Los aficionados del Barcelona deberían estar mosqueados con Messi. El argentino llegó a la final del Mundial con su selección y recibió el premio a mejor jugador de la competición en la misma temporada en que con su club pasó un año aciago. Es más, su compañero Mascherano señaló de hecho a comienzos de la 2013/14 que ‘la Pulga’ se estaba reservando para Brasil 2014, y por el resultado no sería de extrañar.
El problema no está en el mayor o menor acierto del jugador durante la temporada o el mundial. Un futbolista tiene momentos de forma mejores y peores, y no rinde igual a lo largo de todo el año. El quid de la cuestión reside en la actitud de Messi, que apenas mostraba interés en los partidos con el Barcelona mientras que con Argentina se ha mostrado mucho más implicado.
Para comprender la diferente implicación de ‘la Pulga’ en ambos conjuntos no hay que ceñirse solo al esfuerzo físico que ha realizado en los partidos, que aunque ha sido mayor con Argentina tampoco ha sido extenuante. Su esfuerzo, como pudo verse en la final, se ha limitado más a jugadas puntuales, aunque contra Alemania también ofreció cierta ayuda en la presión en la primera parte y se mostró más activo de lo habitual hasta que le comenzaron a faltar fuerzas. Sin embargo, otro factor importante es el sacrificio táctico.
En el Barcelona, Messi ha desplazado a varios delanteros en los últimos cinco años. Ibrahimovic, Villa y ahora Alexis Sánchez son algunos de los ejemplos de jugadores a los que el 10 azulgrana ha relegado del banquillo y echado del equipo por ser “incompatibles con su juego” (o por tener mala relación con él, según se dice en el caso del chileno). Sin embargo, en la selección convive con Higuaín, Agüero, Lavezzi y Palacio, y en los últimos años ha ido adaptándose al juego con ellos, retrasando su posición para dejarles más espacio cerca de la portería. Por el bien de la albiceleste, ‘la Pulga’ ha sabido sacrificarse (aunque sigue monopolizando la pelota). Algo que no parece haber sido así en su club, que naufraga desde que el hombre en que basa su esquema no parece motivado por las victorias.
¿La razón de esta actitud casi bipolar? Probablemente una cuestión de motivaciones.
Desde el comienzo de su carrera Messi carga un peso enorme: la comparación con Maradona. Argentina es un país que respira fútbol y patriotismo, y donde la selección es lo más grande que existe. Y para que la comparación con ‘el Pelusa’ no resultara odiosa, ‘la Pulga’ debería ganar títulos para el combinado nacional, y especialmente mundiales. Hasta el momento gana Diego Armando por 2-0, y Lionel empieza a quedarse sin margen para darle la vuelta al marcador.
En el Barcelona en cambio Messi tocó techo. Desde que en 2009 fuera protagonista en el equipo que ganó el “sexteto”, sus logros con el club han parecido pequeños y han ido perdiendo valor. Todo lo que no sea la excelencia es poco, y aún el alcanzar la excelencia se le puede antojar banal a un hombre que ya la alcanzó una vez. Más cuando tiene otra motivación como es la de conseguir éxitos con Argentina.
La actitud de Messi es comprensible en parte. Es normal que le obsesione el hueco que queda en sus estanterías entre ligas y copas reservado para el trofeo del mundial, pero se le olvida un detalle: su salario. El encargado de hacer frente a su ficha, la mayor del mundo tras la extraña renovación del año presente, es el Barcelona y no la Federación Argentina. Aunque pueda parecer que lo olvida, el azulgrana es un empleado del club mientras que con la albiceleste juega ‘gratis’. Y no es poco el esfuerzo que realizan los blaugranas para colmar sus altas expectativas económicas, por lo que cabría esperar que su respuesta fuera algo más considerada.
Sin embargo, se antoja difícil que la respuesta de Messi fuera diferente y que tuviera más en cuenta a su club empleador. La razón es simple: las diferentes directivas del Barcelona, temerosas de perder el apoyo de los socios, se arrodillan ante él año tras año independientemente de lo que haga. Si la entidad blaugrana tuviera una directiva estable y seria (y que se sintiera verdaderamente responsable de los costes del equipo), el club se hubiera plantado y no habrían renovado al astro ya que no merecía la subida de sueldo que pedía. Asimismo, tras su actuación en el mundial, Bartomeu y compañía deberían estar reclamándole el sueldo del último año, o al menos de los últimos tres meses de competición, en los que ahora se ve que si no tuvo apenas participación es porque no quiso. Pero como el Barcelona no tiene una directiva estable ni seria, el club seguirá aplaudiendo la actuación de Messi en Brasil mientras reza porque el argentino no estime necesaria otra subida más de sueldo.