Una vez más el racismo, una cosa que debería estar erradicada, salpicó el fútbol. Hace unos días unos aficionados de un equipo español que no quiero señalar (el club está exento de culpa) emitieron sonidos simiescos para referirse a uno de sus jugadores por sólo el color de su piel, y se creó un mínimo de revuelo mediático pero poco más. A la semana siguiente, las inmundicias humanas en cuyos cerebros sólo anida la barbarie volvieron a repetir el ‘simpático’ gesto a otro jugador, esta vez del conjunto rival, una reiteración que volvió a quedar sin castigo, porque parece que en España no importa demasiado esta lacra.
No importa que durante la historia se haya hecho atrocidades hacia el prójimo por ser de una raza o etnia diferente. No importa la esclavitud, el apartheid, los holocaustos. No importa la contundente condena del presidente de la FIFA. No importa que tuvieran que pasar más de cincuenta años hasta que el Ponte Preta fuera el primer club que incluía jugadores de color en su plantilla. En España se sigue sin perseguir a esos desalmados, programas de gran magnitud que denuncien estos lamentables hechos y potencien su lucha contra ellos brillan por su ausencia y el entramado mediático casi que obvia el tema. Una vez más, se puede decir que «Spain is different».
Mientras en otros países europeos como Reino Unido o Alemania, el racismo en el deporte está enormemente perseguido y poco a poco está minando esa nefasta huella alimentada por la ignorancia de los bárbaros siglos anteriores. En el país teutón por ejemplo, si los aficionados incurren en comportamiento de odio racial, el club toma cartas en el asunto y les prohíbe la entrada al estadio y además los denuncia a las autoridades competentes. Mientras que en Gran Bretaña por su parte, se ha desarrollado la campaña «Show racism the red card», una iniciativa de gran notoriedad mediática en la que los clubes y los jugadores de las Premier League inglesa y escocesa se prestan para fomentar la lucha contra el racismo.
Sin embargo, España queda rezagada y opta por no luchar contra esa barbarie, aunque es gratificante ver que se empiezan a dar los primeros pasos como demuestra la noticia de que uno de los grandes clubes de la Liga desmantele la zona donde se concentraban muchos de esos ultras racistas para instaurar una grada joven. Primeros brotes verdes, pero aún queda mucho camino por andar.