Se le estaba cayendo el pelo más pronto de lo que él esperaba. El estrés siempre lo administró mal, y debe ser de las pocas cosas que no sabe digerir. Ya de jugador era conocido que antes de cada partido y en el túnel de vestuarios a veces se retrasaba porque los nervios y la tensión le hacían vomitar de forma incontrolada. Jugaba y dirigía sobre el césped a su equipo con una paciencia y tranquilidad que distaba mucho de la que llevaba dentro. Su carácter de futbolista ya apuntaba a futuro entrenador, porque de alguna manera ya lo era sobre el campo, y era la prolongación de la cabeza de Cruyff para leer los partidos en juego. Apenas había tomado la alternativa y se encontró con la oportunidad de su vida; entrenar al equipo de sus amores, que casualmente contaba con la mejor generación de futbolistas de su historia y con una estrella además que probablemente sea uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Y ganó todo. Pronto y de la forma más brillante que ha conocido la historia del balompié. Y se marchó. Porque quedaba renovarse o morir y quizás renovarse era más difícil que parar y conservar algo de pelo. Y volvió por un ‘Vente a Alemania Pepe’. Y ganó, y volvió a ganar, ganar y ganar, y ganar, ganar y ganar (que diría el gran Luis Aragonés), porque la excelencia futbolística es lo que le hizo grande, pero ganando. Porque Guardiola no engañó a nadie y como si de un visionario se tratara avisaba que “estos (los jugadores del Barça) ganarán todo hasta que se cansen de ganar”. Él intuía que el hambre estaba saciada y buscó nuevas metas. Y muchos le han criticado porque elegir al Bayern, campeón de todo en Alemania y Europa, era lo fácil para volver a ganar, pero la verdad es que ese no es el reto de Guardiola. Pep ha llegado al Bayern porque lo que hizo en el Barça y que le encumbró hasta lo que es considerado hoy, no fue sólo ganar sino el cómo ganó. Y este Bayern lo gana todo pero quiere más, y eligió al de Santpedor para alcanzar un mayor nivel futbolístico de juego colectivo.
Se adaptó rápido, y sólo cuatro meses después de que firmara ya lo vimos dando una rueda de prensa en alemán, vestido de tirolés y bebiendo cerveza. Llegó y le dieron las llaves del club. Ha cambiado los horarios, el sistema de entrenamiento, la alimentación del equipo, y la mentalidad de algunos jugadores. Ha convertido a Robben en un jugador regular sin lesiones, ha dado galones a gente muy joven como Thiago y Götze, y ha reconvertido a Lahm en mediocentro. Las cosas ‘del Pep’. Ribéry que era ya una estrella tenía sus dudas sobre el sistema de Guardiola. En dos meses lo convenció y celebraba goles con su entrenador. Y no había terminado marzo y Guardiola ya había ganado otra vez. Campeón de la Bundesliga batiendo más récords como el de ser el campeón más precoz en tan sólo 27 jornadas o el de completar toda una vuelta del campeonato con pleno de victorias. Pero no todo son palmaditas en la espalda y alfombra roja. Desde dentro del propio club, eminencias como Beckenbauer han criticado el juego poco fluido y pesado por momentos del Bayern y han deslizado que el equipo ‘aburre a las vacas’. Guardiola, que de esto sabe algo, no polemizó y se mantuvo al margen venerando además la figura de Franz.
Guardiola llegó para seguir ganando y de momento no le va mal. Su labor más ardua y complicada era la de implantar un estilo pero eso es tremendamente complicado y más aún en un equipo y en una cultura con la que choca esa filosofía. Su camino sigue laureado y ya ha alcanzado la final de la copa alemana en la que se medirá al Borussia Dortmund, y las semifinales de la Champions League donde tanto él como el Bayern han protagonizado y escrito las mayores hazañas. En unos días Guardiola volverá a enfrentarse al equipo que más quebraderos de cabeza y a la vez más le hizo posible engrandecerse. Un Real Madrid que acaba de proclamarse campeón de la Copa del Rey y que se dice que ha acabado con la hegemonía que el Barça ostentaba y que el propio Guardiola perpetuó. Probablemente este Bayern de Guardiola sea el rival de altura que ha perdido el Real Madrid, y un equipo de otros ‘estos’ que aún no se han cansado de ganar. Al Tata le ha cogido con el viento en contra y a Pep, el viento ya no le despeina.