Absorbidos por la vorágine de las noticias de los fichajes fastuosos que preparan Barcelona, Real Madrid, Chelsea o el sursum corda, es posible que se nos esté escapando la gran revolución que se está produciendo a orillas del Duero en el país vecino. Y es que en Oporto, el conjunto de los dragones, vive aires de revolución para afrontar la inminente temporada 2014/15.
El conjunto portista durante los últimos veinte años ha seguido el son que marcaba su presidente Pinto da Costa, un gran gestor, pues compraba barato, vendía caro, y de mientras las figuras futbolísticas engrandecían para venderlas, se cosechaban varios triunfos normalmente en forma de títulos. Pero el pasado año, se vendió, como cada curso, a las grandes figuras como James Rodríguez, João Moutinho u Otamendi, y los recambios no fueron los acertados, ni los que se quedaron supieron dar el tipo, por tanto, el resultado fue una mala temporada, y un desorbitado aumento de quejas e infamias dirigidas al máximo mandatario del Oporto.
El bueno de Pinto da Costa, ya cada vez más lastrado de tanta responsabilidad, por primera vez ha cedido la parcela de gestión deportiva a otro, y ese otro es el español Julen Lopetegui, nuevo entrenador portista. Para renacer de sus cenizas la directiva del Oporto ha apostado por seguir el modelo inglés del mánager, es decir entrenador y director deportivo en una sola figura dicho a bote pronto, y para ese cargo han elegido al técnico vasco que tiene sus éxitos con la sub 21 española como mejor carta de presentación.
Así que Lopetegui llegó, vio las limitaciones del equipo y exigió a Pinto da Costa. Y no quiso firmar promesas como un nuevo James en Argentina o un nuevo Hulk en Japón, quiso realidades. Por eso hizo lo que los entrenadores de equipos ‘top’ hacen: cogió el telefono (se especula que habló por lo menos con Óliver, Tello, Illarramendi, Camacho, Adrián y hasta con Martins Indi), ejerció influencia, concilió voluntades y dejó el resto para los clubes. El camino más corto plantea principalmente dos problemas.
Uno de ellos es la gestión financiera. Los préstamos de Óliver y Casemiro (que no salen baratos) y el fichaje de Adrián (caro y además con 26 años), por ejemplo, no se ajustan al modelo de negocio en el que se había especializado el Oporto. El otro es la gestión deportiva, ya que existe el peligro de que el vestuario se parta en dos con la llegada de los ‘elegidos’ por Lopetegui.
Si lo primero indica que hay una prioridad inmediata por volver hacer un equipo campeón cueste lo que cueste, lo segundo plantea una dificultad que sólo puede ser resuelta por la capacidad de Lopetegui para demostrar que el equipo no lo ha hecho a golpe de listín telefónico y probar que está a la altura en el primer gran reto de su carrera.