Hace unos días analicé la crisis que vive actualmente el Sporting de Lisboa tras batir su propio récord y estar ya más de 18 años sin ganar un título de Liga. En ese análisis mencioné brevemente aquel Sporting de los 80 de Meszaros, Manuel Fernandes, Antonio Oliveira, Rui Jordão (uno de los que saben lo que es jugar tanto en el Benfica como en el club leonino) que cosechó dos títulos de liga y protagonizó una bonita eliminatoria de la Copa de Europa de la 1982/83 contra la Real Sociedad.
Pues otra de las estrellas de ese Sporting de Lisboa era Ademar Marques, un interior derecho con un toque de balón nada desdeñable, y que tuvo sus mejores años como profesional en el antiguo José de Alvalade. Hoy en día, Ademar vive plácidamente en el Algarve, donde se instaló allí tras acabar su carrera como futbolista y, asimismo, donde empezó su carrera su retoño, el también futbolista Renato Marques quien, tras debutar en el primer equipo del Olhanense, desarrolla su actividad en las modestas ligas regionales.
Pero Ademar no tuvo unos inicios en un sitio tan idílico como el Algarve y sus primeros chutes a un balón no fueron en las turísticas playas del sur de Portugal, sino más bien en un sitio mucho más peculiar.
Y es que Ademar no nació en un hospital sino que vio la luz en una barraca de un circo instalado a las afueras de Lisboa. El motivo no era otro que el hecho de que sus padres eran trabajadores de circo. Concretamente, el padre, Waldemar, era payaso, y la madre, Adélia, era azafata.
Así, el pequeño Ademar pasó sus seis primeros años de vida en compañía de trapecistas, malabaristas, domadores con sus tigres y leones, escapistas, magos, maestros de ceremonias y, como no, payasos. recorriendo con ellos toda la Península Ibérica. Allá donde acampaba el circo, allá que iba el pequeño Ademar.
Con la llegada de la edad de escolarización, Ademar abandonó esas compañías circenses y se instaló, en Cova da Piedade, en casa de unos amigos de sus padres, primero, y en Corroios en casa de sus abuelos maternos, después. Ese alejamiento del circo y ese establecimiento de una normalidad supuso un punto importante en la vida del que en un futuro sería dos veces internacional con la selección lusa. El poder relacionarse con otros niños, tanto en el colegio como en el vecindario, supuso la llegada del fútbol a su vida, descubriendo así que tenía un talento innato para este deporte.
Tanto es así, que tras hacer sus primeros pinitos en el Desportivo Corroios, con trece años recibió una llamada del Sporting de Lisboa y allá que se fue para estar bajo la tutela de la disciplina blanquiverde en la que fue creciendo y desarrollando su fútbol hasta debutar con 18 años en el primer equipo.
En la escuadra leonina se mantuvo hasta los 24 años, formando parte de unos de los mejores equipos históricos del Sporting lisboeta (quizá el segundo mejor de la historia tras aquel Sporting de ‘los cinco violines’ de los años 50) con jugadores de la talla de Eurico Gomes y Carlos Xavier así como los ya mencionados Oliveira y Jordão. Ese equipo logró levantar dos ligas y una Taça de Portugal y quizá hubiera cosechado algún éxito más si el entonces presidente del Sporting, João Rocha, no hubiera decidido en 1983 prescindir de buena parte de la plantilla para ahorrar gastos.
A pesar de ser el canalizador del juego blanquiverde, Ademar fue uno de los sacrificados por la directiva de Rocha por lo que el mediocampista buscó acomodo en el Marítimo, equipo que se ‘le hizo pequeño’ y al curso siguiente desembarcó en el Oporto de Artur Jorge donde volvió a encontrarse con su viejo compañero Eurico Gomes.
Sin embargo, una lesión hizo que esa nueva oportunidad en el conjunto portista se esfumara. A partir de ahí las molestias físicas le lastraron en su periplo por el Os Belenenses y el Vitória Setúbal hasta que pudo retomar su carrera, ya sin contratiempos, en el Farense.
En el club del Algarve volvería a la regularidad y completaría a buen nivel un total de seis temporadas antes de colgar las botas. Si Ademar tuvo un inicio de vida algo bizarro para un futbolista (y también para cualquier persona porque no es muy corriente nacer y criarse en un circo) también sería original la forma de pasar su jubilación. Mientras muchos exfutbolistas buscan la manera de seguir vinculados al fútbol ya sea siendo entrenadores, comentaristas, gestores deportivos, empresarios enfocados al mundo del deporte, etcétera, Ademar prefirió instalarse en Loulé (una localidad a 18 kilómetros de Faro) e instalar una hamburguesería. Al menos no montó un circo.