Tras su llegada hace ahora un año, pocos podían imaginar que su destitución sería un hecho a final de la presente temporada, aún estando en juego la competición, pero el hasta ahora director deportivo del Real Betis Balompié, Eduardo Macià, ha tenido que abandonar el club heliopolitano. Su gestión de los fichajes ha decantado, y mucho, la balanza para que el actual consejo de administración del club verdiblanco haya tomado una decisión tan tajante.
La ilusión que despertó en el beticismo en cuanto Macià desembarcó en Sevilla, tras rescindir su contrato con la Fiorentina, donde estuvo tres años como director técnico, fue tremenda. Con su experiencia en el equipo toscano, así como en Olympiakos, Liverpool o Valencia, fue suficiente para que el Betis le diera las llaves para hacer y deshacer a su antojo, dentro de unos parámetros y limitaciones. No en vano, a su favor tiene haber estado ligado de primera mano en venta de jugadores tan sonados como Mascherano, Fernando Torres, Xabi Alonso, Cuadrado o Babel entre otros. Y también en fichajes como Raúl Albiol, David Silva, Vicente, Ayala, Raúl Meireles, Aquilani, Skrtel, Joaquín o Borja Valero entre otros.
Obviamente, con tal historial nadie dudaba de la credibilidad de Eduardo Macià. Su proyecto en el Betis era todo un desafío a largo plazo para ir subiendo peldaño a peldaño. Y llegó el verano de 2015 y con ello la oportunidad de plasmar su planificación deportiva. Salían nombres y más nombres vinculados al Betis. Los fichajes iban llegando, como fue el caso de Van der Vaart, que llegó por todo lo alto. Le siguió Amro Tarek que era un desconocido y a la vez apuesta muy personal del director deportivo. Luego vinieron Petros y Pezzella, que eran también unos desconocidos para la afición. Se apostó por Westermann que era un jugador contrastado al igual que Vargas que venía de la Fiorentina. Y tras varios años en la agenda del club verdiblanco se fichó a Digard.
Además se ejerció la opción de compra de Kadir, Portillo y Piccini. Y se hizo un esfuerzo impresionante para que Joaquín volviese a casa y así fue. Y sobre la bocina del mercado estival se fichó a Ricky Van Wolfswinkel. Se fichó mucho, y poco a poco se iban viendo el nivel de los futbolistas. Entre continuas lesiones, falta de continuidad por el nivel mostrado y que se iba viendo que lo que se trajo eran más fichajes que refuerzos, se comenzaba a dudar de Eduardo Macià.
Llegó el mercado invernal, y tras la destitución de Pepe Mel llegaron refuerzos como Musonda o Montoya. Y de nuevo una apuesta muy personal del director deportivo valenciano, como fue el fichaje de Leandro Damião, lo dejaba en entredicho. Todo esto sumado a la salida de los descartes que se produjeron tarde y algunos no llegaron ni a salir, propició una falta de confianza total de la cúpula verdiblanca hasta desembocar en su destitución hace varios días.
Así Macià, un director deportivo que prometía mucho, y que llegó al Betis por todo lo alto, se fue por la puerta de atrás por falta de confianza ya que hipotecó al club al traer jugadores sin revalorizar con fichas altas y años de contrato. La paciencia no es un punto fuerte de este deporte y este caso ha sido ejemplo de ello.