Parece que en general, River Plate no dejó una buena imagen en Japón. Aparte de su clara derrota con el Barcelona en la final del Mundial de Clubes de la FIFA, mostrando un juego pobre y una falta de actitud por momentos, sus fanáticos no se comportaron del todo bien, primero con hostilidad hacia el ganador y más tarde con el injustificable incidente del escupitajo contra Lionel Messi en el aeropuerto internacional de Narita, en Tokio.
Una vez más quedó manifiesta la locura con que se vive el fútbol en Argentina, locura mal entendida, desbordando claramente la barrera de la mera pasión por un equipo. La insoportable cultura del agravio contra el rival, muy arraigado en las canchas del país sudamericano, se notó en el Estadio Internacional de Yokohama. Quizá se puede entender como una forma de abrigar a sus colores amados, o tal vez como una expresión de fastidio por el contundente 0-3 cuando los hinchas aún creían que la hazaña era posible. Pero de ninguna forma se puede convalidar. Menos cuando uno de los hostilizados durante y después de la final fue un compatriota suyo. Mientras Leo Messi fue aplaudido por el público local, los ‘riverplatenses’ lo silbaron y reprobaron a más no poder, lo mismo a Neymar que tuvo algunos encontronazos con Gabriel Mercado y, más aún para repudiar, un casi infantil “olé” cuando el Barça no tenía la pelota. Que, claro, no sirvió en absoluto para torcer la previsible superioridad blaugrana, tanto colectiva como individual.
Y tras el partido siguieron los malos comportamientos durante las entrega de trofeos. Pero el incidente en Narita, que además hizo reaccionar a un habitualmente tranquilo Messi y a sus compañeros, fue la rúbrica de una mala noche para River. Y eso que tuvieron al menos piedad (en líneas generales) con Javier Mascherano, formado en el club ‘millonario’, al que reconocieron antes y en el transcurso del partido.
Pero tanto los sucesos de Yokohama como los del aeropuerto demostraron de nuevo que ciertos aficionados no entienden qué significa perder. Parece que para ellos la derrota es excusa para insultar al rival, lo mismo que aconteció con la opinión pública argentina y cierto sector de la prensa, que quiso justificar las clarísimas cifras del marcador en la supuesta mano de Messi en el primer gol. Lo mismo que el técnico Marcelo Gallardo, que dijo que Barcelona no necesita de estas acciones para ganar. Los únicos que dieron una buena imagen y lavaron la mala del resto fueron los siempre diplomáticos dirigentes del River Plate, quienes en un comunicado en el sitio web del club repudiaron la agresión y felicitaron al campeón. Un ejemplo que, por el momento, no es tomado por los que desde una tribuna creen que apoyar a su equipo es denostar al contrario.