La transferencia millonaria de Carlos Bacca (que aportará 30 millones a las arcas sevillistas con un beneficio de 27… Monchi lo volvió hacer) retumbó con fuerza en los titulares de la prensa hispalense e italiana. Una vez perdida la opción de firmar a Jackson Martínez que decidió fichar por el Atlético Madrid, el Milan apostó todo esos millones que tenía previsto gastar en los goles del compatriota del exjugador del Oporto.
La trayectoria futbolística de Bacca transcurre a la velocidad que sube sus registros goleadores, o a la velocidad explosiva que muestra a la hora de perforar una portería: deprisa, muy deprisa. Llegó a Europa en el mercado invernal de la 2011/12 gracias a su fichaje por el Brujas, y en sólo tres campañas y media se ha ganado el acceso al club de delanteros de excelencia, siendo otro ejemplo más del momento dulce que vive el fútbol colombiano con respecto a activos ofensivos.
Ese instantáneo ascenso y fulgurante progreso del ya exdelantero sevillista hace que no se necesite retroceder demasiado en el tiempo para ver los humildes orígenes del delantero ‘cafetero’ donde ejercía de cobrador en un autobús (iba de asiento en asiento, cobrando el precio del billete a los pasajeros) o ayudaba en la profesión familiar vendiendo el pescado que su padre pescaba por las calles de Barranquilla.
Bacca tuvo una infancia durísima y además no es el típico futbolista que jugaba al fútbol de niño en equipos con la esperanza de ser profesional pues él empezó en un club de fútbol a los 22 años en el Junior de Barranquilla, ya que lo que primaba en su vida era una narrativa de supervivencia y de la lucha contra una sombra de amenaza llamada pobreza y dejaba para otros los sueños de alcanzar un futuro con la pelota.
De los campos de albero de Puerto Colombia a Europa
La historia de Carlos Bacca comienza en la pequeña localidad de Puerto Colombia, cerca de la gran ciudad de Barranquilla (hogar de la ilustre Shakira o la afamada actriz Sofía Vergara). Allí Eloísa y Gilberto, las padres de Carlos, viven en una pequeña casa de dos habitaciones en el Barrio Norte 2. Gente humilde y trabajadora, los que ganan al mes les permite comprar los productos básicos para alimentarse y poco más.
Carlos pasa su infancia saltando de casa a la escuela y de la escuela para el pequeño campo de albero de San Francisco. Polvoriento, irregular, sin condiciones mínimas para la práctica del balompié pero con una localización fantástica, pues se encuentra a tan solo 25 metros de la casa del pequeño Bacca. «Muchas veces él sólo comía a la noche. Tomaba un vaso de leche a la mañana, pasaba todo el día en ayuno y a la noche cenaba» revela Eloísa. «En la escuela era inteligente, pero algo rebelde. Nosotros queríamos que aprendiese inglés pero Carlitos respondía siempre lo mismo: ¿para qué?, si nunca voy a salir de Puerto Colombia», confiesa la madre de Bacca.
De hecho a los 20 años Carlos Bacca no conoce nada más allá del sitio donde nació y creció, y es entonces cuando creyendo que su futuro estaría allí, decide ayudar en el sustento familiar. «Un día se acercó a mí y me dijo que quería ayudar a la familia, entonces consiguió un trabajo de cobrador de autobús y además pescaba conmigo todos los días en el muelle de Puerto Colombia» recuerda Gilberto, su padre.
El fútbol era una mera distracción, un hobby inocente en la vida de Bacca. Pero los días de pescar y vender la captura del día y del sudor depositado en los autobuses acabaron de forma abrupta. «Las puertas del fútbol estaban cerradas, pero cierto día un amigo de mi padre me invitó a hacer un test con el Junior de Barranquilla. Yo tenía 20 años y poca experiencia, pero tuve mucha suerte y les gusté. Después fui cedido a varios clubes pequeños hasta que en 2009 volví al Junior. Todo cambió para mí y para mi familia», rememoró Bacca en una entrevista de Rafael Pineda en El País.
Carlos deja de realizar la ruta Barranquilla-Pradomar-Puerto Colombia del Expreso Colombia Caribe, el olor a pescado abandona sus manos y apuesta todo por el fútbol. Tras su cesiones al Barranquilla y al Minervén, consigue 45 goles en tres campañas con el Junior y llama la atención de varios clubes europeos. «Viví una infancia dura, difícil. Mis padres no tenían recursos, pero me dieron una excelente educación. Sabía que no les podía fallar y me aferré a la oportunidad europea con mucha seriedad» revela Bacca.
Campaña y media en el fútbol belga (54 partidos/31 goles), y dos años de ensueño en el Sevilla (108 partidos/48 goles) le ha supuesto el fichaje millonario para un histórico que quiere resurgir el AC Milan. Ahora el bueno de Bacca no echará las redes sobre los peces del Caribe, sino sobre las porterías rivales de la Serie A.