Cuando hablamos del Mirandés, todos pensamos en Anduva, las hazañas del conjunto burgalés o en jugadores como Pablo Infante. Algo lógico, porque el equipo de Miranda de Ebro ya está en la consciencia colectiva de nuestro fútbol, pero ¿y si existiera otro Mirandés, en otra tierra, en otro país? Pues si existiera, que existe, habría que contar su historia, así que sin más dilación, procedamos.
Año 1143, la Paz de Zamora desgaja del Reino de León una buena parte de su territorio para que un tal Alfonso Enríquez se convirtiera en el primer rey de Portugal. En el nuevo reino independiente hay una porción territorial, en la parte más oriental, que no está muy ligado a su nuevo dueño, de hecho ni siquiera se habla el galaico-portugués (que con el paso de los siglos se dividiría dialectalmente en el gallego y el portugués), la lengua vernácula del incipiente reino. Se trata de Miranda del Duero (en luso, Miranda do Douro), una comarca muy ligada a la Diócesis de Astorga (su anterior propietario) y donde la lengua materna es el astur-leonés.
Año 2017, momento actual, tras un par de periodos en el que España controló temporalmente la región, Miranda del Duero sigue siendo territorio portugués y sigue sin tener como lengua materna el idioma luso, teniendo en su lugar el mirandés (dialecto emparentado con los minoritarios asturiano/bable, leonés, extremeño o montañés), idioma cooficial en la República Portuguesa desde 1993, como se puede ver a cada paso que se da por los carteles en la vía pública o la toponimia de las calles. Es tierra de los tradicionales ‘pauliteiros’ (pastores que bailan ritmos regionales), con sus gaitas y capas hechas en burel (tipo de lana), de un Duero embravecido que marca la frontera con España, de razas autóctonas de ganado bovino y ovino. y sobre todo, es tierra de amor a un equipo, el Grupo Desportivo Mirandês.
El Mirandés, así como su eterno rival el GD Sendim (equipo de la freguesía de Sendim), representa a la región mirandesa en la única división del campeonato de la federación de Braganza. Sólo una división para todo un distrito, donde un total de nueve equipos resisten por amor al fútbol de las dificultades de una región interior y olvidada en el cómputo portugués.
Esas dificultades son una gran losa para la existencia de este otro Mirandés. No tiene socios (sólo un centenar de una localidad de tres mil habitantes), faltan jugadores (ocho miembros del plantel vienen todos los días desde Braganza, a una hora de trayecto) y sobre todo falta personal.
Tanto es así que el presidente, Paulo Jacoto, es el hombre ‘multitarea’ del club. Viaja a Braganza para buscar e inscribir jugadores, trabaja en el bar del club, ejerce de taquillero o de recogepelotas, cobra las cuotas a los pocos socios, realiza labores de mantenimiento del campo, y hasta va a buscar agua para los jugadores cuando no hay. Y todo ello sin cobrar un euro.
«Me ayudan siete personas a la hora de preparar los partidos, pero poco más. Necesitamos dos utilleros, dos vigilantes de seguridad, dos taquilleros y una persona que se encargue del bar, para por lo menos tener un poco de desahogo», explicó a un medio local Jacoto, vigilante de profesión, que acaba de cumplir su sexto año como presidente del Mirandés.
Sin embargo, en las gradas no falta ni un alma cuando toca enfrentarse con sus vecinos y rivales del Sendim, llegando a haber hasta 700 personas en el acontecimiento futbolístico del año para la región. Casualmente este pasado sábado 15 de abril, se cerró la temporada con un clásico mirandés que se disputó en el feudo de Sendim con triunfo local por tres a dos.
La temporada, por cierto, se ha saldado no muy esperanzadora para el Mirandés con un séptimo puesto y sólo tres victorias (mientras que el eterno rival ha quedado en una quinta plaza), lo que no va a alentar a un público que necesita más que nunca, pues la continuidad del equipo está en juego.
Ahora mismo, el Mirandés luso sobrevive gracias a una pequeña dotación presupuestaria de la Cámara Municipal de Miranda del Duero, que actúa de patrocinador del club, así como d e la gestión de un bar situado a la entrada del casco histórico que explota el club. Tan precaria es la situación, que para trasladarse a jugar los partidos como visitante utilizan un autobús donado una asociación de ‘pauliteiros’.
El único activo destacado que posee el Mirandés es su estadio, el Santa Lucía. Antes, jugaba en un pequeñísimo campo de tierra batida próximo a las murallas de la ciudad siendo su primer hogar desde la fundación del club en enero de 1968. Pero en la época dorada del club, en la década de los 80 donde llegó a competir en Tercera División, y se mudó al novísimo Estadio Municipal de Santa Lucía con capacidad para 5.000 espectadores.
El Mirandés tiene estadio, pero falta todo los demás, ya que su presupuesto anual de unos 35.000 euros no da para avanzar mucho. «Sin una mayor ayuda de la Cámara Municipal no se podría subir de categoría y competir el Campeonato de Portugal, en el caso de lograr ser campeones del distrito. Es muy común que los clubes del Distrito de Braganza logren el ascenso directo y renuncien por cuestiones económicas. Una vez incluso, quedamos en cuarto lugar y nos invitaron a ascender porque los tres primeros habían declinado ese derecho, obviamente rechazamos», explica Jacoto.
Estas son las tribulaciones del otro Mirandés, pero como el fútbol es tan mágico como imprevisible, quien sabe si este modesto club puede llegar en un futuro a alcanzar el éxito que nuestro Mirandés ha conseguido. Quizá vendría bien que desde el Duero vaya de visita al Ebro para tomar nota.