mítico Xam Abegglen desapareció por quiebra económica y el ‘bueno’ de Chagaev fue imputado por la justicia suiza por gestión desleal.
Pero tampoco tenemos que irnos tan lejos ya que en España un histórico que llegó a disputar una promoción de ascenso a Primera División como el Figueres sufrió la desavenencias de su propietario que lo trasladó a Castelldefels renombrándolo Miapuesta Castelldefels, historia reflejada en este reportaje de La Paradinha. Lamentablemente esta situación de que acaudalados empresarios compren clubes para hacer y deshacer a su antojo no tiene visos de remitir, y ahora mismo tenemos el ejemplo del Hull City cuya afición lucha por impedir que el propietario del equipo, Assem Allam, efectúe su última ocurrencia y lo renombre como Hull Tigers. El fútbol no es sólo negocio, es también sentimiento y pasión relacionado con unos colores, un escudo, una historia, y eso ni se compra ni se vende.