Una victoria ante la débil Liechtenstein, dos empates y una derrota, este es el balance de la Rusia de Capello en el comienzo de su andadura clasificatoria para la próxima Eurocopa. Algo preocupante si no quedara aún bastantes partidos en juego que sirvan para enmendar este mal comienzo. Si se escudriñan los resultados detenidamente, se puede concluir que no son tan malos. Un empate en Suecia es un resultado magnífico partiendo de la base que Suecia falló un penalti y jugó mejor, hasta es comprensible la derrota en Viena ante una Austria en pleno proceso de renacimiento. Lo que parece que es imposible de justificar es el empate ante Moldavia en casa. Esos dos puntos perdidos pueden ser significativos de cara a un futuro.
Pero lo peor parece no ser los resultados, sino la indecisión que muestra el italiano partido sí partido también. Capello no ha encontrado un esquema fijo que haga funcionar a la Sbornaya ni un once tipo que le de estabilidad al combinado, pues salvo los centrales y el portero, ha ido cambiando fichas en todos los puestos.
En el primer partido ante Liechtenstein, Capello fue continuista y puso el mismo esquema que había usado en Brasil 2014, un 4-4-2 con la pareja Kerzhakov-Kokorin arriba. Como apuestas interesantes el italiano incluyó en el once a Cheryshev (que llegaba en el momento de explosión con el Villarreal) de volante izquierdo o a Smolnikov en el lateral diestro, amén de volver a dar la titularidad en el centro del campo a unos de los jugadores con más calidad del combinado eslavo, Alan Dzagoev. En ese partido Rusia dominaba ante la inoperancia del rival pero su juego era espeso y no lograba definir, por lo que el técnico italiano dio entrada a la nueva sensación rusa, Artem Dzyuba. El delantero del Spartak de Moscú había empezado la temporada como un tiro y se había ganado la convocatoria a la selección rusa, y Capello viendo que las cosas no carburaban decidió darle entrada por Kerzhakov. Su entrada le dio otro aire al equipo: mayor movilidad para concretar mejores líneas de pase, entendimiento pleno con Kokorin, un penalti provocado, una asistencia y un gol. Rusia pasó de ganar a su rival de un triste 1-0 a un contundente 4-0. Fabio Capello parecía haber encontrado un comodín.
Entonces llegó el partido en tierras suecas, y el técnico italiano, quizá intimidado ante el ariete Ibrahimovic, prefirío cambiar el dibujo a un 4-5-1, poniendo de engache a un jugador que también sabe bregar en tareas defensivas como Shatov y cambiando a Dzagoev por un medio centro más hábil en la contención como es Fayzulin. En el aspecto ofensivo puso a Dzyuba como ariete confiado en la demostración vista en Liechtenstein y a Kokorin en el carril izquierdo, una posición a priori, que le quita efectividad al jugador del Dinamo de Moscú. El experimento salió mal y Rusia en grandes momentos del encuentro no dio la talla y las soluciones improvisadas de Capello: sacar excesivamente tarde a Dzagoev y sustituir a un despistado Samedov por un Grigoriev que se cambió la banda con Kokorin, no fueron efectivas. Aún así se escapó de ese mal partido con un punto que puede ser de oro.
Llegaba el partido en casa ante Moldavia y Capello apostaba por continuar con el mismo esquema planteado ante Suecia, pero con cambios de fichas. Algunas de esas variaciones eran bastantes extrañas. Para empezar se cambiaron los laterales. Smolnikov y Dmitri Kombarov (el mejor lateral izquierdo de la Premier rusa) dejaban su sitio a Parshivlyuk (el lateral derecho titular en el pasado mundial) y Granat. Bandas renovadas con la entrada de Ionov y la vuelta de Cheryshev y un ataque formado por Kerzhakov y Dzyuba, donde el exsevillista actuaba de segunda punta algo que le limitaba mucho y que le tenía mayormente en tierra de nadie. El resultado no acompañaba pues el empate que reflejaba el electrónico no le servía de mucho a la Sbornaya, así que Capello sustituyó a Kerzhakov por alguien con más frescura como Ozdoev y volvió al 4-4-2 metiendo a Poloz (que había sustituido a Cheryshev) en el ataque junto a Dzyuba, que supuso que las llegadas al área moldava, se incrementaran más. Pero la reacción llegó tarde y las esperanzas de llevarse los tres puntos fueron efímeras.
Y por último llegó el partido ante Austria, en el que Capello volvió asacarse de la chistera otro esquema. Ahora el italiano intentado imprimir más control del balón a su equipo ante la velocidad de hombres como Harnik o Junuzovic proyectó una especie de trivote formado por Gloshakov, Shirokov (buena noticia su regreso, aunque debió jugar más escorado en la banda) y Fayzulin con bandas muy dinámicas con Cheryshev y Shatov y arriba en punta Kokorin. Partido bastante aburrido en el que Austria hizo saber valer su condición como local y en el que Rusia se vio quebrada por el planteamiento de su seleccionador que aislaba a Kokorin y que hacía la conducción de balón más pesada. Resultado, el esperado, una derrota.
Hasta marzo no vuelve el combinado de Rusia a jugar partidos clasificatorios para la Eurocopa. Será ante un rival a priori inferior, Montenegro, pero con armas como Jovetic, Vucinic o Beciraj que podrían hacer cosquillas al cuadro ruso. De momento, Capello tiene más de tres meses para subsanar su indecisión