Que Brasil no ha sabido estar a la altura de lo esperado en un país que albergará la cita futbolística más importante del año parece estar cada vez más claro. No sólo hay aún estadios sin terminar (como el que albergó ayer el partido inaugural entre Brasil y Croacia), sino que además, el país sigue inmerso en una ola de protestas por los altos costos que tendrá la organización de este evento en detrimento de lo que pueden llegar a recibir los ciudadanos.
No cabe duda de que ser el anfitrión de una cita mundialista supone realizar una gran inversión. El gobierno de Brasil supone que, como potencia emergente, recibirá un fuerte beneficio económico, sobre todo a nivel turístico y de merchandising. Sin embargo, no son pocas las voces que se han levantado en contra del Mundial, pues la población ha visto subir los impuestos y gastar enormes sumas para preparar la ciudad para estos días mientras veía disminuir las partidas en materias de educación o sanidad, por ejemplo.
Cierto es también que preparar un evento de tal magnitud necesita de mucha preparación y por lo mismo siempre pueden presentarse problemas de última hora, pero, en Brasil, hay desde ayer, por ejemplo, una huelga de transportes que alcanza desde los trabajadores de los aeropuertos a los conductores de autobuses, otro signo que delata el malestar que reina en el ambiente.
Otros de los fallos que ha tenido Brasil en la organización de este Mundial ha sido la elección que ha hecho en algunas de las sedes. Partiendo de la base de repartir el campeonato por toda la geografía del extenso país, se han escogido enclaves que por su situación en el mapa o su desapego al tema futbolístico no parecen las decisiones más acertadas. Conozcámoslos.
El primero de ellos es el Estadio Nacional de Brasilia. Esta ciudad se fundó en 1956 con el propósito de sustituir a Río de Janeiro como capital del país y lo consiguió. Actualmente es un enclave moderno situado en el interior de Brasil. La mayoría de los edificios de la ciudad fueron obra de Oscar Niemeyer, que ideó una urbe de amplias avenidas. No cuenta con equipos de fútbol de primer nivel, por lo que se teme que este estadio se convierta en una enorme estructura sin uso cuando acabe el Mundial.
Capacidad: 69.432 espectadores
Inauguración: 1974 / Remodelación en 2013 para la Copa Confederaciones
Albergará siete partidos (el primero el 15 de junio)
El segundo de ellos es el Arena Amazonia de Manaos. La ciudad de Manaos es la capital del estado de Amazonas y se encuentra en plena selva. Su localización hace que su clima sea un tanto especial: temperaturas de 30º y una humedad del 80%; sin duda veremos a más de un jugador sufrir con esto. En cuanto al estadio, hace pocos días saltaba la noticia de que su césped no se encontraba en las mejoras condiciones (debido también al clima descrito). A pesar de que Manaos sí tiene más representantes futbolísticos, la Liga particular no tiene especial tirón entre la población y tampoco se conocen los futuros usos que tendrá este costoso enclave (270 millones). De hecho, hasta se ha propuesto la idea de convertirlo en una cárcel.
Capacidad: 39.118 espectadores
Inauguración: 2014 (construido en el lugar que ocupaba antes el Estadio Vivaldão)
Albergará cuatro partidos (el primero el 14 de junio)
El tercero de ellos es el Arena Pantanal de Cuiabá. Esta ciudad está situada en el centro exacto de Sudamérica y es uno de las que más apego guarda con respecto a las raíces indígenas. Es la capital del estado de Mato Grosso, pujante región agrícola y entre su población tampoco existe una gran afición al deporte rey. En ella se encuentran además los humedales del Pantanal, que albergan la mayor diversidad de fauna del planeta. El estadio fue foco de la noticia pues durante los trabajos de construcción murió un operario electrocutado. A pesar de ello, el Ministerio de Trabajo brasileño autorizó seguir con las tareas a los pocos días del suceso.
Capacidad: 39.859espectadores
Inauguración: Abril 2014; especialmente construido para la ocasión
Albergará cuatro partidos (el primero el 13 de junio)
Así las cosas, estos tres ejemplos de sedes mal elegidas unidos a los problemas estructurales y sociales que parece reflejar Brasil para organizar este evento arrojan la conclusión de que el país sudamericano no ha sabido gestionar su cometido como debería. A pesar de que en dos años tendrá que organizar unos Juegos Olímpicos, esta primera prueba de fuego no la ha pasado el gobierno de Dilma Rousseff. Aún queda ver cómo se desarrollará el Mundial para ver si puede llevarse el aprobado o quedan en la memoria estas malas primeras impresiones. Por su parte, la FIFA ha asegurado que no habrá problemas con la seguridad a pesar de las revueltas. Esperemos que así sea. Lo único que queremos los aficionados es ver y disfrutar del fútbol.