Siempre que se menciona el mundial de 1986 es fácil que aflore del subconsciente todo lo que rodeó a esa cita futbolística celebrada en México: ‘la mano de Dios’ de Maradona, los cuatro goles de Butragueño a Dinamarca, el penalti fallado por Zico ante Francia, el hat-trick de Lineker a Polonia, la brecha en la frente de Camacho y su aparatoso vendaje, el linier del Francia-Canadá y su pericia cazando un gallo que se había colado en el terreno de juego, la narración antológica de Víctor Hugo Morales del golazo de ‘el Pelusa’ ante Inglaterra, y como no aquella final en el Azteca que no decepcionó a ningún amante del fútbol. Pero todo eso pudo no haberse si los designios iniciales se hubieran cumplido, pues ese mundial no correspondía organizarlo a México, sino a Colombia.
¿Colombia 86? Sí, pues justo antes del mundial de Alemania Federal, en el Congreso de la FIFA que se celebró en Fráncfort del Meno en mayo de 1974, la cúpula del ente que dirigía João Havelange, designó como sede al país cafetero gracias a la insistencia del presidente de la Federación Colombiana, Alfonso Senior, que supo congeniar con el dirigente brasileño lo suficiente para sortear los impedimentos que veía una gran parte de la directiva de la FIFA a una candidatura de un país nulo en materias de infraestructuras.
Así Senior, que otrora como presidente del Millonarios de Bogotá había cumplido su sueño de crear un equipo de fantasía gracias a los fichajes de los argentinos Alfredo Di Stefano, Néstor Rossi y Adolfo Pedernera, cumplía otra de sus ilusiones, ver celebrarse un mundial de fútbol en su país. Pero la crisis estructural que asolaba Colombia y los problemas que surgían en las zonas rurales a raíz de unas incipientes FARC, propició que el ejecutivo colombiano no se preocupara demasiado en preparar el país para tal magno acontecimiento deportivo.
Tanto es así que en 1982, tras la postrimerías del mundial de España, sólo se había avanzado en crear la mascota del certamen (un balón antropomórfico algo cutre que era una muestra más del desinterés en el evento futbolístico) y poco más, algo que soliviantaba a la cúpula de la FIFA pese a la insistencia de Havelange de que todo iba bien. Por ello, Hermann Neuberger, vicepresidente de la FIFA, redactó un listado de requisitos necesarios para que Colombia fuera ratificada como sede.
Esas exigencias eran las siguientes:
Y para rubricar la razonable exigencia de la FIFA, se estableció el día 10 de noviembre de 1982 como plazo de caducidad para informar al mundo futbolístico si el país estaba o no dispuesto a cumplir con su palabra.
Ante tal faraónica lista de exigencias los patrocinadores de la candidatura colombiana, el Banco de Colombia (hoy Bancolombia) y el Grupo Grancolombiano (holding financiero que quebró a finales de los ochenta) sabedores que con las escasas las reservas monetarias del país, serían ellos lo que tenían que sufragar todas esas reformas, retiraron su apoyo y el gobierno colombiano se vio en la estacada con sólo una salida posible, rechazar la organización la Copa del Mundo.
Así pese a los consejos de Senior de reconsiderar la situación y a sus fuertes argumentaciones en favor del mundial como una vía para reforzar al país en materia de infraestructura, de reputación internacional y sobre todo de dignidad, el presidente de Colombia, Belisario Betancur anunció la cancelación de la organización del certamen mundialista el 25 de octubre, dieciséis días antes del plazo dado por la FIFA.
Así unos meses más tardes se decidió como sede sustituta, donde pese a que un año antes de la competición un virulento terremoto de 8,1 grados en la escala de Richter asolara Ciudad de México (siendo el peor terremoto de la historia del país norteamericano) y provocara el fallecimiento de 6.800 personas y el derrumbe de 7.000 edificios (necesitando así gran ayuda exterior para revertir los daños, principalmente de Estados Unidos) se celebró uno de los mejores mundiales en cuanto a organización se refiere. México daba así una lección a Colombia de que si todo el mundo rema en una misma dirección se puede conseguir el objetivo.
La dejadez y falta de organización han dejado a Colombia con el dudoso honor de ser el único país en rechazar la organización de un mundial de fútbol, una oportunidad que difícilmente se volverá a repetir. Como decía el propio Senior: «Colombia es un país enano al que no le quedan bien las cosas grandes. Y la empresa de realizar el Mundial es un compromiso grande. Yo quería para Colombia algo de ese porte, y Colombia me falló».