El pasado sábado se vivió el ya tradicional Cataluña-Euskadi (noveno enfrentamiento y segundo consecutivo entre ambas selecciones autonómicas) que sirvió para que más de 50.000 espectadores convirtieran el encuentro en un alegato por la independencia, tiñendo lo que en esencia es un deporte de compañerismo y fraternidad en una polémica atronadora como pasa cuando se quiere meter la política en temas asépticos como la cultura o el deporte.
Quizá esta ligación política, concretamente al nacionalismo exacerbado, que se hace con los partidos de la selecciones de Euskadi y Cataluña tenga que ver con que sean las únicas selecciones autonómicas ‘en activo’. Antiguamente por fechas navideñas era frecuente ver los compromisos amistosos de selecciones autonómicas, algunos con más asiduidad, como las de Galicia, Andalucía, Madrid, Murcia, Asturias o Canarias que otras como las de Aragón, Islas Baleares (un solo partido), Cantabria, Navarra (que se peleaba con Euskadi por contar con determinados jugadores) o Castilla y León, pero a mediados de la década de los 2000 cesaron su actividad y cayeron prácticamente en el olvido (a excepción de la selección andaluza y madrileña que jugaron un partido en 2013 para conmemorar el centenario de la Federación de Fútbol de Madrid).
La desaparición de las otras selecciones autonómicas y la supervivencia de Euskadi y Cataluña ha hecho que la concepción de que los partidos de estos combinados ya no sean vistos como eventos especiales y emotivos donde el regionalismo no tiene tintes políticos sino un mero sentimiento de lo propio ,cuasi de reafirmación de la personalidad (algo común en Navidades cuando cada uno se reúne con la familia), dando paso a una desvirtuación cargada de ideas políticas que disfrazan el fútbol de algo que no es, un instrumento político.
Es lícito que cada cual exprese su nacionalismo como quiera, que aspire a la autodeterminación si lo desea, pero para eso el único medio del que debe disponer es la política, es decir la diplomacia y el diálogo, servirse del fútbol, es una utilización profana e interesada que pervierte y desvirtúa el espíritu inicial de este bello deporte.