Por enésima vez nos hemos encontrado con un ‘clásico’ del fútbol español que tras los noventa minutos no ha llovido a gusto de todos. Y es que cuando hay tal grado de insatisfacción en uno de los bandos el tema de la polémica arbitral corre como si de una mecha encendida se tratase. Esta vez, el centro de las iras de algunos de los aficionados van para el trencilla que pitó tan reñido partido, Alberto Undiano Mallenco.
Al colegiado navarro se le atribuye pitar tres penaltis que no eran, ejecutar una expulsión rigurosa y asombrosa permisividad en algunos tramos del partido donde la violencia campaba por sus anchas. A mucha gente se le olvida que Undiano como tal es otro ser humano que evidentemente puede equivocarse y verse superado por la presión y la importancia que rodea un choque como el que se vivió el pasado domingo. Salvando esa obviedad, al aficionado de a pie, que es el que en definitiva sostiene el negocio del fútbol, es lícito que se le permita hacer juicios de valor ya sean acertados o descabellados, allá cada uno con su conciencia, pero a un futbolista, no.
Si exiges profesionalidad al gremio arbitral, primero empieza por dar ejemplo y comportarte de manera acorde a un profesional. Comentarios en contra del árbitro de un jugador nada más finalizar un encuentro se podrían entender por la frustración que puede conllevar. Entender, pero no justificar. Arbeloa y Cristiano Ronaldo, que no dudaron en dedicar lindezas a Undiano Mallenco al instante, tendrían que hacer autocrítica y momentos o días más tarde, quitar hierro a sus declaraciones. Rectificar es de sabios, aunque más vale prevenir que curar, y les sería mejor tomar ejemplo de su entrenador Carlo Ancelotti. El técnico madridista, pese a que la prensa le buscó las cosquillas, evitó pronunciarse sobre el árbitro asumiendo que es una parte más del juego. Todo un señor y un exponente de mesura.
Quien también tuvo palabras para el árbitro del clásico fue Sergio Ramos. El futbolista camero departió unos minutos en zona mixta con la prensa a la que lanzó el siguiente mensaje: «Por el bien del Real Madrid espero que Undiano no nos pite más». Es curioso que el exsevillista en esta ocasión quisiera pronunciarse sobre el trencilla cuando hace un par de años, en un partido en el que el cuadro merengue se vio favorecido por decisiones arbitrales, Ramos declaraba que «había que dejar a los árbitros ejercer su trabajo». Este alarde de memoria selectiva en el que sólo se habla de los árbitros cuando uno se siente perjudicado es solo una causalidad de victimismo que dice mucho del profesional que lo emplea.
El fútbol tiende a convertirse en una ‘jaula de grillos’ a la mínima polémica, pero con más empatía y un poco de cordura y saber estar se podría limitar los sucesos que tanto gustan en platós de programas estilo Punto Pelota. Por tanto, si un profesional, y más de gran repercusión mediática como es el caso de un futbolista, no debería repartir estopa verbal con presteza, menos aún tener un malicioso doble rasero.