Hace poco más de un mes, el 22 de junio, Uli Dávila hacía explotar de júbilo a miles de cordobesistas en un angustioso final en el estadio de Gran Canaria. El mexicano acababa de escribir junto a otros jugadores su nombre con letras de oro en la historia del club. Los jugadores fueron recibidos como héroes en la ciudad califal y no era para menos, todos se habían ganado el respeto de la afición, habían sacado de sus casas a una ciudad que creía que la primera división solo la verían por televisión.
Todos los jugadores, con Uli Dávila, Pedro o López Silva a la cabeza pasaron a la condición de ídolos, pero la realidad es que el Córdoba se encontraba ante el reto de confeccionar una plantilla competitiva para su vuelta a Primera División y muchos de ellos no habían sido importantes en el ascenso, ni reunían la calidad necesaria. Por ello la salida de los Pelayo, Nieto, Campabadall o de los Reyes era de esperar, más las cesiones de los más jóvenes para seguir fogueándose en la Liga Adelante, como son los casos de los hermanos Cruz y de Arturo.
La reestructuración de la plantilla pasaba a convertirse en una revolución, los que terminaron contrato no se les renovó, incluyendo a Pedro, el jugador más regular del último tramo de competición, pero con las excepciones de Garay y Gunino que van a continuar ya en propiedad del Córdoba tras terminar el periodo de su cesión. Lo de Pedro, sin ser todavía definitivo, escuece su no renovación, pero lo que sí es definitivo y ha caído como un jarro de agua fría es la marcha de Uli Dávila, que tras terminar su cesión por parte del Chelsea, no ha sido capaz de deshacerse del equipo londinense ni de conseguir una nueva cesión. El Córdoba como dijo Ferrer en rueda de prensa ya daba por perdido este año al mexicano, pese a que su máximo deseo era continuar en el club, pero las puertas se le cerraron definitivamente con el fichaje del uruguayo Gunino, que completaba el cupo de tres extracomunitarios en la plantilla.
El primero en llegar fue Deivid, procedente de Las Palmas, el equipo que el Córdoba había dejado en la cuneta en su ascenso, por lo que su fichaje llamaba a la polémica. A este le acompañó José Carlos, del Rayo Vallecano, Ekeng del Lausana y Fidel del Elche. El fichaje bomba saltó desde la ciudad del Turia, Fede Cartabia, el joven talento argentino que el pasado año despuntó en el Valencia. Otro delantero llegó cedido desde la Fiorentina, el brasileño Ryder Matos. La nota exótica la ha puesto el fichaje del japonés Mike Havenaar, del Vitesse holandés.
La renovación del equipo era necesaria y junto a estos siete fichajes, todavía faltan por llegar tres o cuatro jugadores más para completar una plantilla competitiva en el año del regreso a la liga de las estrellas después de 42 años, y que junto a los Xisco, López Silva o Caballero siga haciendo soñar a una ciudad con la posibilidad de permanecer unos años más en la máxima categoría del fútbol español.