Hace pocos días se publicaba un artículo en La Paradinha sobre que la Liga española había sido la más desigual, y no sólo entre sus homólogas europeas. Así, la competición nacional se ha convertido en un torneo en el que, rara vez, el título de campeón no se disputa entre dos equipos. Una de las posibles causas de esta circunstancia es la solvencia económica que tienen los equipos españoles no solo ya para hacer fichajes sino para intentar competir al mismo nivel que los grandes.
Hablando pues en términos económicos hay que matizar que según los datos de un informe elaborado por el Consejo Superior de Deportes (CSD) la deuda de los equipos españoles ascendería a 738,5 millones de euros (para los clubes de Primera y Segunda en el ejercicio correspondiente a la temporada 2012/2013). Sin duda una cifra más que preocupante.
Haciendo un poco de memoria se puede analizar cómo en los años 90 el gobierno español trató de solucionar el problema de la deuda que por aquel entonces ya existía. En aquel contexto se aprobó la Ley 10/1990 del Deporte, cuyo objetivo era obligar a que los clubes se convirtieran en SAD (Sociedad Anónima Deportiva) para así garantizar su transparencia económica.
Hay que mencionar que, cuando se promulgó la nueva legislación, sólo cuatro clubes españoles pudieron demostrar unas cuentas saneadas y por ello, aún a día de hoy, no son SAD. Se trata de Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna. El resto de equipos tuvo que hacer un gran esfuerzo por adaptarse a los nuevos resquicios legales y, muchos de ellos sufrieron descensos administrativos, e incluso la desaparición, por lo que el objetivo de la legislación estuvo muy lejos de alcanzarse.
En cuanto a casos de descensos administrativos hay varios a lo largo de la década, como por ejemplo los dos que sufrió el Real Murcia. El primero ellos nada más entrar en vigor la nueva ley. En 1992 el equipo jugaba en Segunda División y ya algunos de sus jugadores habían protestado por impagos. A pesar de que la entidad intentó buscar acuerdos con empresarios y entidades locales para sufragar sus deudas, todo fue en balde y descendió a Segunda Divisón B merced a que sus socios rechazaron el Plan de Saneamiento de reconversión en SAD que había diseñado la RFEF. El segundo de ellos tuvo lugar de manera más reciente. El año pasado la LFP volvió a sancionar al Real Murcia (con polémica judicial incluida), que jugaba nuevamente en la división de plata, a bajar de escalafón, donde militará el próximo curso.
Otro ejemplo de descenso administrativo es el del Sabadell. En el curso 92/93 también se transformó en SAD y, aunque su descenso a Segunda B fue por méritos propios, al año siguiente se consumó su llegada a Tercera por los impagos. En la actualidad, ha vuelto a Segunda B tras jugar cuatro años nuevamente en la Liga Adelante.
También en la zona catalana se encuentra el caso del Palamós (segundo club más antiguo de España tras el Recreativo de Huelva), equipo de la ciudad homónima gerundense. Al principio de los años 90 el Palamós vivió sus años de gloria con seis años consecutivos en Segunda y consecución de títulos incluida (en 1992 ganó la Copa Generalitat, actual Copa Cataluña). Sin embargo, en la temporada 94/95 el club perdió la categoría y, por los impagos, descendió hasta Tercera, donde juega actualmente.
De equipos catalanes pasamos a clubes de la ciudad de Burgos, donde encontramos dos ejemplos de equipos descendidos por sus deudas. El primero de ellos es el Real Burgos, para el cual también comenzaron los problemas en la temporada 92/93. Ese año, tras los malos resultados, el equipo descendió a la categoría de plata y al año siguiente, con una situación de crisis agudizada por la obligatoriedad de convertirse en SAD bajó matemáticamente a Segunda B a lo que se le añadió un descenso administrativo más, dando con sus huesos en Tercera. Tal era la situación del club burgalés que en el curso 94/95 no compitió y todo apuntaba a su desaparición. Sin embargo, al año siguiente volvió para competir en Tercera y consiguió mantener la categoría, aunque tras finalizar la temporada, se mantuvo varios años inactivo. Más de una década después, en 2011, el Real Burgos volvió al panorama fútbol empezando a competir en la categoría de regional, donde actualmente milita.
El segundo equipo de la ciudad castellano-leonesa es el Burgos CF. En este caso el descenso se produciría en la temporada 2001/02. Por aquel entonces, José María Quintano, presidente de la entidad se rehusaba a convertir el club en Sociedad Anónima Deportiva, lo que llevó al equipo hasta Segunda B y a él lo obligó a dimitir. Años más tarde los malos resultados llevarían al Burgos CF hasta la Tercera División y, por los impagos, estuvo a punto de descender a las categorías regionales. Actualmente, y tras varios vaivenes entre las dos categorías, milita nuevamente en la Segunda Divisón B.
