La cantera del Real Betis es una de la más prolíficas del panorama nacional, sólo hay que dar buena cuenta de productos ‘made in verdiblanco’ como Joaquín, Dani Ceballos, Juanito, Capi, Fernando Varela. Juanjo Cañas o Merino para poder certificarlo. Pues en esa fructífera cantera surgió una figura que parecía que iba a ser el comandante de un esperanzador futuro para la parroquia bética, un tal Alejandro Pozuelo. Sin embargo, azares del destino, este joven sevillano fue tentado por los cantos de sirena de la Premier que le apartó de su sueño de triunfar con la elástica verdiblanca y le llevó a un camino de ostracismo del que poco a poco está saliendo gracias a sus actuaciones en la Jupiler Pro League belga.
Corría la temporada 2013/14 cuando Pozuelo se mostraba en el escaparate futbolístico más iluminado y atractivo que es la Premier League de la mano del Swansea City galés, a donde llegó tras dos escasos años en el Betis y en compañía de otro jugador verdiblanco, José Alberto Cañas. Aquel medio de sólo 1,72 metros iba pincelando con gran calidad todos los espacios del centro del campo. Utilizado frecuentemente (jugó un total de 36 partidos entre todas las competiciones) pero sin regularidad (viendo la media de minutos jugados por partido), el hispalense nunca fue una aposta incontestable de Michael Laudrup.
En el campo, Pozuelo maravillaba y hacía augurar un trayecto más lineal y progresivo en su carrera, pero, al mismo tiempo, recorría un camino plagado de dudas de terceros en torno a su fútbol. Y si en un Swansea con Leon Britton, Jonjo Shelvey, Michu (que esa temporada retrasó su posición dejando la punta de lanza para Wilfried Bony que acababa de llegar del Vitesse), Ki Sung-Yueng y Cañas se entendía la dificultad de lograr la titularidad, ésta no se entendía en el Rayo Vallecano donde recaló tras un año en tierras galesas, y donde apenas jugó una decena de partidos.
El talento puede tener más o menos facilidad en hacerse notar, pero si este no va unido a algo subjetivo como es el carácter de utilidad para el entrenador, el futbolista poco tiene que hacer. Esto, que le está pasando a Ganso en el Sevilla (jugador de una clase magistral pero su falta de adaptación al fútbol europeo le hizo ser poco útil a Sampaoli y a Berizzo), también le estaba pasando a a Pozuelo, hasta que llegó a Bélgica. En el Genk, los tres entrenadores que ha tenido el mediocampista sevillano han sabido ver la utilidad de la calidad de éste y lo han aprovechado al máximo. De esta manera, Pozuelo se ha convertido en un maestro vestir la capa de la invisibilidad en los instantes que pasa en el centro del campo con el fin de tejer el juego, para luego ganar protagonismo cuando se aproxima al área grande y transforma el pase de creación en pase de definición.
El sevillano cuenta con una técnica prodigiosa que combina con un regate simple y eficaz y que recuerda, salvando las distancias, a Leo Messi hasta en la forma de tirar esos túneles estrechos, y ahora, a sus 26 años continua en su lucha por volver a ver puerta con la frecuencia que tenía en el filial del Betis.
En la creación de juego, Pozuelo se abasta él solo. Más allá de las asistencias que va generando en cantidades industriales (el curso pasado fue uno de los mejores asistentes de la Europa League con seis asistencias), ha pulido la capacidad de dar pases clave que deja a sus compañeros en un mano a mano contra el portero. Se trata de un ’10’ puro para gozo de los nostálgicos, pero también un ’10’ puro que continúa con varias puertas cerradas por el atrevimiento de querer ser en estos días el tipo de jugador que no le dejaron ser tiempo atrás.