El ya conocido «efecto Pizzi» no ha hecho más que empezar. A tan solo dos meses de su llegada al conjunto valencianista, Juan Antonio Pizzi ha aportado aires frescos y renovados a un equipo con nombre propio que parecía hundirse en las últimas jornadas. Así lo demuestran los últimos resultados: sólo una derrota. Empates y victorias (algunas, con goleadas incluidas, como la que recibió un Betis que no se encuentra en su mejor momento) protagonizan mayoritariamente la historia que está escribiendo el equipo ché desde que llegara el argentino.
«Ahora hay un equipo de verdad», decía hace unos días en rueda de prensa Jeremy Mathieu, uno de los bastiones principales que Pizzi cuenta en su haber. Se puede decir más alto, pero no más claro. Una comparación en toda regla entre el Valencia de antes y el de ahora. Es decir, el de antes de la llegada de Pizzi y de después. El argentino está formando un nuevo Valencia, más ordenado y centrado, consiguiendo buenos resultados en cada partido, lo que le ha llevado a estar clasificado para octavos de final de la Europa League y a situarse en la lucha por los puestos europeos de la Liga BBVA.
Un buen entrenador dota de un estilo determinado a su equipo, pero, ¿qué sería de un gran entrenador sin un gran equipo? Por ello el «efecto Pizzi» no sería lo mismo sin sus jugadores, prestando una especial atención a las nuevas incorporaciones: Vezo, Vinicius Araujo, Senderos, Keitia, y, especialmente, Vargas. Este último incluso anotó un gol el día de su debut. Llegar y besar el santo se le dice a eso. Y no sólo en la Liga lleva el balón hasta el fondo de la red. En la Europa League ha jugado un papel primordial para conseguir que su reciente equipo pasara de categoría, marcando en el partido de ida contra el Dinamo de Kiev. «Explosividad, calidad, movilidad, rapidez» son algunos de los adjetivos que desde Valencia destacan del delantero chileno. Vargas ha revolucionado el banquillo ché, y Pizzi está encantado de ello. La afición ni hablemos, pues carga de elogios al jugador, que con su juego y su rápida adaptación parece llevar en las tierras de levante varias temporadas y no semanas.
El Valencia ha tomado impulso, y de qué manera, en las últimas jornadas. Juan Antonio Pizzi y sus hombres son los artífices de este cambio para mejor. En el terreno de juego son impecables, únicos, toda una fortaleza ante rivales que son incapaces de derrotarlos. Fuera, en los despachos, se preparan para su compraventa. ¿Saldrá todo tan bien cambiando de dueño que al haber cambiado de entrenador? El futuro tiene la respuesta. Ahora, nos quedamos con el presente, con el de los 90 minutos de auténtico fútbol: con el Valencia del efecto Pizzi.