Que el fútbol femenino es algo que interesa poco o a muy pocos no es ninguna novedad, por desgracia. Parece que el deporte rey, al ser ‘inventado’ por hombres sólo pudiera ser practicado, entrenado, arbitrado, narrado o comentado por el espécimen masculino. El resto, sólo lo conformamos un par de locas que debemos tener alborotadas las hormonas para que nos guste eso del balompié.
Pero no es así. El fútbol femenino existe. Las mujeres a las que nos gusta este deporte también. Y las periodistas que pueden narrar o comentar un partido son muchas y tan valiosas como en el caso de los ‘machos’. Pero hoy me quiero detener en el primero de los ejemplos comentando un caso que, a buen seguro, no pasaría nunca en el fútbol masculino.
En el próximo mes de junio da comienzo el mundial de fútbol femenino de Canadá. Competición para la que se ha clasificado la selección española por primera vez en su historia. Supongo que un primer ejemplo de desigualdad sería revisar la cantidad, no digo ya de portadas, sino de pequeños espacios, dedicados a esta noticia en nuestros medios de comunicación. Si se ha comentado, ha sido ‘de pasada’.
Sin embargo, el no interés por el fútbol femenino va más allá. La FIFA eligió a Canadá como sede de este mundial y también decidió que los partidos se jugarían sobre césped artificial, siendo la primera vez en la historia que se disputa sobre este tipo de terreno de juego y con un aliciente de riesgo, ya que es más propicio para las lesiones de gravedad.
No me imagino a los altos dirigentes de la FIFA tomando decisiones que pudieran llevar a que jugadores como Cristiano Ronaldo, Messi u otras grandes estrellas se lesionaran. Se ha visto como la ‘iniciativa’ de llevar el mundial a Catar es un error extremo por eso de que sea en verano y las altas temperaturas del lugar. Se estaba estudiando, incluso, la forma de aclimatar los estadios o la posibilidad de que el mundial se juegue en invierno u otoño, opción que ha resultado ganadora tras el anuncio que hizo ayer la FIFA de que la final de este campeonato se jugará el 18 de diciembre. Aunque los clubes europeos ya se han mostrado contrarios a esta iniciativa, la nueva fecha otoñal cuenta con el apoyo del sindicato internacional de jugadores y de las confederaciones de la FIFA. Total, que al final se ha tomado la determinación, a priori, más lógica y que favorece a los jugadores hombres. Sin dejar de lado que seguramente sea lo que más beneficia al señor Blatter (principal impulsor de esta extravagante candidatura), hombre también.
El caso de Canadá vendría ser el opuesto al anteriormente explicado. Allí es el invierno el que hiela el paisaje y por ello los terrenos de juego se asientan sobre terreno artificial. Es lógico. Lo que no es lógico es que, por un lado, se elija esa sede sabiendo que ya tiene un problema de antemano. No digo que Canadá no tenga derecho a organizar un mundial, pero ha habido tiempo de sobra para ver cuál es la mejor solución para algo que debería ser ‘de cajón’: la salud y el bienestar de las jugadoras. Porque, por otro lado, las grandes inversiones que se estaban pensando hacer en Catar para aclimatar los estadios, también se pueden hacer en Canadá para lo mismo. Pero no, parece que el fútbol femenino no interesa como inversión.
Y para terminar con esta crítica, sólo quiero recordar otros dos artículos escritos en esta web en los que se hablaba de la diferencia entre los sueldos de las jugadoras de primer nivel y los de los galácticos antes nombrados, por ejemplo, o del caso de las futbolistas de la Selección española, quienes tienen sus dietas por desplazamientos congeladas a la irrisoria cantidad de 25 o 40 euros (territorio nacional o extranjero respectivamente) desde 1995.
No me queda más que terminar diciendo lo mismo que al principio. El fútbol femenino es algo que no interesa. Pero no, no quiero concluir con un mensaje tan negativo. Y menos cuando existen portales que empezamos a darle la importancia que merece, o televisiones, como Gol Televisión, que entiende que sí tiene tirón un partido disputado por mujeres. La ‘lucha’ debe seguir, porque cada uno debe hacer en esta vida lo que le gusta independientemente de su género. Y hay cosas que, aunque no nos parezcan de sentido común, ocurren, como el hecho de que las mujeres recibamos menor salario que los hombres por desempeñar el mismo trabajo, o, en este caso, que unas jugadoras vayan a ser menospreciadas por una organización por el simple hecho de ser mujeres.