La UEFA acaba de anunciar una sospechosa flexibilización, con efectos inmediatos, de algunas de sus normas relativas al ‘fair play’ financiero, tan sólo dos años después de haber entrado en vigor la regla relativa al ‘break-even’, que obliga a los clubes a equilibrar sus gastos y tener un balance económico saneado cada año.
Una medida que garantizaba el comportamiento correcto del fútbol (al fin al cabo los equipos son empresas y si incurren en malas gestiones deberían correr la misma suerte que otras empresas de diversa índole) se vuelve de una tibieza sorprendente. El argumento que sostiene el mayor organismo futbolístíco europeo es el de atraer nuvos inversores y permitir la aparición de más clubes competitivos, en un momento en que los organismos nacionales son los que imparten justicia (cabe recordar que ha sido la LFP quien descendió al Elche por impagos y que era esta la que decidió el no sancionar al Almería contradiciendo a la UEFA) y que otros mercados, como el asiático, comienzan a convertirse en más competitivos, siendo capaces de disputar jugadores codiciados por clubes europeos (especialmente el fútbol chino con fichajes sorprendentes como el de Paulinho por el Cantón Evergrande o el de Demba Ba por el Shanghai Shenhua).
Esto radica, según Michel Platini, en que nos encontramos en un escenario político con menos medidas de austeridad que en años anteriores (aunque depende del país al que te refieras). «El objetivo de nuestras políticas se mantienen. Estamos saliendo de un período de austeridad acentuada y entrando en otro en el que podemos ofrecer más oportunidades para el crecimiento sostenible y el desarrollo», se defendió el máximo dirigente de la UEFA.
Es cierto que el fútbol europeo se encamina en un ciclo donde los grandes clubes (y aquellos que son ejemplos de buena gestión, como puede ser el Villarreal) son los que copan el espectro futbolístico al ser siempre ellos los que logran los títulos, juegan las grandes competiciones y firman a los ‘cracks’ del momento mientras que los otros clubes, algunos de ellos históricos, pelean por subsistir con la amenaza del descenso administrativo o la desaparición latente. Sí, eso es cierto, pero esto no se radica relajando el ‘fair play’ financiero que es una medida equitativa que no mira el ‘quién lo ha hecho’ sino el ‘qué ha hecho’, sino más bien abogando por otras medidas equitativas, como un reparto equilibrado de los derechos televisivos (al estilo alemán o inglés), poniendo trabas a los grandes clubes que esquilman las canteras de los clubes más pequeños o combatir el tráfico de influencias del G-14. Así el futuro de un fútbol más justo estaría garantizado.