Abril de 1904. Hace ya 112 años. El Athletic de Bilbao se consagra como campeón de la segunda edición de la Copa del Rey (tercera edición copera si sumamos el torneo precursor, la Copa del Ayuntamiento de Madrid de 1902) y tal como indica en el apartado de Historia de la Copa en cualquier Guía Marca, lo anecdótico de este título es que los ‘leones’ no disputaron partido alguno. En la final, el conjunto vasco debía enfrentarse al Español de Madrid, que llegó a esa ronda a través de una serie de embrollos (lo hizo como representante de la zona de Madrid) pero éste no hizo acto de presencia el día fijado inicialmente y brindó así el título en bandeja para el Athletic.
Esta edición, a diferencia de la anterior que fue organizada por el Real Madrid (y que transcurrió sin ninguna complicación), fue organizada por la Asociación Madrileña de Fútbol presidida entonces por Ceferino Avecilla, y tenía como lugar de juego el Campo de Tiro al Pichón de Madrid (pese a que se tenía la intención de jugar en el Hipódromo de Madrid, lugar más habilitado para la presencia de la figura notoria de Alfonso XIII). La intención inicial de Avecilla es que este torneo fuera una contienda de representantes regionales por lo que se proyectó un triangular entre el representante de Vizcaya, el Athletic de Bilbao que acudía como vigente campeón de la Copa del Rey, el de Cataluña, recientemente Espanyol proclamado campeón del Campeonato de Cataluña, y el de Madrid.
Para definir al represente de Madrid se iba a realizar una serie de eliminatorias que iban a estar encuadradas dentro de la propia Copa del Rey, y para ello se inscribieron el Español de Madrid y el Madrid Moderno, este último una ‘fusión’ entre el Real Madrid (llamado entonces Madrid Foot-ball Club) y el Moderno FC.
La final estaba prevista para el 27 de marzo, pero la Asociación Madrileña de Fútbol, para dar más mordiente al torneo, incluyó dos conjuntos madrileños en la eliminatoria regional, el Moncloa y el Iberia, lo que obligaría a aplazar la fecha de la final, modificación a última hora que no fue aceptada por el Espanyol que se retiró de la competición. Así la finalísima pasaba a ser a partido único entre el Athletic y el representante madrileño.
Así el torneo comenzó el 13 de marzo y a consecuencia de tener una organización tan espontánea pronto comenzaron los errores que conllevaron a que esta segunda Copa del Rey fuera un auténtico caos. En la primera semifinal madrileña se vivió la victoria del Moncloa al Iberia por cuatro a cero, partido sin ninguna incidencia y que daba el pase al Moncloa, pero en la otra semifinal ya vino el primer lío. El 19 de marzo se disputó el Español de Madrid contra el Madrid-Moderno, encuentro que acabó con un abultado empate a cinco tantos. Como estaba recogido en las Bases del Torneo, en caso de empate no había posibilidad de prórroga y se tenía que disputar un partido de desempate. Pero a la hora de concertar el encuentro que deshiciera la igualada los capitanes de ambos equipos acordaron no se pusieron de acuerdo sobre cuando debían jugar el desempate. Los españolistas querían jugar a la misma hora del día siguiente, pero el Madrid-Moderno se negó al entender que en las bases del torneo se decía que ningún desempate podía jugarse en un plazo inferior a las 48 horas después del partido. Así que al día siguiente el Español, por su propia cuenta, acudió para disputar el desempate, y ante esto el presidente Avecilla, que casualmente era a su vez presidente del Español, dio la razón a los españolistas pese a avisar a los madridistas que el partido no debía disputarse, y les declaró vencedores del partido, con la consecuente lluvia quejas del equipo damnificado.
Así el 27 de marzo se disputó la final de las eliminatorias madrileñas entre el Moncloa y el Español. Todo iba bien para el equipo que presidía Ceferino Avecilla al mandar en el encuentro por un gol a cero, cuando un defensor del equipo, Alfonso Hermúa, se fracturó la tibia y el peroné (entonces estaban prohibidas las sustituciones) y el partido tuvo que suspenderse. Como eran ellos los que iban por delante cuando se produjo el percance, los españolistas reclamaron la victoria y presentaron un alegato al organizador del torneo.
La Asociación Madrileña de Fútbol organizó una asamblea para dirimir el asunto, en ella Avecilla propuso aceptar la solicitud españolista. Pero dada su condición de presidente del club reclamante hizo que su voto fuera rechazado por los demás miembros del organismo y finalmente se decidió que para resolver la controversia, se recurriera a un sorteo que favorecería, azares del destino, al Español, que finalmente sería el representante madrileño que se batiría en la final ante el Athletic.
Así con toda esta polémica, la final quedaba emplazada para el 29 de marzo, dos días después de la fecha prevista. Pero el ente organizador, inmiscuido en la problemática fase de clasificación madrileña, olvidó avisar del cambio de fecha al Athletic de Bilbao que hizo acto de presencia en el Campo del Tiro al Pichón el 27 de marzo, donde evidentemente, no encontró rival alguno, por lo que se autoproclamó campeón y marchó de vuelta a Bilbao.
Algo que hizo también el Español de Madrid cuando el día 29 se presentó al terreno de juego y al no estar el conjunto vasco, exigió el título de campeón. La organización (o mejor dicho Avecilla), evidentemente dio como campeón al Español, pero ante las severas protestas del resto de clubes madrileños finalmente se reconoció al Athletic como el vencedor copero. Las principales razones aducidas eran por un lado la tremenda desorganización reinante en el torneo, y por otro que los españolistas ni siquiera tenían asegurado su puesto en la final ya que no habían ganado ningún partido las eliminatorias regionales (un empate y un partido suspendido como balance). Viendo Ceferino Avecilla que esta polémica se podía prorrogar hasta época estival, decidió optar por el mal menor, y nombrar de manera oficial al Athletic como campeón de la Copa del Rey. Así el conjunto vizcaíno ha pasado a la historia por se uno de los pocos equipos en conquistar un título si tan siquiera jugar un partido.