Corría el año 1941. Por aquel entonces, los jugadores no eran lo que son hoy en día, perfectamente el delantero de tu equipo podía ser el vecino de arriba. Tampoco había autobuses en los equipos, estos se trasladaban hacia el estadio con coche propio o con transporte público. Eso fue lo que un domingo decidieron hacer en la capital del Guadalquivir, Iturraspe, Lelé, Eizaguirre, Gorostiza y Epi.
Se vivían las horas previas a un Sevilla-Valencia y los jugadores citados anteriormente ya se encontraban en los aledaños del estadio. Al ver que todavía tenían mucho tiempo de espera, decidieron acercarse a un bar a tomar café. Gorostiza, un tipo aficionado al alcohol decidió tomar una copa de coñac, se la bebió de un trago y solicitó otra. Su compañero Epi, un tipo comprometido y serio, no dudó en reprocharle su actitud. Gorostiza lejos de dejar de tomar copas, le respondió: “Pues mira por dónde, ahora no va a ser una copa, sino cuatro. Camarero, sírvamelas”. Ante la mirada de sus cuatro compañeros, las alineó en la barra y se las tomo una detrás de otra, casi sin respirar.
Una vez llegaron al vestuario, sus compañeros trataban de esconder a Gorostiza del entrenador. Tuvieron que atarle las botas, ya que de ebrio que iba, le temblaban los dedos. Saltaron los dos equipos al terreno de juego y a los pocos minutos jugados el árbitro pitó un penalti en el área local. En el conjunto del Turia era frecuente ver lanzarlos al vizcaíno y esta vez no iba a ser diferente. Apenas toco el balón, le dio una patada al suelo la cual hizo que terminase por los suelos. Los graderíos rieron, silbaron, e incluso llegó a escucharse el “¡Borracho, borracho!” desde las localidades económicas. Cuando Lelé acudió a levantarlo, porque se había caído de bruces, percibió su juramento. Iban a saber los andaluces quién era él.
Entonces Gorostiza, conocido como ‘la bala roja’ por ser un tipo rapidísimo, ágil, ambicioso e intuitivo, hizo valer su potente disparo con la izquierda en una reacción épica ante las burlas sufridas por su estado de embriaguez. Se fraguaba así la furia del borracho y al finalizar el encuentro, el marcador reflejaba una cómoda victoria por 1-4 con la decisiva participación del mismo jugador en todos los goles: Gorostiza. Dicen que la rabia y la furia no son buenas compañeras, pero al delantero che le sirvió para demostrar que era un ‘killer’, ya sea borracho o en plenas condiciones, pero un ‘killer’ al fin al cabo.
Esa faceta de goleador nato la llevaba más allá al ser un seguro a la hora de tirar una pena máxima. Así, en relación a sus lanzamientos desde el punto de penalti Gorostiza llegó a decir: “No tienen secreto: dureza, puntería y cuanto antes. Un golpe de sangre. Es más, elijo el sitio y tengo la nobleza de indicarle al portero por dónde se lo voy a colar. Es cuestión de potencia y rapidez”. Aunque las estadísticas sobre esa época no resultan muy fiables, parece que de sus 30 lanzamientos sólo falló dos; uno enviado al graderío y otro a la madera.
Juguete roto
Pese a ser una de las figuras de ese Valencia que ‘campeonaba’ en los años 40 así como diecinueve veces internacional, Gorostiza había caído en el olvido y desaparecido del imaginario popular, tanto es así que pasó su senectud recluido en un asilo.
Por ello, el director de cine, Manuel Summers (hermano del televisivo Guillermo Summers y padre del vocalista de Hombre G), le recordó en su película Juguetes rotos, un documental donde hacía homenaje a figuras olvidadas como eran el propio Gorostiza, el torero Nicanor Villalta, el boxeador Paulino Uzcudum o la actriz Marina Torres, entre otros.
En esa película Summers llegó a decir de Gorostiza lo siguiente: “Hoy, en un viejo libro de texto, he vuelto a encontrar un cromo tuyo de los que entonces, cuando niño, tenía repetido. Porque éste eres tú, Guillermo Gorostiza, ‘Bala Roja’. Y ya, ni me acordaba de ti. Perdóname. Por eso me he preguntado, ¿dónde estás?, y he salido a buscarte. Hasta he ido a una agencia de información y he pedido algunas fotografías tuyas. Sólo tenían tres y, las que tienen, son de las que yo tenía repetidas, de cuando tú jugabas al fútbol. Y me han dicho que sólo las tienen por si algún día te mueres. Ahora que puedo, quiero hacer una película contigo. Una película tuya».