Si algo tiene el fútbol (como casi todo los deportes en general) es que cada cierto tiempo nos regala mañanas, tardes o noches mágicas. Es tan grande que puedes ver un partido insufrible y minutos después disfrutar de un encuentro histórico. De esos que se recordarán dentro de muchos años. Ya anoche se notaba en el ambiente, Thomas Tuchel o Pep Guardiola tras jugar sus equipos fueron preguntados por lo que había ocurrido en el Camp Nou. Estaba claro cuál era la noticia del día, y sin duda, lo seguirá siendo durante unos cuantos más.
Muchas cosas ocurrieron durante ese encuentro en Barcelona y dejando claro que fueron factores importantes, las nombro pero no son las que quiero analizar. Está claro que el París Saint Germain de Unai Emery fue ‘inocente’, por decirlo de forma suave (quien me conoce sabe que no se me puede acusar de ventajismo con él). Le entró el miedo escénico en el Camp Nou y dejó que se lo comiese un Barça que no hizo, ni mucho menos, su mejor fútbol. Los dos primeros goles resumen a la perfección la actitud de ambos equipos. Uno estaba timorato y el otro era todo corazón. Está claro también que el árbitro influyó, eso nadie lo va a dudar, pero la exhibición de carácter del Barça quedará para la historia. La fe, las ganas de hacer algo grande se palpaba en el ambiente. Toda gran generación de futbolistas necesita su gran gesta, su gran remontada, y desde luego esta generación increíble del Barcelona la consiguió ante el PSG.
No vimos al mejor Barça, pero sí a un equipo que empujó con todo. Con Neymar como gran estrella. Desde que salió de su casa sabía que iba a ser una noche mágica. Menudo golpeo de falta regaló para volver a dar vida al partido. Vimos a Messi, solo, celebrando el pase con su afición (tras no brillar durante el partido), dejándose llevar por el momento. También disfrutamos de Luis Enrique en modo celebración de título. Todo eso nos hace ver el esfuerzo que hizo el Barcelona. Como veían recompensado su trabajo tras el gol, ya para siempre en la historia del club, de Sergi Roberto. Imposible no emocionarse para cualquier aficionado neutral de fútbol. Las caras desencajadas de Messi y Neymar durante la celebración. Ningún jugador culé sabía qué hacer, habrán celebrado títulos con menos efusividad que el pase a cuartos de ayer. Algo indescriptible.