Hay un nombre que une uno de los momentos más importantes de España cuando Fàbregas alejó la maldición de cuartos ante Italia, el fallo de Roberto Baggio en Pasadena en 1994, e incluso el nombre de nuestra revista digital. Es el mismo nombre que conecta las invenciones de Coppens, Panenka o Cruyff con la precisión de francotirador exhibida por Bergkamp, Mendieta y otros especialistas desde los once metros. Un nombre, en última instancia, responsable de los millones de gritos anónimos, que cada día de partido piden o protestan penaltis en todos los estadios del mundo. Ese nombre es el de William McCrum, irlandés de familia adinerada, portero mediocre e entusiasta, bohemio y ludópata. Fue él el que inventó una de las instituciones más sólidas del balompié, el penalti.
William tuvo una educación privilegiada, ya que su padre apostó por formarlo para que se encargara de los negocios de la familia. Sin embargo, el joven William nunca se vio atraído por la gestión de stocks ni por los contactos con proveedores y clientes. En vez de eso, utilizó sus conocimientos proporcionados por sus estudios en Dublín en optimizar sus opciones de ocio. Se convirtió en un entusiasta del teatro, de la música, de los casinos y, sobre todo, del deporte. Practicaba ajedrez, rugby y críquet, pero su devoción máxima era el fútbol, cuyas reglas fueron fijadas sólo dos años antes de su nacimiento.
Conocido en la localidad de Milford como «Master William» (amo William), McCrum fue fundador y patrocinador de diversos clubes de la región, entre ellos el Milford Everton FC, que participó en el primer campeonato da Irlanda, realizado en la campaña 1890/91. En esa temporada de debut, William tuvo el ominoso honor de ser el portero de la defensa más batida del país, pues el Milford terminó esa liga con un balance de catorce derrotas en catorces partidos, y un saldo de 10-62 (diferencia de -52) en goles.
Los reveses deportivos no desanimaron a McCrum, educado bajo la máxima de que participar era lo más importante. Lo que le desanimaba un poco era un aspecto de juego que consideraba un vacío legal en las reglas de su deporte favorito: cuanto más cerca de la portería eran los lances, más duras eran las entradas de quien defendía su área. Y en ese tiempo las faltas violentas eran sancionadas con un libre indirecto, algo que raramente terminaba en gol, de esta manera, el ‘crimen’ compensaba.
Para resolver ese problema McCrum, en junio de 1890, hizo llegar a su amigo Jack Reid, secretario general de la federación irlandesa y delantero del Cliftonville, una propuesta de alteración de las reglas. Dicha propuesta decía lo siguiente: «Si algún jugador derriba o agarra a un adversario, o juega deliberadamente con la mano a menos de doce yardas de su línea de gol, el árbitro otorgará al otro equipo un tiro de penalidad que será ejecutado a doce yardas de la línea de gol en las siguientes condiciones: todos los jugadores, a excepción del ejecutor de la falta y del portero (que no podrá avanzar más de seis yardas), tienen que permanecer a un mínimo de seis yardas detrás del balón. Éste entrará en juego en el momento de ejecutar el tiro, y un gol podrá ser marcado directamente a partir del tiro».
A Reid le gustó la propuesta de su amigo, y a través de la federación irlandesa la presentó en el encuentro anual de la International Football Association Board. Pero, como todas las innovaciones drásticas, la idea de McCrum fue ridiculizada por varios participantes en la reunión. El argumento por la que rechazaron la propuesta era que, tratándose el fútbol de un deporte de caballeros, todas las faltas y cargas duras serían a raíz del empeño competitivo, y no de la intención deliberada de perjudicar al adversario. Por tanto, no tenía sentido castigar de forma tan severa lo que era sólo una expresión de afán deportivo. Otra crítica formulada en ese encuentro de la IFAB acusaba a McCrum de dar alas a su vena teatral, reclamando un mayor papel protagonista para el cancerbero, algo contrario al espíritu original del deporte, la colectividad. Por eso, la propuesta fue rechazada, con la promesa de ser estudiada en un futuro.
Notts County dio la razón al ‘amo’ McCrum
McCrum no necesitó esperar mucho tiempo para ver como su idea ganara peso. El pretexto decisivo, según los cronistas de la época, fue un partido de cuartos de final de la F.A. Cup, entre el Notts County y el Stoke City, disputado en el día de San Valentín de 1891.
Mientras perdían por un tanto a cero a un minuto del final, el Stoke vio como un defensa del Notts County, de nombre Jack Hendry, evitó un gol con la mano, y el el libre indirecto posterior no fue convertido en el empate, dado que todos los jugadores del conjunto de Nottingam formaron la barrera en la línea de gol. La ‘inmoralidad’ de la victoria del Notts County (que ese año llegaría a la final) fue subrayada por el árbitro en el parte de juego, un documento que llegó a la reunión anual de la IFAB meses más tarde en Glasgow. Después de varias horas de discusión, la «propuesta irlandesa», como era conocida la idea de McCrum, fue nuevamente sometida a votación y al fin aprobada, pasando a integrar a las leyes de juego a partir de la temporada siguiente, 1891/92 (la misma temporada en que el uso de redes detrás de las porterías pasó a ser norma).
McCrum no tomó partido de la idea pionera pese a ser la mente que la elucubró. Continuó con su vida de privilegiado, volviendo a la portería de vez en cuando, apostando en los casinos, desenvolviéndose en teatros y asociaciones culturales y, principalmente, despilfarrando la fortuna amasada por su padre. Murió en 1932, solitario y sin dinero, lejos del calor del mundo del fútbol. Sólo la insistencia de un historiador local, Joe McManus, que a petición de Robert McCrum (nieto del ‘amo’ William) recuperó su historia, haciendo que llegase a los oídos de la FIFA. Después de una investigación en los archivos de la IFAB, el reconocimiento oficial llegó en 2001, en forma de monumento funerario y un busto en homenaje a McCrum erigidos en el centro del Parque de Milford.
Así una cosa tan determinante como un penalti, que ha dado tanto alegrías y tristezas en el mundo de fútbol, ha estado más de cien años en boca de todos los aficionados a este deporte, pero sin preguntarse siquiera su origen. Pero para gloria póstuma del ‘amo’ McCrum que buscaba un fútbol más justo, se hizo justicia y su nombre está en el panteón futbolístico.