Bernd Schuster es un hombre de carácter fuerte. De eso no cabe duda. El alemán ha sido protagonista en varias ocasiones más por lo que dice que por lo que hace, acaparando portadas con algunas de sus frases lapidarias. Tampoco se puede decir de él que sea una persona con mucho tacto. Es un hombre que va decir su opinión siempre, sin tener demasiado en cuenta las posibles consecuencias.
Como siempre gusta dar ejemplos en los que apoyar las teorías, contaré el más reciente. La semana pasada, el Málaga (equipo al que entrena ahora Schuster) recibió al Valladolid en el estadio de La Rosaleda. El partido terminó con empate (1-1) y buena parte de la grada blanquiazul pidiendo el cese del técnico alemán, que no tuvo mejor manera de responder a su afición que diciéndole que se fueran de paseo (por transcribirlo de un modo educado).
Para su mala suerte, el momento fue captado por las cámaras de televisión y con aquello de la rapidez de las redes sociales, en poco tiempo Schuster y una larga lista de calificativos peyorativos en su contra se convirtieron en ‘trending topic’. Había sucedido una vez más, el hombre de hierro había conducido su carácter en una mala dirección.
Y es que muchas veces el tener demasiado carácter no sirve de nada si no se sabe bien qué hacer con él. No se puede decir que Schuster sea un entrenador con poca experiencia. Ha dirigido banquillos como el del Real Madrid o el Skakhtar Donestsk, donde tuvo que lidiar con futbolistas de toda índole. No es por menospreciar, pero después de pasar por eso, el Málaga se antojaba como una opción asequible.
Uno de los aspectos que Schuster más ha criticado desde que llegara al club andaluz era la escasa plantilla con la que contaba. En sus propias palabras, el Málaga estaba destinado a pasar apuros esta temporada. Hombres como Joaquín, o Isco hicieron las maletas y se buscaron un nuevo destino, dejando la difícil tarea de buscarles sustituto.
Comenzaba pues la presente temporada el Málaga encomendando su confianza a hombres como Duda, el capitán con mayúsculas y motor del equipo en más de una ocasión, o los nuevos ídolos de La Rosaleda, Roque Santa Cruz y Antunes (máximo goleador y máximo asistente respectivamente), que están demostrando que dan la cara.
De todas formas le doy la razón a Schuster. Nada tiene que ver su equipo con el que el año pasado se clasificó para la Europa League (al terminar sexto) o llegó hasta cuartos de final en la Champions. Está claro que el hecho de que el Tribunal de Arbitraje sancionara al Málaga en 2012 para que el club pudiera adaptarse a los estándares del Fair Play financiero con intención de garantizar su autosuficiencia y estabilidad, han hecho que el jeque Al Thani (actual Presidente) cierre el grifo a las inversiones y a posibles fichajes.
Así, no debería sorprender tanto que los resultados esta temporada no sean los esperados. El equipo está decimotercero en la clasificación empatado a 29 puntos con Elche y Osasuna (ambos por debajo del conjunto malacitano por el gol average) y sólo ha conseguido 7 victorias tras 27 jornadas de Liga. Unos números nada halagüeños teniendo en cuenta que aún le quedan huesos como el Real Madrid este fin de semana o dos duelos andaluces ante el Betis y el Granada.
Puede que la plantilla del Málaga haya cambiado mucho, que al entrenador no le guste su afición y viceversa, y que hasta la propia directiva esté planteándose darle largas. Como es normal, ya empiezan a sonar los primeros sustitutos (Quique Sánchez Flores está libre y ronda su nombre en el ambiente). Pero a Schuster lo trajeron para cuatro años y, aunque no sea mi entrenador favorito, estoy segura de que es capaz de imprimir su carácter a un equipo que de sobra ha demostrado que puede estar entre los grandes. Además, rescindir su contrato ahora no iba a salir nada barato y las arcas no están como para esos gastos.
Es un caso éste en el que la directiva debería implicarse más y, además de aceptar sus culpas, crear unión entre todos los bandos, empezando por reforzar a su entrenador, a pesar de que por sus últimos gestos no se lo merezca. Supongo que a algunos de sus miembros se le puede haber olvidado que los que realmente no merecen lo que está pasando son los aficionados, que jornada tras jornada se decepcionan por ver como el equipo al que siguen y que no hace tan poco jugaba la máxima competición europea, ahora está en puestos cercanos al descenso, a tan sólo tres puntos. Por eso, si desaparecieran todas esas dudas y mal ambiente, Schuster se vería reforzado y podría encaminar su casta y coraje hacia otra dirección con la que el equipo consiga mejores resultados, pues de nada sirve tener carácter si no viene acompañado de efectividad.