Brasil 2014 está demostrando una nueva tendencia en el fútbol. Cuatro de las ocho selecciones que han ganado el campeonato en alguna ocasión están ya en casa mientras las revelaciones siguen adelante. Y las sorpresas no cesan cuando se ve a Brasil pasar por los pelos ante una combativa Chile y a Holanda sortear la eliminación ante México en los últimos compases del partido.
Este mundial apunta a que algo está cambiando en el deporte rey. Ya no ganan tan solo los grandes equipos europeos y sudamericanos. Ahora muchos otros reclaman su sitio en la élite, bien sea por un buen hacer continuado, como Estados Unidos, o saliendo de la nada, como ha ocurrido con Costa Rica. Pero cabe preguntarse, ¿cómo puede ser que estos pequeños aspirantes puedan batir a los titanes de siempre?
La primera de las razones reside en la globalización. El alto grado de interconexión actual hace que “Occidente” lleve muchos elementos de su cultura a todos los rincones del planeta. Y uno de ellos ha sido, cómo no, el fútbol. Siendo necesario para su práctica poco más que una pelota (o sucedáneo), este deporte se ha extendido por el planeta llegando a los rincones más recónditos. Ya no solo se juega en Europa y Sudamérica, ahora también lo hacen en diferentes puntos como en el Asia Oriental o en el corazón del África negra.
Es más, estos nuevos lugares han tenido una importancia vital en las últimas décadas. De estos países (especialmente los de África) han llegado multitud de jugadores que han acabado en la élite mundial. Para los clubes de fútbol ha supuesto una ampliación de su habitual mercado de jugadores, lo cual enriquece sus opciones. Pero para las grandes selecciones históricas lo que supone es un quebradero de cabeza, ya que sus contrincantes fueron dejando de ser combinados amateurs o semiprofesionales para ser conjuntos de jugadores de la élite del fútbol mundial.
Pero además también a la FIFA le ha resultado positiva la aparición de nuevos focos ya que le está permitiendo ampliar su mercado. Teniendo en cuenta que el viejo continente ya puede dar poco más de si, la gran multinacional del fútbol ha buscado nuevos lugares por los que extender sus redes, y no le faltan. Muestra de ello es la buena relación que mantienen con la federación estadounidense, donde ahora parece ser que se celebrará el Mundial 2022 y cuya liga se está potenciando ahora de una manera alucinante.
Respecto a esa potenciación de la MLS norteamericana cabe señalar otra crucial razón para este cambio en la hegemonía del fútbol mundial: la aparición de nuevas ligas. Hace un par de décadas parecía que todo lo que no fueran las grandes ligas (española, inglesa, italiana, alemana…) apenas era profesional. Pero ahora los campeonatos de países con gran potencial económico, como los países del Golfo Pérsico y Estados Unidos, están ganando fuerza (y afición) a base de notables inversiones. Por supuesto actualmente no pueden competir con las grandes ligas y no son más que un lugar de retiro para viejas glorias, pero quizás en unos años se empiece a ver que se le da la vuelta a la tortilla.
Por tanto ya no solo se juega en los focos tradicionales del balompié, sino que prácticamente cualquier rincón del planeta produce jugadores, y hay muchos otros lugares en los que jugar aparte de las venerables ligas europeas. Sin embargo, hay otro detalle necesario para entender como selecciones como Costa Rica pueden batir a una potente Italia: la mayor elaboración táctica de los esquemas actuales y el componente físico.
En la actualidad, muchos entrenadores construyen su alineación tras estudiar a su rival, buscando desarmarle y no dejarle jugar. En los casos de los pequeños equipos, la cuestión no es ir a ganar, sino no dejar ganar al adversario. Desquiciar a su estrella, que no pueda tocar el balón, y aprovechar los puntos débiles del equipo al que se enfrentan. Y en la preparación ocupa una parte crucial el estudio de ese contrario, no solo por parte del cuerpo técnico sino también de los propios jugadores, que deben conocer al milímetro su labor.
Pero a esa labor táctica hay que sumar el físico de sus jugadores, en muchos casos más cercanos al que se acostumbra a ver en atletas que en futbolistas. La entrada en escena de portentos físicos cuya principal labor es ahogar el juego rival hace que sea más difícil brillar por calidad sin ser capaz de realizar un derroche cuanto menos similar al del adversario que marca al jugador talentoso. Por tanto ya a pocas estrellas les vale con ser magos del balón. Ahora para dominar ante esos conjuntos trabajadamente rocosos hay que tener esa magia, sí, pero también una capacidad física notable. Y los que no disponen de ella se arriesgan a desaparecer sobre el terreno, como tantos lo han hecho.
Todo ello para construir un sistema que da el partido no a través de la victoria propia sino de la derrota ajena. Algo que puede sonar descabellado, pero que si miran a las eliminatorias del mundial podrán ver que está pasando y surte efecto (aunque no siempre). Y mientras los grandes de la historia lloran sus derrotas, los pequeños Davides que los derribaron siguen haciéndose un sitio en el fútbol mundial.
Muchos pensarán que esto es algo puntual y que los grandes siempre estarán ahí. Pero hay una parte del todo que es irreversible y que puede continuar revolucionando el ‘status quo’ del balompié. El oligopolio de los históricos está en entredicho y quizás caiga más temprano que tarde. Porque ya no juegan contra amateurs que saben que perderán. Ahora juegan contra profesionales que dan todo por ganar.