Dieciocho son las jornadas que se han jugado ya de esta temporada 2015/2016. De hecho, este próximo fin de semana servirá para poner fin a la primera vuelta del campeonato liguero. Y en todo ese tiempo, con nueve enfrentamientos que ha jugado cada equipo fuera de casa, el Sevilla se está encontrando con un grave problema: que no ha sido capaz de llevarse los tres puntos de la victoria en ninguna ocasión (cinco empates, cuatro derrotas).
Las Palmas y Getafe comparten este dudoso honor con el club de Nervión. La diferencia entre ellos es que los dos primeros actualmente se encuentran decimosexto y decimoséptimo respectivamente y los andaluces ocupan la novena plaza de la tabla. Además, y sin menospreciar, tanto los aficionados, como los propios equipos esperan siempre mucho más del actual tetracampeón de la Europa League.
La situación del Sevilla se torna además un poco más incomprensible si se comparan los números de los de Emery fuera de casa con los consiguen en su feudo. Comenzaron de manera irregular los andaluces. Incluso hasta se quitó el nuevo cartel que lucía el Ramón Sánchez Pizjuán que decía que “Nervión no regala puntos”, pues hasta la sexta jornada los blanquirrojos se dejaron más de uno en su estadio.
Quizá sea fruto del destino, pero desde que despareció el pretencioso eslogan, el Sevilla no ha vuelto a perder en casa en Liga (es más, han ganado todos sus compromisos) y además ha ganado a grandes como el Barcelona o el Real Madrid ofreciendo una buena imagen, la de equipo grande que debe tener. Sin embargo, en visitas como las de Las Palmas, Eibar o la última de Granada, los de Emery han mostrado una cara muy distinta, la de un conjunto perdido, sin ideas, que depende en demasía de la presencia de un hombre que dirija su juego como es Banega.
De hecho, el propio partido de Los Cármenes sirve como ejemplo (2-1 al final). El argentino comenzó sentado en el banquillo y el Sevilla estuvo dormido toda la primera parte, sin control del balón y casi sin llegar a portería. Una vez reanudado el encuentro, Emery cambió su plan y lo colocó en el campo, pero, como en otras ocasiones, todo el juego de un equipo no puede depender de un solo jugador y el empate sevillista no llegó (a pesar de contar con numerosas ocasiones).
Los pésimos números de los andaluces fuera de casa también le han valido para durar demasiado poco en la Champions, y aquí no vale la excusa de que le tocó el llamado ‘grupo de la muerte’. En la máxima competición europea ningún rival es fácil y se tiene que salir a jugar con todo. Mejor no recordar en este aspecto el segundo partido del Sevilla en esta tanda contra la Juventus. El conjunto se mostró desconocido, ausente, e incluso toreado, dando un espectáculo indigno a su afición.
Así las cosas, son muchos los aficionados que han pedido en más de una ocasión la cabeza de Emery. A veces los técnicos pueden equivocarse en sus alienaciones y también tardar demasiado en hacer los cambios, o incluso no acertar con la tecla a la hora de renovar su esquema de juego. Todo eso se le achaca a un vasco al que empieza a acabársele el rédito de sus dos títulos de Europa League con el Sevilla.
También es cierto que al pobre Emery le ha tocado bailar con la más fea este año: numerosas e importantes bajas en defensa (como la de Nico Pareja) unidas al desigual rendimiento de hombres de peso en el equipo, como pueden ser: Krychowiak, Reyes, Coke, Konoplyanka (de los mejores hasta ahora) o Llorente (que llegó para golear y aún no encuentra su sitio).
Urge por tanto que este equipo empiece a ser uniforme, es decir, que el juego desplegado en casa no desaparezca por arte de magia al coger la carretera. Si quiere conseguir mantenerse en los puestos altos de la tabla y volver a competición europea el año próximo (por la vía clasificatoria), deben mejorarse los números fuera de casa y por ende la imagen de un equipo que se ha mostrado demasiado impotente lejos de Nervión