«Meritorio triunfo argentino», tituló entonces el prestigioso diario La Nación. Ocurrió un 24 de marzo de 1976, hace 40 años. La selección de César Luis Menotti venció dos a uno a Polonia en un amistoso en Chorzow, una pintoresca ciudad industrial de ese país, pocas horas después de que la Junta Militar derrocara al gobierno de María Estela Martínez de Perón (popularmente conocida por Isabelita). A lo largo de ese fatídico día, la televisión argentina sólo emitió los comunicados de la Junta y las imágenes del partido. Los integrantes de ese equipo rememoran la incertidumbre y la angustia que vivieron aquel día, a doce mil kilómetros del país, sin saber realmente qué estaba sucediendo aquí.
Uno de ellos fue Leopoldo Jacinto Luque, el entonces delantero centro del River Plate. “Cuando estábamos en el hotel, nos citaron a todos en un salón que utilizaba exclusivamente el plantel para las comidas. El Gordo [José María] Muñoz, que estaba relatando nuestros partidos, había pedido hablar con nosotros, nos felicitó por el triunfo y nos comunicó que los militares habían tomado el poder. A muchos se nos caían las lágrimas. Era una situación general del grupo, y si tengo el recuerdo de la imagen de Mario [Kempes] muy angustiado, es porque se trataba de uno de los referentes del equipo. Todos estábamos preocupados y preguntábamos si había sido algo violento, porque recordábamos lo que fue el derrocamiento de Perón en 1955, con bombardeos en la Plaza de Mayo. Menotti, que daba la impresión de que ya estaba al tanto del tema, nos tranquilizó», relató Luque recientemente a La Nación.
La incertidumbre y la distancia conspiraban contra la voluntad de aquella selección. Sigue Luque con sus recuerdos: «Nacha, la mujer de Gatti, que tenía buena relación con mi exmujer porque vivíamos cerca, se comunicó con Hugo, y de a poco todos fuimos hablando con nuestros familiares. No era como ahora, con Internet y tantas facilidades para estar conectado. Con suerte hablábamos por teléfono cada cinco, ocho o diez horas, entre entrenamientos, viajes y partidos. Todos teníamos ansiedad por volvernos».
Contra Polonia, el equipo formó con Gatti; Alberto Tarantini, Jorge Olguín, Daniel Killer y Jorge Carrascosa; Marcelo Trobbiani (reemplazado luego por Osvaldo Ardiles), Américo Gallego y Ricardo Bochini; Héctor Horacio Scotta (más tarde René Houseman), Luque y Kempes. Había nevado en Chorzow y la cancha se despejó poco antes del partido. Gatti jugó con pantalón largo y gorra. Sus compañeros, de manga larga. Kmiecik abrió la cuenta para los polacos, empató Scotta y Houseman anotó el gol del triunfo. Sesenta mil personas llenaron el estadio, siguiendo a un equipo que venía de ser sensación en el mundial de Alemania 74, pero despidieron con aplausos a los argentinos.
Fue uno de los últimos partidos de Daniel Killer como titular en la selección, antes de que Passarella se quedara con el puesto, que también con pesar rememora aquella angustiosa noche polaca.»El profesor Ricardo Pizzarotti nos reunió y nos dijo que nos volvíamos al otro día. Casi sin contacto con la familia, estábamos entre la duda de quedarnos en el hotel, o conocer la ciudad, donde hacía tanto frío que Houseman festejó el gol tirándose en una montaña de nieve. Yo compartía habitación con El Hacha [Luis] Ludueña y nos fuimos a la casa de un italiano que él conocía, sabiendo que a las siete de la mañana salíamos para Argentina. Pero cuando volvimos al hotel a la noche nos dijeron que la gira seguía adelante».
La preocupación por el cambio en Argentina dominó al plantel. El mito sevillista Héctor Scotta, autor del gol del empate ante los polacos, era uno de los más angustiados: «Teníamos mucho miedo a todo, a lo que fuera, una guerra civil, por ejemplo». Luego de esa victoria, nada fue igual en la gira; derrotas 0-2 con Hungría y 1-2 ante el Hertha Berlin, en Alemania, y un empate a cero ante el Sevilla, en la capital andaluza.
Tras la gira a los futbolistas argentinos les resultó imborrable la imagen del regreso. «Fue muy llamativo que cuando nos fuimos había un gobierno democrático y nos fueron a despedir hasta políticos entre la gente, y al volver, Ezeiza (localidad donde se encuentra el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini) parecía una película de guerra, con el aeropuerto lleno de soldados armados», rememora Luque.
Retoma el relato Killer: «Estábamos tan protegidos, en lugares con regímenes militares y bajas temperaturas, que ni la televisión mirábamos, porque había pocos canales y en otros idiomas. No sabíamos ni entendíamos nada de lo que pasaba, más allá de la preocupación que teníamos por la noticia. Creo que hasta casi después del Mundial no fuimos conscientes de nada. Hasta andábamos con un libro con indicaciones sobre cómo comportarse, que ahora no sé si era para mantenernos distraídos o porque siempre los argentinos que viajaban hacían algún lío».
Otros testimonios claves. El lateral Jorge Carrascosa desveló: “No sabíamos exactamente lo que estaba sucediendo. A medida que pasaban los días, el deseo era volver cuanto antes”. A lo que agrega el gran mediocampista y gloria de Independiente, Ricardo Bochini: “A nosotros nos aseguraban que no había problemas”. Es cierto, así los nuevos responsables de la Argentina lo hacían notar al mundo, como en 1978 lo hicieron gracias al mundial. Pero sí había problemas. O mejor dicho, un problema mayúsculo: un golpe de Estado, más importante que una gira de una selección de fútbol.