Tras 31 años de espera, el Athletic de Bilbao por fin alzó de nuevo un título. Estamos viviendo una época de ‘revivals’ pues cuando el más férreo pesimismo se cierne sobre un club con una sequía importante sus aficionados no creen que vuelvan a ver un título en sus vitrinas, pero como todo las rachas están para romperse, así el Athletic como el Sevilla (58 años de sequía), el Valencia con respecto a la Liga (31 años entre la cuarta y la quinta liga) o la Selección Española (44 años ‘de vacío’) rompieron sus rachas.
El hecho de romper una racha sin éxitos tan larga es un hecho que debe ser conmemorado como se merece (tampoco hay que pasarse como hacía Lopera en 2005 que sacaba pasear la Copa del Rey a cada momento) ya que son varias las generaciones de ‘leones’ que nunca han visto a su Athletic alzar al cielo bilbaíno (sólo tres futbolistas de la actual plantilla del club vasco nacieron antes del, ahora, penúltimo título) por lo que, como mandan, los cánones esta Supercopa tiene que ser sacada por la tradicional gabarra y surcar la ría de Nervión.
Sin embargo, por cuestiones de fechas (el jueves el Athletic juega contra el Zilina eslovaco en la fase previa de la Europa League) el club ha desestimado sacar la mítica gabarra y limitar las celebraciones a actos institucionales (e insulsos) como la ofrenda a la Virgen de Begoña o las visitas al Ayuntamiento y a la Diputación Foral, cercenando así todas las ilusiones de aquellos aficionados que nunca han visto la mítica embarcación navegar por la ría.
Esta decisión es un contundente error. Un club (y más el Athletic que no es una S.A.D.) se debe a sus aficionados, a su filosofía, a sus tradiciones, a todo lo que conforma su identidad, por lo que negar a toda una afición fiel que ha vivido momentos trágicos (como el coqueteo con el descenso a Segunda División) un acto que conforma la esencia del Athletic, es dispararse un tiro en el pie. Esperemos que el siguiente título del cuadro vizcaíno caiga pronto y por fin podamos ver la mítica gabarra.