Cuando el año pasado el Mallorca celebró su centenario soñaba de nuevo con el regreso a Primera División después de cuatro años, tiempo en el que ha visto desfilar a muchos entrenadores y en el que le ha tocado prescindir de muchas de sus estrellas.
En lugar de eso, acabó dando con sus huesos en el descenso a una división de la que es bastante complicado salir por el poco presupuesto, las condiciones de los campos, que provocan un cambio total en el sistema de juego y en el que el fútbol de toque es casi impracticable, y el duro ‘playoff’ en caso de lograr los puestos de ascenso.
Después de 36 años en el fútbol profesional le toca renacer de sus cenizas para volver a crecer de la mano de Vicente Moreno. Desde luego que este no era el escenario que imaginaba Robert Sarver cuando se convirtió en propietario del equipo insular en enero de 2016 tras haberlo intentado también con el Levante, Getafe y Espanyol.
La hecatombe del conjunto balear era una especie de muerte anunciada azuzada por la gran crisis económica y que tuvo su máxima expresión con el descenso a Segunda. Fue en 2010 cuando entraron en concurso de acreedores y la FIFA les retiró la licencia europea para jugar la Europa League.
Además, el tiempo en el que ha militado en la categoría de plata tampoco ha dado muestras de recuperación y se ha tenido que conformar con la permanencia hasta que este año se han confirmado los peores presagios.
La situación ahora mismo es crítica porque hay jugadores a los que no se les puede mantener el sueldo o que no están dispuestos a militar en esa categoría. Alguno tiene mercado en Primera, como es el caso de Brandon Thomas, la gran revelación de la temporada y en el que están interesados equipos como el Barcelona para el regreso de su filial a Segunda tras el ascenso logrado la pasada semana.
Para el resto de futbolistas es mucho más complicado porque en Primera no tienen mercado y cualquier equipo de Segunda no puede ofrecer un traspaso que satisfaga del todo las pretensiones del Mallorca. Por tanto, las únicas vías posibles serían la cesión o la carta de libertad.
Esa Segunda B, descrita como un infierno para muchos y que de hecho ha llevado a la desaparición de algunos clubes posteriormente, no permite contar con un presupuesto muy elevado. El tope más o menos sería de unos cinco millones y ahí ya estaríamos hablando de tirar la casa por la ventana. No hay derechos televisivos y lo que se recauda proviene de los socios y de la venta de entradas. Por esta razón ahora más que nunca la afición es una parte fundamental e imprescindible para medrar.
Los requisitos a la hora de inscribir a la plantilla le obligan sí o sí a tirar obligatoriamente del filial (seis de las 22 fichas deben ser de jugadores sub-23), aunque no parece que en ese punto vayan a tener muchos problemas ya que el Mallorca B militaba en esta división y se ha visto obligado a descender.
Vicente Moreno, el elegido para coger el testigo de Sergi Barjuán, acumula una gran experiencia en estos terrenos y de hecho llevó al Gimnástic de Tarragona a tres ‘playoff’ de ascenso logrando subir en el último. De momento, las primeras peticiones para rearmar la plantilla pasa por futbolistas con los que coincidió en el Nástic como es el caso de Xisco Campos, Álex López de Groot o Ferrán Giner. Por otro lado los cedidos como en el caso de Pleguezuelo o Angeliño se despedirán definitivamente del club para recalar posiblemente en el Girona, recién comprado por el Manchester City.
Lo que sí que está claro es que los propietarios del club no tienen ninguna intención de echar a volar ya que lo consideran un proyecto a largo plazo y aunque ahora cueste un poco más siguen teniendo como objetivo incluir de nuevo al Mallorca entre la lista de los equipos de Primera.
En la retina de todos los seguidores quedarán esos recuerdos imborrables de la época de Héctor Cúper, uno de los técnicos que más brilló en el banquillo o la de Luis Aragonés, y soñarán con ver estrellas en un futuro cercano de la talla de Eto’o, Güiza, Engonga, Ibagaza, Stankovic… entre muchos otros.