De la comunidad de Castilla León pasamos a Galicia, más concretamente a Santiago de Compostela, donde encontramos a un equipo que se paseaba en Primera por los años 90, la Sociedad Deportiva Compostela . Una de las crisis le sobrevino en el año 2002/03, cuando el equipo había vuelto a Segunda tras un año en la categoría de bronce. A pesar de que la plantilla estuvo toda la temporada sin cobrar, la entidad gallega consiguió el noveno puesto. Sin embargo, la justicia intervino para que esas deudas fueran pagadas y el equipo se vio relegado a Segunda B. Años más tarde, esas mismas deudas lo llevarán hasta Preferente e incluso a la liquidación del club. En 2011, una nueva directiva intenta poner de nuevo en marcha este barco y a día de hoy milita en Segunda B.
Volviendo nuevamente al centro de España se encuentra el caso del Guadalajara, equipo que descendió en la temporada 2012/13. En este caso, la pérdida de categoría se produjo tras una denuncia de la LFP en la cual se acusaba al club de una serie de irregularidades en la ampliación de capital (requisito para convertirse en SAD) que tuvo lugar en 2011. Ante estos hechos, se decide abrir un expediente administrativo al club y presentar una querella contra el presidente Germán Retuerta. A pesar de ello, la plantilla consigue alejarse de todo ese ruido y certificar matemáticamente su permanencia en Segunda. Sin embargo, el ente liguero llevaría adelante el descenso administrativo. La entidad recurrió tal hecho sin demasiada suerte y, aunque acudió a la justicia ordinaria, decidió inscribirse en Segunda B, donde juega actualmente.
Terminando con los ejemplos de equipos descendidos por impagos se localiza uno que ha ocurrido esta misma temporada. Se trata del caso del Elche, que tras militar dos temporadas en la Liga BBVA, y habiendo salvado la categoría este curso, se ha visto relegado hasta Segunda (siendo el primer descenso administrativo de Primera a la división de plata del fútbol español) no sin polémica. Como se indica, esta temporada el club ilicitano quedó en decimotercera posición, lo que le aseguraba otro año en la máxima categoría. Sin embargo, la directiva no saldó la deuda con Hacienda y se solicitó su descenso. Posteriormente, Juan Anguix se convertiría en nuevo presidente del Elche y saldó la mencionada deuda, por lo que exigía la vuelta de la entidad a Primera, algo que no consiguió, viéndose obligado a abandonar su cargo porque el club seguía endeudado con los jugadores y eso podría acarrear otro descenso. Finalmente, gracias a un grupo de empresarios, el Elche se mantendrá el próximo curso en la Liga Adelante tras pagar su deuda.
Tras hacer este recorrido parecería que varios clubes han pasado por situaciones bastante difíciles por mantener esas deudas con la Hacienda, la Seguridad Social o los jugadores. Pero también existen casos más extremos, ejemplos en los que la entidad no ha podido resistir y se ha visto abocada a su desaparición, con todo lo que ello conlleva para el fútbol y especialmente para la afición.
En cuanto a equipos que han desaparecido por sus impagos cabe citar dos ejemplos. El primero de ellos es el Sestao Sport Club. Fundado en 1916, en sus 80 años de existencia militó 31 temporadas en Tercera División, diez en Segunda División B y diecisiete en Segunda. Llegada la época de los 90, en 1992 el club vasco se convierte en SAD y, a los problemas deportivos se le unen los de corte económico. La entidad adeudaba una ingente cantidad y a pesar de buscar apoyos en el consistorio y empresas locales, nada dio resultado y 1996 sería descendido administrativamente a Tercera División, hecho al que luego se le sumó su desaparición. Ese mismo año se funda otra entidad bajo el nombre Sestao River Club que empezaría a competir en las categorías más bajas hasta llegar, poco a poco, a Segunda B, donde juega actualmente.
El segundo, es el de CP Mérida. Fundado en 1912, consiguió estar dos temporadas en Primera, siendo la última la del curso 97/98. En Segunda mantuvo el nivel competitivo, pero la entidad ya tenía graves problemas económicos en los que entraban los impagos a jugadores y la inversión para la remodelación de su estadio. Todo ello supuso su descenso a Segunda B, pero como no llegó a un acuerdo para refinanciar su deuda, despareció en septiembre del año 2000, tomando ‘su lugar’ su filial el Mérida Promesas, renombrado como Mérida UD. A este nuevo proyecto tampoco le fue bien y en el año 2012, el club fue nuevamente liquidado por no hacer frente al pago del concurso de acreedores al que se había acogido anteriormente. A día de hoy (tras refundarse nuevamente), ha conseguido el ascenso deportivo a Segunda B (tras varios años en Tercera) bajo el nombre de Mérida Asociación Deportiva.
Este recorrido histórico de descensos administrativos constata que la estrategia del gobierno para conseguir que los equipos fueran entidades solventes sólo ha servido para hacer más grande el problema, pues la deuda de los clubes aún existe, aumentando cada día. Es más, a día de hoy hasta los dos grandes clubes están bastante endeudados con las arcas del estado y su condición de ‘intocables’ (condición de una gestión más opaca por no ser una SAD) hace difícil imaginar un descenso de categoría por impagos, fortaleciendo un sistema injusto que lo único que traerá serán más problemas a la larga. Urge por tanto un cambio de modelo en el que el fútbol español sea más equilibrado, más saneado y por ende más justo.