Siempre mostrando, según el tópico, la bravía, rudeza y estilo del fútbol de antaño. Estamos hablando evidentemente de los bigotes (o bigotones) que tan de moda estaban en el panorama futbolístico desde los 70 hasta su paulatina desaparición en los 90. El fútbol nacional tiene sus mostachos famosos como puede ser el meta Miguel Ángel, el barcelonista Migueli, el conocido como el Beckenbauer de la bahía, Carmelo, Sánchez Jara, Calderé, San José y otros muchos recogidos en este recopilatorio del compañero Pablo Díaz. También el fútbol internacional tiene sus bigotes famosos. Como Breitner, Ian Rush, Rudi Voller o Gullit, sin embargo ni unos ni otros han gozado de un mostacho tan insigne como el de nuestro protagonista, Abe Van den Ban.
En su época Van den Ban no fue un jugador muy conocido y su fama, nacida irremediablemente su atuendo capilar, sólo se dio en los Países Bajos. Y en estos tiempos en que la nostalgia es tendencia, en tierras neerlandesas se ha convertido en figura de culto, hasta tal punto que se han juntado periodistas, blogueros y simples admiradores para organizarle un partido homenaje en 2012. Gracias a que con Internet se puede difundir cualquier historia, el fenómeno Van de Ban está traspasando fronteras y volviendo a estar de moda.
El bigotudo Van den Ban está cerca de cumplir los 70 años de vida y es por eso que sus años como futbolista se encuentran lejos en la distancia, allá por finales de los 60, donde tras tantear con el baloncesto, deporte tampoco exentos de bigotones como Mike Phillips, ‘Pistol’ Maravich o Wilt Chamberlain, inició su carrera futbolística como defensa de corte en el Zaandam de la segunda división neerlandesa. Tras lograr un cum laude en el modesto equipo holandés, consiguiendo también gran versatilidad (pues no eran pocos los partidos que jugaba de mediocentro defensivo) en 1970, contando con 23 años, firmaba por el AZ Alkmaar, uno de los mayores clubes de la Eredivisie si exceptuamos a los tres grandes (Ajax, Feyenoord y PSV).
Su fichaje por el AZ podría haber sido el inicio de un ascenso a la élite, pero su talento fue bastante comprometido en su estancia en Alkmaar y apenas pudo disputar pocos partidos por lo que dos cursos después firmó por el FC Ámsterdam, el primer club que marcó su carrera.
Mostacho y temperamento
El Ámsterdam había sido fundado poco tiempo antes de la llegada de Van den Ban al conjunto capitalino. En la temporada 73/74, sería su estreno en la Eredivisie, siendo nuestro bigotudo protagonista el referente defensivo, y el debut no pudo ser mejor. Se consiguió una quinta plaza, que le valió un billete para disputar la Copa de la UEFA la temporada siguiente.
Su estreno europeo que superó todas las expectativas. El Ámsterdam eliminó en las primeras rondas al Hibernians y a todo un Inter de Milán que hasta hace poco intimidaba en Europa (subcampeón europeo en 1972), en partidos en los que Van den Ban se ausentó por lesiones, y ya con el histórico bigotudo en el once, despachó también a los alemanes del Fortuna Dusseldorf de un imberbe Klaus Allofs. La andadura europea del Ámsterdam terminó en cuartos de final, donde otro adversario germánico, merced a protagonismo negativo de Van de Ban, los dejó en la cuneta.
El rival era el Colonia de Toni Schumacher y el ‘mariscal’ Overath, y a este se le allanó la eliminatoria cuando Van den Ban fue expulsado al comienzo de la segunda parte con un resultado de 2-1 que los teutones aprovecharon su superioridad numérica para redondear en goleada (5-1). En la vuelta todo estaba visto para sentencia y el conjunto renano ganó cómodamente dos a tres en tierras holandesas. A pesar de ser parcialmente responsable de la eliminación de su equipo, el defensor de estrambótico bigote no fue señalado por ello, primero porque alcanzar los cuartos de final en un debut europeo era ya algo histórico y segundo porque Van den Ban era todo un ídolo para la afición.
De todas formas ya era conocido Van den Ban, aparte por su mostacho, por su temperamento. La afición del Ámsterdam aún tenía en su memoria un curioso episodio que ocurrió en 1972, en un partido de la extinta Copa Intertoto frente al Nitra eslovaco. Van den Ban no estaba de acuerdo con una una decisión del árbitro, y en un arrebato se dirigió como un toro hacia él, y cuando muchos pensaban que iba a agredir al colegiado, el defensa holandés optó por una alternativa menos violenta: le robó una tarjeta amarilla de su bolsillo y se la enseño mostrando su desagrado de forma vehemente. Evidentemente, el bueno de Van den Ban fue expulsado a continuación.
Retirada y construcción del mito
En 1976 dejó la capital holandesa y puso rumbo al Harleem, el club con el que se asocia más fácilmente debido a que fue en éste donde su estancia fue más larga (siete campañas en las que disputó 142 encuentros). Allí jugó al lado de un joven Ruud Gullit (que quizá lo tuvo de inspiración en cuestiones de vello facial), y fue donde conquistó el único título de su carrera, el campeonato de la Segunda División neerlandesa en 1981, que le volvería a llevar a los campos de la élite nacional. Posteriormente jugaría dos campañas más antes de colgar las botas y abrir un negocio. Curiosamente, el establecimiento que montó fue una barbería, quizá para poder rodearse de productos que pudieran vigorizar más su afamado mostacho.
Tras desaparecer del mundo del fútbol, su persona se fue volviendo poco a poco como figura de culto. Y eso que durante su carrera, pese a su vistoso bigote, Van den Ban siempre fue muy discreto. Pero entonces la tecnología hizo que la información corriera a más velocidad y muchos holandeses amantes de lo ‘vintage’ y de los álbumes de cromos se toparon con el bigote de Van den Ban y se afanaron en buscar información sobre él.
No había entrevistas conocidas, presencias en eventos deportivos de gran calado, fuertes relaciones a un club o a otros jugadores. Había relatos que pasaban de boca a boca y garantías de gente con buena memoria que recordaba haberlo visto jugar. Así que tanto misticismo convirtió a Van den Ban y su bigote en figura de culto, tanto es así que en 2012, un grupo de periodista holandeses, le organizaron un partido homenaje y jugaron bajo la mirada atenta de Van den Ban, que mantenía, y mantiene, intacto el bigote que hizo de él uno de los mayores ‘mitos’ del fútbol neerlandés.