“Los árbitros en España son lamentables”, “su actuación es bochornosa”, “favorecen siempre al ‘grande’ y perjudican al pequeño”, “esto en la Premier no pasa”… Éstas y otro centenar de expresiones son las que se pueden escuchar habitualmente todos los fines de semana y lunes en los bares, trabajos y reuniones de cada rincón de España. Y no les falta razón a quienes las emiten.
Evidentemente, el arbitraje nacional está a la cola en lo que a profesionalidad se refiere. Queda mucho recorrido y conocimientos por delante para comenzar a vislumbrar ciertos atisbos de buenas prácticas. Aunque en torno a esta afirmación caen dos vertientes en la que un porcentaje elevado de la sociedad seguro estará de acuerdo. Frente a la ineficacia de los colegiados patrios corre un pensamiento paralelo que defiende la dificultad que requiere arbitrar en un estadio repleto de personas (aunque cada vez haya menos) que, incesantemente, no paran de increpar. Y que, haga lo que haga, si la acción no beneficia al equipo local, que se prepare. Todo ello sin contar a los 22 jugadores de campo que, como si alguno de ellos hubiese sido capaz de leerse el reglamento entero, se creen aptos para pitar mejor que como lo hace el colegiado.
No obstante, no sé si alguien se ha parado a investigar y leer lo que cada trencilla español ingresa por sus servicios prestados durante los 90 minutos. Ojo, porque entre tanto Cristiano, Messi, Bale y la millonada que cobran todos y cada uno de los profesionales del balompié habita una especie, en absoluto en extinción, que se lucra sobremanera por ejercer de forma muy cuestionable una profesión.
Los Muñiz Férnandez, Hernández Hernández, Clos Gómez, Teixeira Vitienes y toda su camarilla se embolsan unos 200.000 euros anuales por convenio. Pero, para que esta cifra sea aún más abrumadora, el desglose hará que más de uno se lleve las manos a la cabeza. Los árbitros de Primera división ganan unos 10.000 euros fijos al mes. Aunque la cosa no queda ahí, puesto que pitan una media de dos encuentros al mes, donde su cuenta bancaria se ve incrementada en un total de 3.438 euros en cada uno de ellos. ¿Suficiente? Pues aún hay más. Cada árbitro cobra 53 euros en dietas, contando con que deben pernoctar en cada ciudad donde le toque pitar. Y, si no viajan en avión (en primera clase, por supuesto), obtienen 0,19 euros por cada kilómetro recorrido con su coche. Algo, por el contrario, no visible habitualmente en la ‘Liga de las Estrellas’. Dentro de toda esta vorágine de cifras y sueldos despampanantes habría que hacer otras escisiones especiales, de las que gozan sólo algunos de los ‘referees’ nacionales. Y es que, sus nóminas, entre pluses y extras, obtendrían un beneficio de 40.000 euros por dirigir algún choque de designación UEFA o FIFA. De traca.
Lo mejor de todo ello es que, por si fuera poco, un árbitro no está obligado a ejercer este trabajo de forma única y exclusiva, que quede claro. Por ello, un colegiado de la ‘mejor liga del mundo’ bien podría ser inspector o responsable de administración, véase los casos de Álvarez Izquierdo y Clos Gómez, respectivamente; funcionario del Estado, un empleo muy habitual entre el colectivo arbitral, ya que hasta siete trencillas practican esta profesión; empresario, como es Fernández Borbalán; gerente, como es la situación del mayor de los Teixiera Vitienes, puesto que su hermano pequeño es visitador médico… Y así todos. Personas con dos trabajos, uno bien pagado y que les da para vivir, otro que les inyecta un plus abusivo que los impulsa a ser ricos.
Y todo ello para que después, cuando cuelguen el silbato, se encasillen en algún medio que se autodenomine deportivo a ocupar el puesto de un profesional de la información que seguramente sea más útil, lógico y profesional. Zapatero a sus zapatos.