No están siendo buenos momentos para los periodistas deportivos que se dedican a la cobertura del fútbol. Si la semana pasada un histórico club de fútbol como el Glasgow Rangers vetaba a un periodista de la BBC, recientemente se ha dado una vuelta de tuerca y se han sobrepasado los límites, pues se ha llegado a la violencia y al asesinato.
Los hechos han ocurrido en Azerbaiyán originados por unos comentarios realizados por el periodista Rasim Aliyev sobre la actuación del futbolista que ha ocasionado el malestar de un sector de la afición (aunque mejor decir que son salvajes inhumanos en vez de aficionados) que han mostrado sus desavenencias a base de agresiones físicas que combinadas en una paliza brutal han segado la vida del periodista azerí.
La situación fue la siguiente. El futbolista Javid Huseynov, capitán de la selección de Azerbaiyán, en un partido de la fase previa de la Europa League entre su equipo, el Qabala y el Apollon Limassol chipriota sacó a relucir una bandera turca (cabe recordar que la mitad de Chipre está en manos de la República Turca del Norte de Chipre, estado no reconocido internacionalmente opositor al otro estado que rige la otra mitad de la isla, de etnia griega) para provocar a los grecochipriotas y congratularse con los nacionalistas azeríes (los azeríes y los turcos son pueblos túrquicos). La actuación de Huseynov levantó las críticas de Aliyev que defendió que el jugador debía ser sancionado con varios partidos por la UEFA por incitación al odio, un comentario que ha sido cuasi póstumo.
Ante esta lamentable situación cabe medidas ejemplares por parte de la UEFA y hasta del gobierno de Azerbaiyán, pues no sólo se ha acabado con una vida, sino que se ha atentado con algo tan vital para la libertad de los individuos que es la propia libertad de expresión. La barbarie y la sinrazón nunca deben ser justificadas y hay que combatirlas con todos los medios. Si no todo los logros y derechos conseguidos en una lucha que ha llevado décadas pueden desaparecer de un plumazo.