Pocos equipos de fútbol en el mundo no son reconocidos por algún sobrenombre. En el caso de los países hispano-parlantes, esto se eleva a la enésima potencia. Tanto madridistas como atléticos son conocidos por otra multitud de motes, además de los derivados del nombre de su propio equipo. Algunos, muy claros, como ‘blancos’ o ‘rojiblancos’, los cuales se comprenden nada más ver las equipaciones de ambos conjuntos. Otros, más intrincados, aunque no demasiado, como ‘merengues’ (dulce completamente blanco) o ‘colchoneros’ (los colchones de la posguerra civil española estaban cubiertos por una tela de franjas rojas y blancas). Sin embargo, hay dos que intrigan por encima de cualquier otro: ¿Por qué a los hombres del Real Madrid se les conoce como ‘vikingos’ y a los del Atlético como ‘indios’?
Aquellos maravillosos 70
Todo comienza en 1973. España estaba entusiasmada con la llegada de jugadores extranjeros a la competición. Uno concretamente estaba acaparando todas las miradas, Johan Cruyff. El Barcelona había logrado el flamante fichaje del holandés, que venía de hacer historia con el Ajax. El Real Madrid, presidido por don Santiago Bernabéu, no quería quedarse sin su refuerzo estrella. Llegó así Günter Netzer, jugador del Borussia Mönchengladbach durante diez años, y que había sido el gran director de juego de la Alemania que un año antes había logrado su primera Eurocopa. Ese mismo año, había sido nombrado Futbolista Alemán del año (distinción que repetiría al año siguiente) y quedado en el segundo lugar por el Balón de Oro. Conocido por calzar un 47 de bota y por su parecido con El Fary, Netzer no fue sino el primero de una serie de fichajes de europeos del este que realizó el club de Chamartín.
El siguiente en llegar fue Paul Breitner, prácticamente un año después. Reconocido maoísta, venía de ganar tres Bundesligas y la primera Copa de Europa con el Bayern Múnich, además de la Eurocopa anteriormente citada y el Mundial de Alemania de 1974 con figuras como Franz Beckenbauer o Gerd Müller, donde él fue protagonista con sus goles. El apodado ‘Káiser rojo’ pasó a la historia por su buen juego y sus fuertes convicciones políticas. Como curiosidad, donó 500.000 pesetas a unos obreros en huelga.
En 1976 vendría el único jugador no alemán de esta lista, Henning Jensen. El danés conformó, junto a Jupp Heynckes y su compatriota Allan Simonsen, la temible delantera del Borussia MG que logró tres Bundesligas (del 74/75 al 76/77, aunque Jensen no estuvo en esta última), una Copa de Alemania (1973) y una Copa de la UEFA (1976).
Por último, en 1977 llegó el que quizá mejor encajó en el club blanco, Uli Stielike. Calvo y con bigote, el ‘Tanque’ fue un centrocampista de clase exquisita que se asentó como líbero titular del equipo. Proveniente también de ese gran Borussia MG y de carácter reservado, nunca alcanzó el estatus de superestrella. En el Mundial de 1982 celebrado en España, falló un penalti de la tanda ante Francia en semifinales. Su compañero Pierre Littbarski corrió a consolarle, mientras que el portero teutón, Toni Schumacher, quien después paró dos penaltis y llevó a Alemania a la final, dijo de forma muy despectiva que “al chutar el balón ha levantado medio metro cuadrado de césped”. Alemania sucumbiría en la final ante la Italia de Paolo Rossi. Aún así, logró mejorar el resultado de 1978, donde cayó en la segunda fase A dicho Mundial no fueron ninguno de los tres jugadores anteriormente referidos. Netzer, por discrepancias con sus compañeros del Bayern Múnich; Breitner, por negarse a jugar en Argentina, un país bajo una dictadura militar; y Stielike, por la normativa de la Federación Alemana por aquel entonces de convocar únicamente jugadores de la Bundesliga.
La nueva dinámica de fichajes del real Madrid le valió para dos cosas. En primer lugar, conquistar cinco Ligas y tres Copas en siete años (de 1973 a 1980). En segundo lugar, ganarse el apodo de ‘vikingos’, impuesto por los aficionados del eterno rival local, el Atlético de Madrid.
A la orilla del Manzanares
Los aficionados merengues contestaron a ese apodo con otro similar, el de ‘indios’. Y es que el Atlético también apostó por una política de fichajes centrada en un único país. En este caso, la directiva rojiblanca, presidida por el mítico Vicente Calderón, se centró en Argentina. En un mismo años (1973) llegaron tres jugadores del país sudamericano, si bien solo uno de ellos será recordado por la historia.
Estamos hablando de Rubén Hugo Ayala o simplemente, el ‘Ratón’. Esta mezcla de delantero y centrocampista fue el motor de cualquier equipo en el que jugara, ya fuera en el San Lorenzo bicampeón de 1972, en el club madrileño o en la selección de Argentina. Con esta, no pudo vencer a Brasil en el Mundial de 1974, habiendo prometido que se cortaría su larga e inconfundible melena si dicha victoria ocurría. Como curiosidad, cabe destacar sus inicios en este deporte, pues para inscribirlo como juvenil en la AFA, era necesaria la existencia de un documento de identidad que ni Ayala poseía ni podía conseguir sin el consentimiento de su padre, que no quería que fuese futbolista. Tuvo que ser un allegado al San Lorenzo de Almagro el que firmara los formularios pertinentes para que el pequeño pudiera dedicarse a su pasión.
Los otros dos jugadores no son tan conocidos para el gran público, pero formaron parte de uno de los mejores Atlético de Madrid de la historia. El primero, Ramón ‘Cacho’ Heredia, defensa central que también llegó del victorioso San Lorenzo y que vistió la elástica albiceleste nacional veinte veces. El segundo, Rubén Osvaldo ‘Panadero’ Díaz, apodado así por el negocio de su padre, también era defensor, y jugó en Racing de Avellaneda antes y después de su paso por Madrid, ganando una Liga argentina y una Copa Libertadores.
Con este equipo, el Atleti ganó una Liga y llegó a la final de una Copa y de una Copa de Europa, la cual perdió en la agónica final ante el Bayern Múnich, pero le valió el pase a la Copa Intercontinental, que también recayó en sus vitrinas. El único equipo europeo que la ha ganado sin hacer previamente lo mismo con la competición continental. Ayala, Heredia y ‘Panadero’ Díaz coincidieron en el club con un mito como es Luis Aragonés. El apodo de ‘indios’ gustó en el Manzanares. Tanto, que años después bautizaron a su mascota como Indi.
Indios y vikingos han seguido denominándose así hasta nuestros días. Algunos teorizan con que se debe también a la localización de cada uno de los equipos (el norte de la capital para el Real Madrid y las orillas del Manzanares para el Atlético). Sea como fuese, el fútbol siempre esconde grandes historias tras estos nombres.