En la historia de todo equipo hay jugadores que aparecen de la nada y que se convierten en leyenda. Para el Real Valladolid, club que sueña con volver a Primera desde el 2014, ese líder fue Peternac. Este goleador croata de finales de los 90 llegó a Pucela desde el anonimato, pero a base de goles y de lo que no eran goles consiguió ganar fama y plantar su nombre en los récords del club, ya que a día de hoy sigue siendo el máximo anotador con 153 dianas.
Con su llegada se inició una de las etapas más gloriosas del club: la del Europucela, aunque nada de esto habría sido posible sin la presencia de un mago de los banquillos, Vicente Cantatore. Precisamente, ahora se cumplen 20 años de esa proeza que todavía queda grabada en la retina de los aficionados de la capital castellanoleonesa.
Cantatore aterrizó en el equipo en enero de 1996 tras la destitución de un desconocido y jovencísimo Rafa Benítez, que sólo tenía 35 años y que únicamente había sumado 14 puntos en 23 partidos. Era su tercera etapa para el chileno y desde el principio imprimió mucha disciplina en el equipo. Después de ese momento los pucelanos firmaron ocho victorias y solo cuatro derrotas en 18 partidos, coincidiendo con la explosión del croata que metió 17 de los 23 tantos que registró ese año.
El encuentro más recordado de ese curso fue el del 3-8 frente al Oviedo en el Carlos Tartiere, en el que el croata marcó cuatro goles de penalti y cinco en total firmando con ello la permanencia en Primera. Fuera de casa, solo Cristiano Ronaldo ha conseguido llevar a cabo una proeza semejante.
Fue la temporada siguiente, la 96/97, la que llevaría a la gloria a esta plantilla también formada por el guardameta César, que fichó después por el Real Madrid, el mítico Benjamín. En el apartado de altas llegaron el delantero Víctor, otro histórico, el colombiano Harold Lozano (recordado por el famoso silbido en el Bernabéu) y los brasileños Julio César y Edú Manga. Las bajas más destacadas fueron la de Iván Campo y la de un jovencísimo Rubén Baraja, hermano de Javier Baraja.
Paradójicamente, fue el peor año para Peternac porque sufrió una lesión por una entrada de Roberto Carlos. Solo marcó seis tantos en toda la temporada y supuso el inició de un declive del que ya nunca se recuperaría.
Gracias al esfuerzo y la contribución de otros jugadores, sobre todo de Víctor, el equipo acabó en séptima posición y logró la clasificación para la Copa de la UEFA por segunda vez en su historia. El esfuerzo en los despachos por no vender a sus estrellas dio sus frutos Sin duda Víctor, con sus 16 tantos, fue la figura clave del momento.
Ese verano hubo diez incorporaciones siendo los más destacados García Calvo, José Manuel Jiménez Sancho (Chema), Klimowicz, Eusebio Sacristán (que regresaba tras su paso por el Celta y el Dream Team del FC Barcelona). La baja más sensible fue la de Edú Manga.
Nadie esperaba que unos meses después todo este proyecto se viniese abajo con la destitución de Cantatore, a través de un programa de radio, debido a una fuerte discusión entre él y el vicepresidente del club, Marcos Antonio Fernández, hijo del mandatario del equipo.
La salida del técnico creó un mal ambiente en el estadio, ya que, la afición se posicionó en contra de la directiva, incluso el equipo también mostró su apoyo en el partido frente al Skonto Riga. El gesto más llamativo fue el abrazo colectivo de todo el equipo a Marcelo Cantatore, su hijo, y también preparador físico, tras anotar el segundo gol de penalti.
Semanas más tarde, ya con Sergio Krešić en el banquillo, cayeron en segunda ronda en la Copa de la UEFA ante el Spartak de Moscú (2-0 en Rusia y 1-2 en Zorrilla) y fueron undécimos en la Liga. Allí se terminó una época dorada que no se ha vuelto a repetir, aunque algunas buenas rachas de victorias, como el arranque de la mano de Mendilíbar en 2008, invitaban a pensar en la repetición de una gesta semejante.