En una calurosa noche de agosto vi en primera persona el germen de la excelente temporada que está cuajando el Mónaco. Aquel 17 de agosto del año pasado, el conjunto monegasco asaltaba El Madrigal en la ida de la fase previa de la Champions con una exhibición y ponía rumbo a la máxima competición continental donde ya está en semifinales. Leonardo Jardim ha ido moldeando durante tres campañas un equipo a su medida, con unas señas de identidad muy marcadas; bloque muy físico y compacto con el talento africano que tiene, redondeado con la calidad de los Bernardo Silva, Mbappé, Lemar o Germain
Lejos quedan los años en los que el propietario, Dmitry Rybolovlev, tiraba de chequera para atraer al Principado a algunos de los jugadores más cotizados del mercado casos de Falcao, James Rodríguez, Kondogbia, Toulalán o João Moutinho. La idea inicial del oligarca ruso era llevar al conjunto monegasco a la cima de Francia y de Europa, pero de repente, todo cambió y el club dejó salir a sus estrellas. Nada sabe muy bien la explicación real de este giro radical en la estrategia del club. Las hipótesis son variadas: desde el costoso divorcio de Rybolovlev, pasando por sus problemas de salud tras haber sido operado de un tumor, hasta el malestar del ruso con el Principado por negarse a concederle el pasaporte monegasco con el que pretendía protegerse de eventuales problemas legales en su país.
En el trasfondo subyace un viejo problema del Mónaco, sus dificultades a retener a las grandes estrellas pese a su favorable régimen fiscal. El Louis II, pocas veces lleno y con poco ambiente, la ausencia de una prensa propia, la frialdad del Principado, hacen que los jugadores tengan la sensación de vivir lejos de la presión propia del fútbol de alto nivel. En palabras del responsable deportivo de la entidad, el proyecto sería “a más largo plazo” con una apuesta deportiva atractiva y jóvenes valores. Así, con 24 años de media, el Mónaco es uno de los equipos con edad más joven de toda la Champions.
Jardim optó por mantener el bloque ya que apenas salieron en verano Toulalán, Pasalic y Coentrão. A esa base unió le vuelta de los cedidos Falcao y Germain, y los fichajes estratégicos de Sidibé, Glik y Mendy para apuntalar y rejuvenecer la defensa. Además fichó un galáctico de los despachos, Antonio Cordón, artífice del gran Villarreal de la última década, que llegó acompañado de gente de su confianza para todas las áreas del club.
El técnico portugués ha sabido subir el nivel de jugadores como Lemar o Bernardo Silva, que apuntaban maneras pero no esperaba de ellos este nivel. Otro gran acierto del preparador luso ha sido la reconversión de Fabinho de un discreto lateral derecho a un magnífico medio centro y ya ha recibido suculentas ofertas para abandonar Montecarlo. Junto a él brilla con luz propia Tiemoué Bakayoko y entre ambos abarcan toda la zona ancha con su juventud y potencia física y marcan el nivel de altura e intensidad en la presión del equipo. No están muy dotados técnicamente, pero su presión y robos en campo contrario, propician multitud de opciones ofensivas a su equipo.