“Si hubiera hecho las cosas bien, estaría al nivel de Messi”. La frase es una de las personas que mejor conoce a Hatem Ben Arfa, el madridista Karim Benzema. La frase, aunque un tanto exagerada, da una idea de la calidad de un jugador al que su carácter no ha permitido mostrarla, salvo en momentos muy puntuales.
Debutó en la primera división francesa en 2004, con apenas 17 años, en el Olympique de Lyon y frente al OGC Niza. Provenía de las categorías inferiores del equipo, donde ya era considerado un niño prodigio, y fue ascendido al primer equipo a la vez que Karim Benzema, su íntimo amigo.
Fue, poco a poco, subiendo escalones y adquiriendo relevancia dentro de su equipo, ya fuese como segundo delantero en esquemas 4-4-2 o como extremo por la izquierda cuando el equipo se desempeñaba con un 4-3-3. Tenía todo para haber hecho carrera en el equipo que dominó de forma aplastante el fútbol francés en la década de los 2000, con nada menos que siete títulos de Liga consecutivos (los siete que tiene el Lyon en su palmarés) entre 2002 a 2008; tenía una clase infinita, venía de la cantera y, junto con un Benzema que todo apuntaba a que sería traspasado, era el gran ídolo de la afición.
Pero, desgraciadamente, su carácter era superior a su clase. Y una pelea con Sebastian Squillaci en un entrenamiento fue ‘la gota que colmó el vaso’, la que hizo (casi) imposible su continuidad en el club. Era el verano de 2008, coincidiendo (curiosamente) con el último título de Liga de los de Gerland. Ben Arfa partiría en busca de nuevo aires. Y con ofertas, dicen, de varios de los clubes más poderosos de Europa, se decidiría por el Olympique de Marsella, máximo rival de su exequipo. Y, para complicar aún más la situación y dar una nueva muestra de su carácter, afirmaría pocos meses después, que su exequipo “no tenía clase alguna”. ‘Haciendo amigos’, que se dice.
Su marcha a Marsella fue el comienzo de un peregrinar de equipos sin encontrar una estabilidad real en ninguno, por mucho que formase parte de la plantilla del Newcastle United por casi cinco años: los citados Olympique de Marsella y Newcastle, además del Hull City en la campaña pasada fueron sus destinos. Lesiones graves, más peleas (Deschamps y Cissé fueron otras de sus ‘víctimas’), indisciplinas, declaraciones fuera de tono… hacen que Ben Arfa, desgraciadamente para él y para el fútbol, sea más conocido por cuestiones extra-deportivas que por su desempaño en el terreno de juego. Como muestra un ejemplo: el Newcastle, hastiado de su carácter, decidió cederlo el Hull City en el verano de 2014; tras disputar los primeros meses de la temporada 2014/15 con los ‘Tigers’ abandonó Inglaterra sin siquiera dar una explicación. Trató de fichar por el OGC Niza en enero de 2015 pero la FIFA se lo prohibió, argumentando que “habría jugado en tres equipos diferentes en una misma temporada”; y se planteó y amenazó con dejar el fútbol. Cabe decir, en su descargo, que él mismo es consciente de lo que le ha perjudicado su carácter para su carrera: “Todo es producto de una infancia difícil”, aduce.
Pero no todo han sido indisciplinas y peleas, entre medias de todo ello, ha dejado muestras (a cuentagotas, eso sí) de la infinita clase que posee. Los goles que le marcase con la camiseta del Newcastle, a Blackburn Rovers y Bolton Wanderers, merecen estar en la antología de ‘mejores goles de la historia’; goles ‘estilo Maradona o Messi’, driblando cuanto rival se ponía a su paso para acabar batiendo al portero rival; goles llenos de clase, potencia, velocidad y determinación.
Y, tras desechar la idea de abandonar el fútbol, este verano logró finalmente fichar por el Niza, curiosamente, el equipo ante el que debutó en Ligue 1 allá por 2004. Y en la Costa Azul parece volver a ser feliz. Sin peleas, indisciplinas ni salidas de tono, al menos, de momento. Dedicándose a lo que mejor sabe hacer, jugar al fútbol.
Es el líder del sorprendente Niza, que ocupa actualmente una sorprendente sexta plaza en la Ligue 1, que le daría acceso a Europa la próxima campaña. Acumula siete goles y dos asistencias en once partidos de Liga. Y vuelve a meter goles ‘maradonianos’ como el que le hiciese al Saint-Étienne hace pocas semanas. Algunos hablan, incluso, de su vuelta a la selección francesa, donde acumula apenas trece internacionalidades, algo impensable para un jugador de su nivel.
Tal vez, la vuelta a su selección quede aún algo lejos. Pero sí que está en su mano seguir por la senda que ha venido recorriendo estos meses en la Costa Azul. Hay cierto tipo de jugadores que son incapaces de rendir si no es con un determinado entorno, sin unas determinadas condiciones, sin un determinado ‘hábitat’, por decirlo en una palabra (Alessio Cerci podría ser un ejemplo similar).
Ben Arfa parece haber encontrado ‘su sitio’ en Niza. Por el bien del fútbol pero, sobre todo, por el suyo propio, habrá que esperar que no sea ‘flor de un día’. O de unas semanas.