La estrepitosa derrota el pasado domingo en el Allianz Arena frente al Bayern parece haber ensombrecido un tanto el notable estreno del nuevo Borussia Dortmund de Thomas Tuchel. Hasta ese momento, únicamente dos empates en sus dos compromisos anteriores, ante Hoffemheim a domicilio y ante el sorprendente Darmstad en el Signal Iduna Park, le habían privado del pleno de puntos. Y es que, hasta hace apenas diez días, el Borussia llevaba una marcha intachable: cinco victorias en otros tantos partidos de Bundesliga.
Como la vida misma, el fútbol es cuestión de ciclos. Y, en el caso de los entrenadores, lo ideal sería prever cuando va a terminar un ciclo para marcharse antes de que los resultados terminen por echarle a uno. Pero, salvo que haya señales evidentes de desgaste, resulta tremendamente complicado prever cuándo tal circunstancia va a suceder. Pep Guardiola y el Barcelona son un ejemplo perfecto de esto: más allá de no haber obtenido título alguno en su última campaña en el Nou Camp, Guardiola vio señales en el vestuario que le indicaban que su ciclo allí había concluido. Y optó por abandonar. Y, posiblemente, tomase la decisión correcta.
El extremo opuesto es Jürgen Klopp y el Borussia de la temporada 2014/15. Muy probablemente, Klopp no tuvo indicios que le llevaran a pensar que su etapa en Dortmund iba a finalizar de forma tan abrupta como lo hizo, especialmente si nos referimos a la primera mitad de la campaña pasada donde el Borussia llegó a ocupar, durante varias jornadas, la última posición de la Bundesliga.
Y, aunque el equipo remontó el vuelo durante la segunda vuelta del campeonato, no fue suficiente siquiera para alcanzar clasificación para Champions. Motivo este que propició la dimisión de Klopp a final de campaña y que hizo que, aunque siempre quedará como un mito en Dortmund, su última temporada quede como un borrón en su espectacular etapa. Dos Bundesligas, una DFB Pokal y dos Supercopas alemanas, al margen del subcampeonato de la Champions 2013, fueron su legado en lo que a títulos se refiere. Pero, sobre todo, dejó un juego que enamoró a toda Europa por su atractivo y espectacularidad.
Y para sustituir al ‘mito’ Klopp, llegó este verano Thomas Tüchel. Casualidades (o no) de la vida, el anterior club de Tüchel, entre 2009 y 2014, había sido el Mainz 05, equipo que abandonó Klopp en 2008 para ponerse al frente del Dortmund.
Y la transformación del equipo con Tuchel ha sido radical, sobre todo, si lo comparamos con la temporada pasada. Si hablamos de nombres, pocos cambios ha introducido: el suizo Bürki, bajo los palos, en el lugar del ‘tradicional’ Weidenfeller y Matthias Ginter en lateral derecho. Este último, habitual central y que también puede desempeñarse como pivote defensivo, ha aprovechado la lesión del polaco Lukasz Piszczek, producida en el encuentro que Polonia disputó frente a Alemania el pasado 4 de septiembre, para hacerse con el puesto.
Por lo demás, los nombres que conforman el ‘11’ inicial habitual de Tuchel son prácticamente los mismos que los de Klopp. Pero en la disposición de los hombres sobre el campo comienzan las diferencias: donde Klopp partía de un 4-2-3-1, con un doble pivote casi en paralelo (aunque es cierto que Gündogan se descolgaba con frecuencia hacia posiciones más ofensivas), Tuchel plantea un 4-3-3, con un único mediocentro posicional (Weigl) y dos interiores, el propio Gündogan y el japonés Kagawa. Por delante, una línea de tres puntas con el gabonés Aubameyang (espectacular su inicio de temporada con diez goles en ocho partidos) como referencia central y Reus y Mkhitaryan escoltándole por los lados e intercambiando continuamente sus posiciones.
Otra de las diferencias sustanciales, es que con Klopp, los hombres que ocupaban las bandas en ataque, partían casi de una posición de extremo mientras que con Tuchel se meten prácticamente en el área, provocando que las bandas en ataque queden completamente libres para la subida de los laterales. En consecuencia, no es nada extraño que el Borussia ataque con cinco hombres repartidos por todo el frente del ataque: los tres teóricos delanteros y los dos laterales.
Ese hecho, unido a la incorporación al ‘balcón del área’ de los dos interiores, Gündogan y Kagawa, hace que el Borussia ataque, en muchas ocasiones, con siete jugadores, dejando la retaguardia únicamente cubierta por los dos centrales, Hummels y Sokratis y el mediocentro posicional Weigl. Eso, sin olvidar que Hummels también gusta bastante de incorporarse al ataque con la pelota controlada y llegar al área contraria haciendo paredes con sus compañeros.
Al margen del posicionamiento de los hombres sobre el terreno de juego, otra circunstancia que llama la atención en lo referido a los estilos de juego es que, donde Klopp apostaba por la presión, robos de balón en posiciones adelantadas y contraataques fulgurantes, Tuchel basa más su filosofía en la posesión de la pelota y en llegar al área contraria combinando. No deja de lado esas rápidas transiciones que son ya ‘marca de la casa’ y para lo cual tiene futbolistas muy dotados pero no son la base de su juego.
Por último, la filosofía, casi de vida, de Tuchel: es un enamorado del error, por chocante que parezca. Cuentan que, cuando era entrenador del Mainz, tenía un cartel en el vestuario con la famosa frase de Michael Jordan: “He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el partido y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y por eso es que tengo éxito.”. Probar, equivocarse y volver a probar… así hasta lograr el éxito. Ese es otro de los pilares en los que se ha sustentado, y se sustenta, su carrera.
Estas son las armas de Tuchel para tratar de volver a hacer del Borussia Dortmund uno de los clubes punteros de Alemania y volver a ‘asomar la cabeza’ en Europa. Los resultados, pese a los dos últimos empates y al ‘revolcón’ en Munich, parecen señalar que va en la dirección correcta.