Esta semana ha saltado la noticia de que el Obervatorio Contra la Homofobia de Cataluña tras el Clásico del pasado sábado denunció ante la Generalitat los insultos homófobos que recibió Cristiano Ronaldo. La afición culé tildó al futbolista portugués de «maricón», una expresión si bien a veces se suelta a la ligera aludiendo falta de hombría o cobardía, su significado primigenio es claro. Se trata de una alusión despectiva a personas de orientación homosexual y que encierra odio y afán discriminatorio algo que atenta contra nuestros principios más sagrados recogidos en los Derechos Humanos.
En pleno siglo XXI en el seno de la sociedad se ha avanzado mucho en el soterramiento y erradicación de la homofobia, sin embargo aún quedan sectores reacios a evolucionar esa tendencia de injuriar al que tiene diferente orientación sexual, y el fútbol, al que no es extraño hoy día escuchar a gente calificarlo de «deporte de machotes», es uno de ellos. Esto se ejemplifica en pequeños detalles como el limitado seguimiento por parte de clubes y aficionados que tuvo la campaña Liga Arcoiris a favor de la diversidad sexual o que el exinternacional alemán Thomas Hitzlsperger tuviera que esperar a retirarse para hacer pública su homosexualidad por miedo a que si lo hubiera hecho antes habría afectado a su carrera deportiva.
Y recientemente este halo cavernícola se ha vuelto a manifestar de manera tajante. En un partido de Tercera Andaluza de categoría cadete, el joven árbitro del encuentro, Jesús Tomillero, se vio fuertemente vilipendiado a causa de su condición de homosexual. El utillero del equipo local le espetó «Eres un comepollas y te gusta que te partan el culo, maricón» justo lo contrario que debería hacer una persona que tiene a su cargo chavales de catorce o quince años, a los que debería inculcar valores cívicos y no mostrarle la senda del odio y la ignorancia.
En el fútbol, visto como determinadas personas se enrocan y son inmunes a la enseñanza de unos valores y a un respeto que también se les debería haber inculcado, cabe utilizar la vía coercitiva para que quien haga alarde de su homofobia sea severamente castigado con el fin de erradicar esta lamentable conducta catalogada en el ordenamiento jurídico español como delito de odio y un atentado a los Derechos Humanos. Porque en la lucha contra comportamientos que intoxican y lacran nuestra sociedad, no cabe miramientos.