No cabe duda que el Atlético es el equipo de moda de esta temporada. Luchando por la Liga y a la expectativa de lo que pueda hacer contra el Barcelona en Champions, los pupilos de Diego Pablo Simeone se han ganado la admiración de propios y extraños debido a la alta rentabilidad que están sacando de una plantilla que se encuentra por encima de la media española, pero lejos a priori del nivel de merengues o culés.
Con el Atlético líder a estas alturas de liga es comprensible que cueste cada vez más creer en la filosofía del ‘partido a partido’ y no ver como factible la consecución del campeonato rompiendo el binomio habitual. Sin embargo, si el Cholo ha querido mantener los ánimos fríos en todo momento es por algo, además de por quitar presión a sus jugadores.
Para ganar una liga no basta con tener algunos buenos jugadores; hay que tener una buena plantilla. Y Simeone cuenta con una buena plantilla en relación con 17 equipos de primera, pero no en comparación con los dos grandes, cuyos banquillos deslumbran a los correosos recambios rojiblancos, a los cuales el Cholo evita utilizar lo máximo posible. Esta es la gran diferencia entre los dos grandes y los colchoneros: que mientras los primeros pueden jugar con un equipo de garantías entre semana y otro distinto pero igualmente eficaz en el fin de semana, el Atlético depende de los mismos once jugadores para todos sus compromisos, con algún pequeño retoque en la alineación si acaso. En el banquillo del Atlético no vemos a Pedros, Alexis ni Iscos, sino a jugadores como Adrián, Sosa o Insúa, de rendimiento más o menos eficaz según el caso, pero en los cuales Simeone no confía de manera habitual, salvo casos contados. Y esto conlleva que los titulares porten a estas alturas demasiados minutos en sus piernas, a pesar de las esporádicas rotaciones que impone el entrenador argentino, y que el míster diga que se les hacen largos y duros los partidos.
En las últimas jornadas se ha hecho visible este hecho, y como se temía, el bajón del Atlético ha sido inevitable. De ahí que el equipo haya pasado serios apuros ante conjuntos como el Betis, que estuvo a punto de ponerse por delante el fin de semana pasado con un remate al palo de Juankar, y al cual solo doblegó tras la expulsión de Braian Rodríguez, o el Granada, al cual batió anoche con un ajustado 1-0. Sin embargo, hasta ahora, la suerte ha acompañado a los colchoneros, que de manera más o menos ramplona han contado por victorias prácticamente la totalidad de sus partidos. Pero sería de necios esperar que la suerte acompañara cada día a los rojiblancos, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que ya les ha dado, y más aún creer que sus rivales no se aplicarán en los últimos ocho partidos con el ímpetu que les ha faltado durante gran parte de la temporada.
La recta final de la temporada no es un trayecto como el resto, sino un momento en el que escasean los partidos relajados ya que cada equipo se juega la consecución de sus objetivos, bien sea Europa o seguir en la misma división una temporada más. Y el Atlético entra en esta fase de la temporada con las pilas a mitad de carga, un calendario más exigente que el de sus competidores y con una distracción más: la eliminatoria de Champions contra el Barcelona. Un cóctel cuanto menos complicado para proclamarse campeón, sobre todo si la ventaja es tan exigua como uno y tres puntos con los respectivos rivales habiendo aún 24 por disputar.
Asimismo, no sería extraño que el Atlético, consciente también de esta realidad, no diera prioridad a la Liga sobre la Champions y tratara de aprovechar un posible despiste del Barça ahora que vuelve a estar metido de pleno en la lucha por el título, y más aún teniendo en cuenta que el campeonato continental tiene un aliciente del que el nacional carece: mucho dinero en juego por el simple hecho de pasar una ronda más.
Sin embargo, también en la Champions tienen los rojiblancos una dificultad añadida: sus encuentros ligueros en torno a la eliminatoria serán más exigentes que los del Barcelona. Mientras el Atlético se medirá al Athletic el fin de semana previo (el de esta semana) y al Villarreal en el que separa ida y vuelta de la eliminatoria, los culés tendrán en ese tiempo que jugar ante Espanyol y Betis respectivamente, gozando así de un margen de relajación algo mayor, especialmente en el partido ante el colista, que debería resultar sencillo para los de Martino. Asimismo, hay que señalar también que la lesión de Valdés abre una incógnita ante el rendimiento que ofrecerá Pinto en estos encuentros, pero aún así, el Atlético sigue teniéndolo muy difícil.
Por tanto, todo esto hace pensar que las alegrías de esta temporada tocan a su fin para la hinchada rojiblanca. Sin embargo, si algo ha demostrado este conjunto es que tiene el sello de su entrenador: la garra y la lucha necesarias para no dar ninguna batalla por perdida de antemano. Por tanto, si bien el Atlético no debe ser considerado favorito a estas alturas, sí hay que tratarlo como un digno competidor, y aunque es más que probable que no ganará la Liga ni pasará la eliminatoria de Champions, está asegurado que los colchoneros darán la cara y puede que incluso den alguna sorpresa más. Pero la lógica es rotunda: las sorpresas se acaban en algún momento. Y ese complicado momento parece sobrevolar el Vicente Calderón.