El fútbol argentino está inmerso en una gran desorganización, pero está considerado entre los más atractivos del mundo. Sus jugadores son de calidad, pero cuando dan un salto en muchos casos no demuestran todo lo que potencialmente son. Entre los juveniles, se dice que todos los días nace un crack, sin embargo los malos resultados lo contradicen. Y como en estos temas, en los números internacionales Argentina también evidencia un notorio contraste. El éxito y protagonismo de sus clubes se encuentra en la vereda opuesta a lo mediocre que produce la selección, especialmente este 2015.
¿Cómo justificar que mientras los equipos domésticos están siempre en la pelea grande, la albiceleste se encuentra en un momento de semioscuridad? Tal vez, en general, y como ocurre en otros países de gran tradición como últimamente el vecino Brasil, Argentina esté pasando un tiempo de sequía en la cosecha de grandes talentos, quienes forman equipos muy buenos pero que cuando se trasladan al gran contexto europeo, con excepciones de algunas superestrellas, caen a segundo plano o no logran emerger en un marco tan distinto y mucho más exigente que el sudamericano. Así, vemos por ejemplo que la igualmente difícil Copa Libertadores ha sido obtenida por San Lorenzo y River Plate, que además se han consagrado subcampeones del mundo pero venciendo a equipos de menor relieve que los poderosos Real Madrid y Barcelona, respectivamente. Mientras en la gris Copa Sudamericana, más un evento televisivo que una competencia con razón de ser, los clubes argentinos han disputado las últimas cuatro finales, con los triunfos de Lanús en 2013 y el mismo River en 2014 y los segundos puestos de Tigre en 2012 y Huracán este año. Pero es evidente por demás que el fuerte nivel del subcontinente tiene poco que ver en el desempeño de las selecciones nacionales, formadas en su grueso por figuras europeas.
Ecuador no tiene gran protagonismo en aquellas competencias, sin embargo está arriba en las clasificatorias para Rusia 2018. Uruguay hace mucho no da que hablar en las competiciones de clubes como en sus tiempos de gloria, pero la celeste muestra un gran momento al compás del brillante Luis Suárez y compañía. Lo mismo Chile, que no ha llegado a instancias finales después del título de Universidad de Chile en la Sudamericana 2011, pero ganó su primera Copa América y es uno de los conjuntos nacionales a batir. En cambio, Argentina ha tenido un año bastante regular, con un equipo que no termina de despegar y de dar el salto para parecerse más a uno de los cuatro grandes del mundo que al mediano combinado, que sigue mostrando un rendimiento muy tibio para lo que se espera de un conjunto donde juegan Messi, Agüero, Di María, Banega, Lavezzi. Eso influyó en la derrota por penaltis ante Chile en la Copa América y en el comienzo bajo en las clasificatorias mundialistas, donde sólo el trascendente 1-0 en Colombia se rescata de un año mediocre y abre nuevamente la esperanza del despegue.
Claramente, el competitivo contexto sudamericano está como pocas veces lejos del europeo. Y esa probablemente es para el fútbol albiceleste la razón más fuerte de este marcado contraste. Por ahora, Argentina destaca mucho en clubes, pero al formar su once propio, muestra una importante distancia. Está en la conducción del entrenador Gerardo Martino, buen conocedor de ambos mundos futbolísticos, y de sus inmensas estrellas el poder armonizar su nivel con el de los clubes que tan bien lo hacen quedar en las competencias internacionales.