Ayer sorprendía a todo el mundo la noticia de que un jugador de fútbol que acaba de retirarse se declarara homosexual. Hablo, como no, de Thomas Hitzlsperger, alemán de 31 años, que despuntó en equipos como el Aston Villa y el Everton, en Inglaterra, el Stuttgart (equipo en el que fue capitán) y el Wolfsburgo en Alemania, o la Lazio en Italia.
No sé cómo lo verán ustedes. Pero a mí, particularmente, me parece especialmente triste que sea noticiable el hecho de que una persona declare su homosexualidad. Supongo que la importancia radica en que es deportista y por tanto, famoso. Sin embargo, sigue una persona, como usted o como yo, que tiene una vida privada y unos sentimientos que a nadie más importan.
Por desgracia, el mundo del deporte, y especialmente, el ámbito futbolístico es aún cerrado y anticuado para según qué temas. Aún hoy, para algunos no parece comprensible que el mismo hombre que mete goles e ilusiona a una afición entera prefiera dormir con alguien de su mismo sexo, que con una hermosa y dotada mujer (de esas que salen en las contraportadas de algunos periódicos deportivos). Para meter goles hay que ser bien macho. Si no, te has equivocado de carrera.
Sinceramente, no creo que nadie pueda decir que el rendimiento de Hitzlsperger se haya visto en ningún momento afectado por su homosexualidad. Como el propio futbolista reconoce en una entrevista a una revista de su país, “nunca me he avergonzado de mi homosexualidad pero admito que muchos chistes sobre homosexuales que se hacen en los vestuarios no fueron fáciles de soportar”.
¿Y por qué se hacen chistes sobre homosexuales en los vestuarios? Me imagino que por la misma razón que algunos ignorantes hacen bromas de mal gusto y contenido racista. Todo proviene del miedo a lo diferente. Un miedo que debe erradicarse por completo. Estando ya en pleno siglo XXI y con los múltiples avances tecnológicos, el ser humano no puede permitirse quedarse estacando a la hora de ver como natural ciertos factores.
Qué importancia tiene si alguien es homosexual, gótico, gurú, hippie, musulmán, acérrimo cristiano o sencillamente “del montón”. Sea como sea, es persona. Como todos. Con derechos, sobre todo a la intimidad y a ser como le dé la gana. Nadie debería ser juzgado por sus ideales o por su manera de sentir.
Muchos clubes se enorgullecen de transmitir ciertos valores a través del fútbol. Unos valores que es imposible que existan en el mismo terreno que la intolerancia. Por eso, el reconocimiento de Hitzlperger ha traído felicitaciones de otras personalidades del deporte y hasta de la propia canciller alemana, Angela Merkel.
Habrá quien piense que el internacional alemán ha hablado tarde, pero según sus palabras, ha elegido este momento “por la proximidad de los Juegos Olímpicos” de Sochi, en Rusia. “Hacen falta –continúa- voces críticas contra las campañas que diversos gobiernos impulsan contra los homosexuales”. En países como Qatar (que será sede del mundial en 2022) mantener relaciones homosexuales se castiga con hasta 15 años de prisión. En otros, las condenas pueden llegar a la pena de muerte (caso de Irán y de Arabia Saudita).
El caso es que no son pocos los jugadores que han tenido que convivir con el estigma de que constantemente se les ‘acusara’ de homosexuales. Como si eso fuera un insulto o algo parecido. Hablo de casos como el de Guti, Míchel o Guardiola en España. Espero, de verdad, que la ‘valentía’ de Thomas Hitzlsperger sirva para algo y que el mundo del fútbol deje de negar la homosexualidad como algo natural, que existe en todos los ámbitos.