En algunas ediciones de uno de los dos grandes vídeojuegos de temática futbolística, el Pro Evolution Soccer, se puede ver en la grada la pancarta «Who ate all the pies?» (¿Quién se comió todas las tartas?) un lema que a simple vista parece no tener relación alguna con el mundo del fútbol, si se indaga un poco se descubre que es el cántico que utiliza la hinchada inglesa para señalar a un futbolista pasado de peso, y ese cántico, como todo, tiene un origen: William Henry Foulke.
A finales del siglo XIX cuando el fútbol era aún incipiente, Foulke era el portero más ‘grande’ de esa época… si nos atenemos a cuestiones de volumen y tamaño. Su constitución física le hacía el guardameta más famoso de toda Gran Bretaña en un momento en el que el puesto de cancerbero era el que menor especialización contaba, de ahí a que pudiera desarrollar su juego a pesar de su ‘pequeño’ problema de peso.
Nacido en 1874 e hijo ilegítimo de la joven Mary Ann Foulke, William fue criado por sus abuelos maternos en la pequeña localidad de Blackwell, en el corazón del condado de Derbyshire, y parecía que su vida, como la de muchos muchachos ingleses, iba a estar ligada a las minas de carbón pero su altura inusual (1’93 metros) y su vocación deportiva (le encantaba el críquet y el fútbol) hizo que virara su destino. La propensión para el exceso que le llevó a su sobrepeso fue siempre su seña de identidad y ya lo demostró al inicio de su carrera cuando con diecinueve años, en un amistoso entre su equipo el Blackwell Miners y el Derby County una salida mal calculada le arrancó, con el golpe, varios dientes a John Goodall, estrella de los ‘carneros’ y delantero titular de la selección inglesa.
Aún lejos de la corpulencia con la que terminaría su carrera, el joven William demostraba además de valentía y fuerza una inesperada agilidad impropia de su estatura. Impresionados con su actuación en el citado amistoso, los directivos del Derby County le propusieron un contrato semiprofesional una vez terminó el partido.
La propuesta era tentadora, pero Foulke, aconsejado por su hermano, decidió esperar que su fama llegase a otros clubes. Y acertó de pleno, pues unas semanas más tarde, a pocos días de su vigésimo aniversario, fue contactado por un árbitro que trabajaba como ojeador en sus ratos libres que le hizo llegar una propuesta profesional del Sheffield United en la que le daba cinco libras de inmediato, más una suma significativa por cada partido en que participase.
El hombre que se comió todas las tartas
El ascenso de Foulke en la portería de uno de los grandes clubes ingleses se desarrollaba en paralelo con el aumento de registros en la báscula. William pesaba 84 kilos cuando llegó a las filas de ‘The Blades’. 90 en 1896. 124 en 1899. 145 en 1902 y cerca de los 160 en 1905, cuando abandonó el Sheffield United para fichar por el Chelsea, por aquel en el segundo escalón liguero.
En un segundo plano quedó un palmarés digno, con dos Copas de Inglaterra (1899 y 1902), un título liguero (1898) y una internacionalidad con la selección inglesa, en una goleada de 4-0 a Gales en 1897. Pues más que los trofeos y conquistas, fueron las peculiaridades físicas y de carácter, las que le garantizaron la posteridad. Foulke siempre es recordado cuando los ‘hooligans’ entonan el cántico del que él fue el primer objetivo: «Who ate all the pies?/Who ate all the pies?/You fat bastard!/You fat bastard!/You ate all the pies» (¿Quién se comió todas las tartas?/¿Quién se comió todas las tartas?/ Tú, gordo cabrón/ Tú, gordo cabrón/ Tú te comiste todas las tartas).
Foulke nunca tomó en consideración esos cánticos y siempre mostraba su cara más amable a los aficionados. Tanto es así que solía ‘contribuir’ al espectáculo, arrancando sonrisas a los espectadores al colgarse del travesaño de forma un tanto simiesca en los períodos muertos del partido. Y ocurrió, no sin sorpresa, que en febrero de 1897, en un amistoso entre los dos equipos de Sheffield (United y Wednesday), Foulke, por entonces ya cariñosamente apodado como ‘Fatty’ (gordito), partió por la mitad el travesaño de una de las porterías y no lesionarse de milagro.
Ese carácter afable y bonachón era reservado para los aficionados, porque en el terreno de juego su temperamento era difícil de llevar siendo muy frecuente que tuviera ‘explosiones’ que le hacían meterse en más de una trifulca, algo que ayuda a explicar el hecho de no haber vuelto a jugar con la selección inglesa, a pesar de ser durante una década, o portero más famoso de las Islas Británicas.
La más célebre de esas explosiones de furia ocurrió en septiembre de 1898, en un encuentro contra el Liverpool. En un momento específico, Foulke consideró que un choque con el delantero de los ‘reds’, George Allan, no había sido accidental. Como represalia, cogió a Allan por los pies, levantó sus brazos y arrastró su cara por el barro. Ante esto el árbitro señaló un penalti que le costó la victoria al Sheffield United.
Cuando firmó por el Chelsea londinense su forma desaconsejaba la práctica deportiva y los kilos empezaban a pasar factura a sus articulaciones. En 1907, con 33 años, terminó su carrera después de jugar una campaña en el Bradford City. Su estilo de vida de excesos alimentarios y el gusto por el ambiente nocturno, no le permitieron una jubilación tranquila. Se instaló en la ciudad balneario de Blackpool y durante un tiempo, ganó dinero con un puesto de atracciones, en la que tenía que detener los penaltis de los veraneantes. Después, volvió a Sheffield, donde pasó a regentar un bar, el Duke Inn.
El alcóhol fue el exceso final, en una vida totalmente excesiva. El mayor portero de su tiempo (y de todos los tempos, en cuestión de tamaño y peso) sufría de aterosclerosis (arterias obstruidas por sustancias grasas) e hipertensión, pero acabó por morir de cirrosis, con sólo 42 años. Sin embargo su legado perdura hasta nuestro días gracias a un cántico y a una pancarta en un famoso vídeojuego.