Uno de los momentos más destacados de nuestra historia reciente es la Primavera de 1968, un movimiento social que depende de dónde sucedía tenía un fin distinto en base al trasfondo que le rodeaba. Así la Primavera de 1968 que se inició en París en lo que se conoce el mayo francés y que influyó en Europa Occidental surgió de protestas estudiantiles de marcado carácter socialdemócrata y en contra del mercantilismo, en Italia tuvo un inicio similar pero la represión policial italiana hizo que desembocara en los ‘anni di piombo’ (etapa donde los ultra izquierdistas se servían del terrorismo y que proporcionaron aliento para la creación del GRAPO español y el RAF alemán), mientras que en España, al ser una dictadura, las protestas se centraban en el fin del franquismo y en que se instaurara un régimen democrático. Sin embargo en el bloque comunista, su ‘Primavera sesentayochista’ tenía un calado diametralmente distinto.
Tras el Telón de Acero, concretamente en Checoslovaquia, se dio lo que se llamó la ‘Primavera de Praga’ un movimiento que en vez de partir de la ciudadanía, partió del gobierno, y buscaba una apertura política para divergir en un estado socialista no totalitario. De esta manera, en Checoslovaquia se aspiraba a un «socialismo de rostro humano» con la existencia de múltiples partidos políticos y sindicatos, garantizando la libertad de expresión y el derecho a huelga, algo que no gustó nada en Moscú y por lo que Leonid Brezhnev, premier de la Unión Soviética, decidió poner cartas en el asunto y apagar una mecha que aspiraba a dinamitar todo el orden comunista de Europa del Este.
De esta manera el 21 de agosto de ese 1968, las tropas del Pacto de Varsovia (es decir la Unión Soviética y sus satélites conniventes: Alemania Democrática, Polonia, Hungría y Bulgaria) con doscientos mil soldados y más de dos mil tanques, invadieron Checoslovaquia y volvieron a restablecer el orden estalinista en el país centroeuropeo, revirtiendo las reformas aperturistas, causando 72 muertos y provocando la huida del país de más de 70.000 checoslovacos. Este acto de represión tendría consecuencias en la política global y también en el fútbol.
Unos días más tarde de la invasión, a menos de un mes de iniciarse la Copa de Europa, varios equipos de Europa Occidental, encabezados por el Celtic de Glasgow y el Milan hicieron saber a la UEFA que no jugarían contra equipos del bloque del Este. A los escoceses les había tocado en suerte el Ferencvaros húngaro mientras que a los italianos debían enfrentarse al Levski de Sofía. Ante la reclamación, la UEFA decidió reunirse el 30 de agosto en una comisión de urgencia donde decidió de una manera salomónica; no habría enfrentamientos entre clubes del Este y del Oeste. Para garantizarlo se hizo un nuevo sorteo en el que los equipos orientales quedaron emparejados entre sí: Dinamo de Kiev-Ruch Chorzow, Levski-Ferencvaros, Carl Zeiss Jena-Estrella Roja y Steaua de Bucarest-Spartak de Trnava. Al día siguiente las federaciones de los países que habían participado en la invasión de Checoslovaquia, disconformes con la decisión de la UEFA, decidieron retirar a sus equipos de la competición.
Esta espantada provocó que se jugara una única eliminatoria del Este, el Steaua rumano contra el Spartak Trnava checoslovaco, y que el Estrella Roja al no tener rival pasara directamente a octavos donde sería eliminado por el Celtic, que finalmente sí que tuvo que enfrentarse contra un equipo de más allá del Telón de Acero, pese a su enérgica disposición a no hacerlo.
Este ‘boicot’ al bloque del Este también se dio en la ya inexistente Recopa donde la UEFA, como había hecho con la Copa de Europa, repitió el sorteo para evitar cruces entre equipos occidentales y equipos orientales. Y por ello se retiraron los equipos de los países invasores: Spartak de Sofía, Gornik Zabrze, Dinamo de Moscú, Unión de Berlín y Vasas de Györ, por lo que sólo hubo un enfrentamiento entre clubes del este el Slovan Bratislava checoslovaco contra el FK Bor yugoslavo, mientras que el Dinamo Bucarest pasó directamente de ronda al no tener rival. Por contra, la única competición continental que no se vio salpicada por los sucesos de Checoslovaquia fue la Copa de Ferias, puesto que este campeonato estaba organizado por la FIFA (no será hasta 1971 cuando pase a organizarlo la UEFA y lo renombre como Copa de la UEFA, valga la redundancia), y que de hecho un equipo del bloque del Este, el húngaro Ujpest Dozsa fue subcampeón doblando la rodilla sólo ante el Newcastle United.
Lo que es más curioso es que en los torneos afectados por este boicot, tanto la Copa de Europa como la Recopa, los clubes del país víctima de la invasión, realizaron estupendos campeonatos. Por un lado, el Spartak Trnava alcanzaba las semifinales de la Copa de Europa y estuvo a un sólo gol de forzar un desempate que le pudiera llevar a la final, pero el Ajax de un incipiente Johan Cruyff le privó de tal posibilidad. Por otro, el Slovan Bratislava se alzó con la Recopa, en el que hasta hoy sigue siendo el único título europeo de un club checoslovaco (concretamente eslovaco), al vencer por tres tantos a dos a un Barcelona en el que destacaba un joven Charly Rexach. Así el pueblo checoslovaco vio como sus ansias de libertad eran cercenados por el yugo de la hoz y el martillo pero en compensación tuvo un poco de gloria futbolística. Escaso consuelo.